Capítulo 3

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Aunque no todo había salido como esperaba, pues no contaba con que el dueño de la universidad de sus sueños odiara a los becados prefirió mantener a raya la sensación de desazón que eso le producía y en vez de eso recibió a sus hermanos con una amplia sonrisa. Era la primera vez que les ocultaba algo, pero sabía que si mencionaba el tema, harían lo imposible para sacarla de ahí y protegerla como siempre lo hacían. Lo habían hecho siempre cada día de su vida, y hasta ahora nunca antes había evitado que lo hicieran, pero necesita crecer, madurar y valerse por sí misma. Era tiempo de que peleara sus propias batallas, que perdiera unas tantas y aprendiera a levantarse. No podía depender siempre de ellos. Ese día había elegido seguir adelante, era esa su decisión y cualquier resultado, gratificante o doloroso que obtuviera sería bajo su responsabilidad.

Por eso sentada en las piernas de Samuel, con una sonrisa fingida y falsa alegría contaba lo bueno de su día, y ocultaba lo que en el fondo le perturbaba.

—Conocí a una chica, me cayó bien. No es becada pero se ve que es buena persona.

— ¿Me la presentas? —habló desde el asiento delantero Sebastián.

—No, ya conozco yo tus andanzas. No quiero que le rompas el corazón a la primera chica que simpatizó conmigo.

Pronto su día paso a segundo plano, no tenía más que contar y de momento no quería seguir fingiendo tranquilidad cuando era lo que menos sentía. Fingió escuchar lo que sus hermanos platicaban pero su mente se vio recordando lo último que había hablado con Lis antes de irse.

Al salir mientras esperaban a quienes las venían a recoger se habían detenido en una banca donde habían hablado de temas irrelevantes al principio, pero que después de varios minutos habían despertado su interés.

Se enteró que Alejandro Montalván de 48 años había pasado a ser el dueño de la universidad diez años atrás, cuando Ignacio, su padre por motivos de salud decidió retirarse. Por lo que le contó Lis, el tercer dueño sufría del corazón y debido a eso debió viajar a España donde actualmente radica junto a su esposa. Ambos tienen una especie de recelo hacia las personas de diferente clase social, como ella, y muchos más. Era cierto que muchos becados habían pisado la universidad, pero, muy pocos habían logrado salir con un título, ella lo sabía y daba por hecho que se debía a que no eran los suficientemente capaces para llevar el ritmo de tan prestigiosa institución, sin embargo, y debido a lo que le contó Lis, ese hecho ya no le parecía el indicado. El dueño, de algún modo se deshacía de ellos. Bueno, eso era una teoría de Lis, a la que le suplicó no prestarle atención, pero ahora que esa idea había entrado a su cabeza era imposible sacarla.

Lis, también le habló que en algún momento el dueño sería el hijo de Alejandro, del cual no se sabe absolutamente nada, salvó que estudia en algún país de Europa. Lana no era ingenua, y sabía que faltaba mucho para que ese muchacho pasara a ser dueño de la universidad, y, aunque fuese pronto, habiendo crecido en una familia donde en vez de inculcarse amor al prójimo se inculcaba el desprecio, era más probable que el también despreciara a los de su clase. De un modo u otro no le veía nada bueno a la situación.

No lo iba a tener fácil, pero tampoco iba a rendirse.

Si de algo estaba segura era de que nada se ganaba siendo débil. Si en verdad quería algo debía luchar día tras día hasta conseguirlo.

Con una nueva meta en mente empezó a relajarse y a disfrutar sin presión lo que quedaba de su noche.

Lana se bajó de las piernas de su hermano cuando, Ariel salió a comprar algo. Estiró su cuerpo pero pronto debió volver a su lugar pues su hermano volvía. Sentándose en su lugar Ariel sacó de una funda plástica 4 envases de cola.

Corazón en CustodiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora