Bienvenido

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Se despertó por el ruido constate de las gotas de agua contra el suelo. Estaba todo oscuro. Se encontraba acostado en una especie de hamaca de telas negras y raídas. El lugar parecía frío y húmedo pero él no sentía nada. Se levantó y contempló el sitio donde se hallaba. Al final de un túnel divisó una luz verde. Se dirigió hacia allí y al ver lo que había al fondo de aquel pasillo supo que nunca había estado tan sorprendido en su vida.

Era una caverna con un sistema de puentes naturales de piedra que se unían en una superficie en el medio del lugar, donde se abría una ramificación de estos puentes. Todo el lugar estaba iluminado con una luz verde oscuro que teñía las paredes rocosas. Esta luz provenía de una gran lámpara que pendía de unas cadenas sobre la plataforma central. Se asomó a un lado del puente donde estaba parado y miró para abajo. Un infinito color negro fue lo que encontró. Avanzó hasta el centro del lugar y se colocó debajo de la lámpara. Giró intentando ver que había al final de cada puente, y en todos encontró lo mismo: túneles.

-¡Hola! ¿Hay alguien ahí? ¿Dónde estoy? ¿Qué está sucediendo? Hola...

Nadie parecía responder a sus preguntas. Pero en ese momento una brisa lo envolvió y pudo notar que provenía de uno de los túneles. Un resplandor verdoso que se hacía cada vez más intenso. Se quedó expectante y luego de unos segundos vio a una mujer. Debía tener unos 25 años de edad. Su cabello era blanco como la nieve. Llevaba puesta una especie de armadura que terminaba en una pollera de telas negras colgadas. En su mano derecha: una lanza con una punta muy peculiar, mientras que en su mano izquierda sostenía una lámpara similar a la que estaba en el techo. Estaba descalza. Sus ojos eran verdes... Tan verdes como la luz de la lámpara.

-Así que tú eres el nuevo. -dijo la mujer en tono burlón- Estás en las cuevas de Fahrenheit. Bienvenido.

El CarceleroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora