Capitulo 2: Initiatio

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Era el primer día de su nueva rutina escolar, Bachillerato.
Se había preparado todo lo que convenía necesario la noche anterior: los libros, el estuche, una agenda para anotarse y organizarse eventos que le surgieran, la ropa que llevaría, etc.
Se había puesto tan nervioso la noche anterior que su madre le hizo un hechizo para dormir y que pudiera tener un placido sueño.
Le había sonado la alarma del móvil a las 7:00 de la mañana, ja que entraba al instituto a las 8:00, y debido a que no podía teletransportarse  como si nada, tenia que ir en autobús hasta el instituto, que estaba a media hora en autobús.
Esperando al autobús se encontró a una señora, no mucho más mayor de los 40 años, la mujer llevaba un vestido negro con falda de tubo y una cremallera a la espalda que separaba el vestido en dos partes; una coleta alta recogía su pelo con una goma y unos tacones la elevaban unos 9 centímetros del suelo. Dani empezó a imaginar como sería la vida de esa mujer, sin magia, viviendo en la ignorancia a la que estaba expuesta la sociedad.
La mujer parecía ir vestida para trabajar, por la ropa que llevaba intuyó que sería abogada o notaria o incluso secretaria de algún centro privado. Esa gente solía ser muy estirada y hipócrita, reían frente a sus amigos presumiendo de lo que tenía mientras comían en restaurantes caros, y luego al llegar a sus casas se ponían a parir unos a otros.
Ella no parecía ese tipo de persona, estricta, seca, hipócrita. Estaba rizando su pelo alrededor de su dedo mientras se mordía el labio, parecía nerviosa por algo, y Dani en ese momento pensó en como la humanidad reaccionaria ante su don, sabía que lo apartarían de su familia y le harían pruebas hasta pasar el resto de su vida en un hospital haciéndose pruebas diarias o confinado en una base secreta del estado dónde nadie supiera dónde estaba y el mundo no supiera de su existencia, porque al mundo le horrorizaba la idea de que alguien tuviera el poder que el dinero no tiene.
Se subió al autobús y buscó un sitio para sentarse. El único sitio que logró encontrar fue al final del autobús al lado de un chico que apoyaba su cabeza en la ventana mientras escuchaba música en sus auriculares con la mirada perdida.
Debía tener su edad, no más de diecisiete años, era moreno y de ojos azules, su piel parecía tan suave como la seda, y tenía un tono de piel bronceado. Sus rasgos faciales eran casi perfectos, como si estuviera mirando una de esas estatuas del museo que después de tanto tiempo siguen igual de perfectas.

