Primera carta: Sigo viva

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Te escribo desde la distancia, que tanto daño nos hizo.

Te escribo desde la distancia que aún nos separa, y nos separará siempre.

Aun te amo como aquel día, cuando me salvaste.

Han pasado ya diez años desde que me enamoré de ti, desde que me oíste llorar en los baños del colegio, cuando la mayoría de los alumnos ya se habían ido a casa.

Pudiste irte y dejarme ahí. Podrías haber vuelto a casa, haciendo caso omiso de mis lágrimas, tal como hicieron todos los demás, pero te quedaste. Probablemente, hubieras obtenido una calificación mejor en la prueba del otra día, si hubieras vuelto a casa inmediatamente, pero a ti no te importó.

Es más, cuando dijeron nuestras notas en voz alta, una semana después, me acerqué a tu banco a pedirte disculpas, pues habías sacado un rojo, pero recuerdo que negaste con la cabeza y me dijiste que no me preocupara, que había cosas más importantes que nuestras notas.

Siempre te quedaste conmigo, nunca me dejaste. Me siento como la peor persona del mundo si me comparo contigo. Yo sí te dejé. Te dejé, precisamente, por mis estudios. Cambié a la persona más importante de mi vida, por una universidad.

Pero aun así, insististe... hasta que ya no pudiste más.

Debí escucharte cuando me dijiste que los estudios no lo eran todo... pero no lo hice. Creí que tendríamos más tiempo.

Aún recuerdo aquel día, cuando me salvaste. Había roto con mi novio hacia tan solo unas horas. Daniel me había dicho que no servía para nada, que era una zorra, una fácil, cuando él había sido mi primer y único novio. Había sido fiel a él, a pesar de que mis amigas me repitieran, una y otra vez, que él no valía la pena. A pesar de que él se me acercara cuando quería, me dejara de lado con la misma facilidad, y no me permitiera estar con mis amigos hombres sin hacerme una escena de celos, aun así, me aferraba a ese amor.

Recuerdo aguantar las lágrimas, el nudo en la garganta, las ganas de gritar, hasta que él, mis amigas, y prácticamente todo el mundo, abandonó el establecimiento. Me quedé más tiempo, alegando que tenía que hablar con un profesor, pero en realidad, me dirigí a los baños, y allí liberé mis emociones.

Sé que varias chicas entraron a los lavabos. Escuché multitud de pasos en el pasillo aledaño. Tengo claro que todos ellos escucharon mis sollozos desde el cubículo, pero se marcharon de ahí, indiferentes al sufrimiento ajeno. Tú, sin embargo, no eres así, nunca lo fuiste.

Me sorprendió escuchar unos pasos detenerse ante la entrada. Recuerdo haberme sobresaltado al escuchar tu voz, preguntándome si estaba bien. Reconocí aquella voz como la del chico que se sentaba dos filas a mi derecha, el muchacho divertido que hablaba sobre videojuegos y se reía con sus amigos, sin importar la clase en la que estuviéramos. Me quedé callada, pero mis lágrimas amainaron.

Fue como si mi cuerpo estuviera agradecido de oír palabras de apoyo. Recuerdo calmarme poco a poco, y haber escuchado atenta por si escuchaba tus pasos, que me indicarían que te habías ido. Pero no oí nada. Te quedaste.

Cuando paré de llorar por completo, volví a escuchar tu voz: "¿Sigues viva? ¿Puedo pasar?"

Recuerdo claramente tus palabras, porque en ese momento descubrí que no estaba sola, y que la humanidad no estaba tan perdida como yo pensaba. Recuerdo pensar que eras el único ser humano en la Tierra que valía la pena.

Sí, amor mío, sigo viva... y te extraño con todo mi ser.

-Luna

-Luna

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Cruel distanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora