Los Lobos

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Despertó con el primer rayo de sol que acaricio su rostro. El clima era cálido y el cielo tenía un color turquesa decorado con algunas nubes blancas que se paseaban lentamente sobre ellos. Se sentó y se estiro soltando un fuerte bostezo. Miro a su lado y notó que la fogata que habían encendido la noche anterior ya no era más que un montón de cenizas. En ese momento se dio cuenta de que Noctriam no estaba allí. Grito su nombre en busca de respuesta a su localización y al cabo de unos segundos escuchó como la mujer respondía desde la cima de la montaña en la que ese hallaban. Con unos movimientos controlados, tomándose de ramas y rocas, bajó a donde estaba él.

-Buen día, espero que hayas descansado bien porque aún nos queda camino por recorrer hasta llegar al Castillo del Norte. Toma bebe un poco de agua. –Noctriam le ofreció una cantimplora de cuero y mostró una sonrisa al ver que él la tomaba- Lamento no tener nada para comer pero no te preocupes, si mi memoria no me falla, el camino de las montañas es hogar de un amigo de mi madre. Seguro que si le explico nuestra situación nos dará algo para calmar el hambre. Bien, ¿listo para partir?

La miró con duda y una pizca de cansancio. Luego respondió que sí, que estaba listo. Comenzaron a escalar la pared rocosa. Noctriam se deslizaba y subía con una asombrosa agilidad. En cambio él iba lento y le costaba sujetarse de las rocas y ramas. Al llegar a la cima de la montaña un viento suave los envolvió. Una especie de altar de piedra decorado con trapos y pinturas rojas se encontraba al lado suyo. Sobre este había un par de flores blancas y pañuelos. Calvado en la atierra del lomo de la montaña, frente al altar, se encontró con un bastón de color negro con escrituras verdes a lo largo.

-Este es uno de os tantos altares que hay en el camino de las montañas. –Le explicó Noctriam- Los peregrinos que viajan por el sendero van dejando ofrendas en ellos para marcar hasta donde llego su recorrido si es que deciden dar la vuelta. Por lo que veo hasta aquí llegaron cuatro. Dos flores y dos trozos de telas.

-¿Y qué hay del bastón?

-Ese bastón... considéralo como un obsequio de bienvenida. Es para ti. Es de obsidiana refinada de las minas del norte con un mango central de roble oscuro. Es un arma hermosa y muy letal para quien sepa utilizarla como se debe.

Él se quedó contemplándolo. Miro a Noctriam y luego al bastón. Finalmente se decidió a tomarlo. Al hacer contacto con el mango de madera, las escrituras verdes comenzaron a brillar emanando un sonido muy suave y agudo. Luego se apagó y sintió que por su brazo una especie de fuerza invisible comenzaba a recorrer su cuerpo. Comenzó a oír susurros de voces en su cabeza:

<<El pacto de almas renace con un nuevo portador. Hemos visto tu potencial y hemos decidido que eres digno de portarnos. Tú y nosotros seremos uno, ahora y siempre>>

No entendía cómo podía ser esto posible, pero lo aceptó. Sabía que el bastón y él ahora estarían unidos. Lo había sentido.

-Al parecer te aceptó. Karthus tenía razón, como siempre. –dijo la mujer.

-Escuche unas voces. Decían algo sobre un pacto de alma. –le contó con un tono de vos inquieto.

-Sí. Es el alma del arma. Todas las armas hechas en la Forja de las Almas poseen una... o varias. Tranquilo son inofensivas, y no son de hablar mucho por lo general. –Explicaba Noctriam- Aunque cuando lo hacen pueden ser un poco molestas te acostumbraras a ello. Ahora, vayamos a ver al amigo de mi madre, muero de hambre.

Con el bastón en mano comenzaron a caminar por el sendero hacia el norte. A los pocos pasos el bastón hizo un ruido mecánico y se redujo al tamaño del mango quedando del tamaño de su antebrazo, ahora era más fácil transportarlo. Se preguntó cómo había hecho para que suceda eso y Noctriam le explico que el arma sabía cuándo iba a ser utilizada y cuando no.

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⏰ Última actualización: Feb 13, 2016 ⏰

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