Sin darse cuenta ya había llegado a su parada. Tras caminar cinco minutos, se encontró frente a un edificio de seis plantas, posiblemente el edificio más grande que había visto nunca.
Su nuevo instituto. Le aterrorizaba la idea de entrar, lo que le podía pasar, que descubrieran su don o que se quedará solo.
Disipó esas ideas de su mente y con paso firme empezó a subir por las escaleras que deberían llevarle al segundo piso dónde se encontraba su clase. Recorrió todo el pasillo a grandes zancadas y con la cabeza gacha hasta estar de pie ante un cartel que ponía la lista de todos los niños y niñas que cursaban Bachillerato y sus respectivas clases. Dani se dispuso a buscar su nombre, pero sorprendentemente antes que el suyo vio el de una muy buena amiga suya que le había acompañado en casi todas las etapas escolares de su vida, así que se dispuso a recorrer lo más rápido posible el pasillo y llegar a la clase que le correspondía para olvidar el sentimiento de soledad y encontrarse con su amiga.
Al llegar a su clases se paró frente al portón que le separaba del interior del aula, giró la manivela y entro desesperadamente buscando a su amiga con la mirada por cada rincón de esa aula pintada de blanco. Nada. Ni rastro de ella. Dani conocía muy bien a Angela y seguramente se habría puesto tan nerviosa que al despertarse por la mañana se habría puesto a vomitar.
Buscó sitio en esa inmensa clase, casi todos los sitios estaban ocupados, los pupitres estaban cubiertos por una mochila correspondiente, como signo de posesión del pupitre. Se dirigió al único pupitre que estaba libre de cualquier mochila, y posó la suya encima. Los pupitres estaban unidos de dos en dos formando hileras.
Sono el timbre a las ocho en punto y todos los que se encontraban de pie hasta el momento se sentaron en sus respectivos pupitres. A su lado se sentó un chico que le resultaba familiar, lo miro de reojo para que no se pensara que era el típico chico nuevo ratito que no le agradaba a nadie. Efectivamente que le sonaba su cara, porque era el chico que iba sentado a su lado en el autobús, sorprendentemente el chico se dio media vuelta mirando hacía Dani y tendiéndole la mano le dijo:
-Hola, me llamo Alex.
Con la mirada estupefacta mirando a su mano balbuceó:
-Encantado, soy Dani -dijo a duras penas, como podía ser que alguien estuviera hablando con él, no se lo podía creer, pensaba que ese día habría ido peor y estaba empezando bastante bien-.
-Encantado Dani, eres nuevo? -preguntó con sus mejores intenciones-.
- Sí, la verdad es que ando un poco perdido por aquí- contestó sin saber a donde iba la conversación-.
- Si quieres te puedo enseñar un poco el instituto cuando acabemos las clases- alegó de forma inocente-.
- De acuer... -paró cuando se le vino a la mente que después de acabar las clases debía ir con su abuela a clase de hechicería- la verdad es que esta tarde tengo un compromiso, pero podríamos aplazarlo para otro día- dijo tristemente, pensando que le había espantado-.
-De acuerdo, ningún problema -finalizó dibujando una sonrisa en su rostro de oreja a oreja, enseñando su sonrisa de anuncio de dentífrico-.
El resto del día no fue nada interesante, seis horas de clase hasta que el timbre tocó a las 14:30.
Salió del instituto y se dispuso a tomar el mismo autobús que había tomado por la mañana para volver a casa.
Cuando estaba a punto de subir al autobús fue a sacar su carnet para poder pasar y no lo encontraba, empezó a impacientarse, buscó por cada bolsillo que tenía. La única solución era la magia, pero bajo ningún concepto iba a hacer magia en público. Así que simplemente se resigno a ir andando hasta su casa y con suerte encontrar un sitio escondido donde no pasara nadie y poder transportarse a casa.
- Dani!!! -escuchó una voz lejana y familiar-.
Se giro y vio a Alex correr hacía él con lo que parecía ser un objeto rectangular en la mano. Su carnet! Su salvador!
- Toma, se te cayó al levantarte del pupitre y pensé que lo necesitarías -dijo con la respiración agitada, se notaba que había corrido para entregarle el carnet-.
- Muchas gracias Alex, me has salvado la vida -le sonrió-.
- Entonces tu también tomas este autobús? -preguntó con curiosidad-.
- Sí -le volví a sonreír, al que parecía mi nuevo amigo-.
Subimos al autobús y nos sentamos el uno al lado del otro.
- Oye, que bonito el collar que llevas -apuntó señalando al cilindro hexagonal de color violeta que colgaba en su cuello-.
- Gracias -respondió sonrojándose- lleva en mi familia muchas generaciones.
El resto del viaje estuvieron hablando de sus vidas y riendo como niños, hasta que llegó la hora de despedirse.
Dani se bajo del asiento y se poso al lado de la puerta agarrado a una barra para no caerse con el frenazo del autobús. Alex le siguió y se posicionó a su lado y bajaron juntos al cruzar la esquina que daba a casa de Dani, Dani se despidió:
- Bueno Alex, un placer haberte conocido, nos vemos mañana -dijo con su mejor sonrisa-.
- Adiós- continuó pensando que sus caminos se separaban allí, y le devolvió la mejor sonrisa que tenia-.
Dani avanzaba por la calle y Alex lo hacía por la misma dirección pero en la acera contraria.
Dani giró la cara y lo vio, chutando una piedra como si fuera un niño, a Dani se le escapo una risilla, con lo mayor que parecía y se comportaba como un niño.
En llegar a la entrada de su casa Dani fue a abrir la puerta, no sin antes volver a mirar a Alex, y en ese momento se encontraron sus miradas. Dani vio a Alex apunto de entrar en la casa de enfrente de la suya y de repente, desde el otro lado de la calle escucho:
- Pues parece ser que somos vecinos -se rió, se despidió sacudiendo la mano y cerró la puerta tras de si-.
Como podía ser que hubieran estado viviendo todo este tiempo juntos y no se hubieran visto nunca.
Entró en su casa dónde le esperaba su abuela sentada en el sofá.
- Buenas tardes abuela -dijo mientras se acercaba a ella y le besaba la mejilla con cariño-.
- Buenas tardes cariño -respondió la abuela besándolo de vuelta- que tal tu primer día?
- Bueno, he conocido a un chico que parece bastante majo, vive en la casa de enfrente -dijo mientras se le dibujaba una sonrisa de oreja a oreja sin percatarse-.
- Muy bien cariño, cámbiate que nos tenemos que ir a entrenar -dijo su abuela con cariño-.
- De acuerdo abuela ahora bajo -finalizó, y subió las escaleras hasta su habitación-.
Al llegar a su habitación lo primero que hico fue agarrar el móvil y llamar a su amiga Angela.
Después de tres pitidos escuchó su voz.
-Hola? Dani? -dijo sorprendida, ja que hacia mucho tiempo que no hablaban, pero se tenían el mismo cariño que cuando se conocieron, porque podían confiar el uno en el otro y contarse cualquier cosa sabiendo que no saldría nada de su boca-.
- Angela! Cuanto tiempo! He visto que vamos a la misma clase! -dijo con alegría-.
- Enserio? No sabes la alegría que me das! -alegó con verdad en sus palabras- no he podido venir porque estaba tan nerviosa que cuando ya estaba lista para salir de casa me han entrado ganas de vomitar y no me he atrevido a ir- finalizó con pena-.
- Me lo imaginaba, te apetece si quedamos esta tarde y nos ponemos al día -propuso Dani-.
- Claro! Te espero a las 18:00 en nuestro banco de siempre -salto de alegría-.
-Perfecto! Te veo entonces -terminó-.

Como un diosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora