Octava carta: Por ti

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Lo he logrado.

He terminado mi primer día en el instituto, sin morir en el intento.

Todo ha ido mejor de lo que imaginé. Las clases me parecen muchísimo más apasionantes que cuando estudiaba Derecho, y por primera vez en mucho tiempo, llegué a mi apartamento sintiendo que estaba haciendo lo correcto con mi vida.

Es gracias a ti, Julián.

Es difícil pensar en que la muerte de quien más amas, pueda producir algo positivo en tu vida. Sé que las cosas serían todavía mejores estando contigo, pero siento que a pesar de que no estés, has encontrado la manera de ayudarme.

Aunque ya no estés conmigo físicamente, el perderte me hizo darme cuenta de lo carente de sentido que se había vuelto mi vida.

Si las cosas están mejorando, es por ti.

Tu ausencia ya no duele como lo hacía antes. Es cierto que permaneceré el resto de mi vida preguntándome que hubiera sucedido si me hubiera quedado contigo, pero también es cierto que el tiempo ha hecho su trabajo.

Te amaré por siempre, pero finalmente he aceptado que ya no estás.

Ahora, tengo una postura distinta frente a la vida. He aceptado que no volverás, y que lo siempre deseaste, fue que yo fuera feliz. Durante estos cuatro años me ha costado horrores lograrlo, pero confío en que, con el tiempo, podré hacerlo.

Jamás podré enmendar el error de haberte dejado, pero sí puedo enmendar mi vida.

El mero hecho de poder hablarte por medio de estas cartas me hace sentir mejor.

Funcionan como si fueran una especie de canal de radio entre ambos, haciéndome sentir que aún formas parte de mí, que aun te lo puedo contar todo, y que sigues ahí, en alguna parte, escuchándome y apoyándome desde la distancia.

En la carta anterior, te dije que el hecho de volver de estudiar me había hecho desear regresar a mis años en el colegio, contigo. Pues, también me ha hecho recordar una de las noches más maravillosas de mi vida.

Nuestra graduación de 4° medio*.

Aquella, fue una noche increíble que recordaré por el resto de mi vida.

En ese entonces, aun no tenía idea de que había conseguido una beca en Australia, creía que iba a estudiar en Santiago, que te vería a menudo, y que posiblemente, luego de un par de años, viviríamos juntos. Mi futuro se veía brillante y feliz, y sabía que esa ceremonia sería el comienzo de ese futuro.

El hecho de que estaba sumamente emocionada por estar contigo en aquel momento tan importante de mi vida, sumado a mis grandes expectativas para los años siguientes, lograron que estuviera más que nerviosa durante las horas previas.

Luego de hacerme el peinado en la peluquería, maquillarme y calzarme un precioso vestido azul hasta el piso, recuerdo caminar de un lado a otro por la casa, esperando para poder subirme al auto de una vez e ir a tu encuentro. Nerviosísima, me preocupaba si te agradaría como me veía, si mi peinado era demasiado simple, si me caería al usar los tacones, e idioteces similares.

Se podría decir que me aterraba la idea de arruinar una noche tan importante en mi vida, por culpa de mi torpeza.

Sin embargo, cuando llegué al lugar donde se desarrollaría todo, y te vi esperándome en la entrada, calzando un precioso esmoquin y una corbata del mismo azul de mi vestido, todas mis dudas se disiparon. Había sido una tonta.

Tú estabas ahí, ¿cómo podría no resultar una noche mágica?

Bajé del auto, despidiéndome de mis padres y avanzando hacia ti. Despidiéndome de lo que fui y avanzando hacia mi futuro... o al menos, eso me hubiera gustado.

Me viste, y en tu rostro se formó una sonrisa que jamás podré olvidar, una sonrisa que, nuevamente, me hizo sentir que todo iría bien. Tomé tu mano y te di un corto beso. Me dijiste que estaba preciosa, te dije que eras hermoso. Avanzamos hacia el sitio que presenciaría aquella mágica noche y todo dio comienzo.

Estuve junto a ti durante toda la fiesta, gozamos de las movidas canciones que compartimos con nuestros amigos, y aprovechamos las canciones lentas para mantenernos abrazados. Con las luces de fiesta resplandeciendo en medio de la oscuridad, y nuestras siluetas unidas en el centro de la pista, sentí que resplandecíamos.

Supe que estábamos destinados a estar juntos, y que cada persona presente en aquel sitio, lo notaba al vernos bailar. Veía las sonrisas en sus rostros, y sentía que más allá de las luces, del resto de las parejas, más allá de la oscuridad incluso, nuestro amor se palpaba en cada paso que dábamos.

Aquella noche me sentí agradecida de mi vida, de mis amigos, de mi familia, y del inmenso privilegio de tenerte a mi lado.

Si veo en retrospectiva, me hubiera gustado jamás recibir aquella carta, informándome de la beca que había ganado para irme a estudiar al otro lado del mundo.

Si miro hacia atrás, me hubiera gustado quedarme en Santiago, contigo.

No lo hice, pero por primera vez en años, me he dado cuenta de que, de nada me sirve arrepentirme.

Cambié aquel futuro que anhelaba, pero confío en que el que obtenga, no estará tan mal.

Me hubiera encantado vivir contigo, pero ahora, viviré por ti.

-Luna

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*4° medio: En el sistema educacional chileno, último año de enseñanza media, antes de ingresar a la universidad.

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