Segunda carta: Aún deseo más

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Escribí la primera carta pensando en desahogarme de una vez. Dejar ir el dolor que me provocó tu partida, hablando con la única persona capaz de hacerme sentir mejor: Tú, Julián. Eres la causa de mi dolor, y a la vez, el remedio para poder soportarlo.

¿Pero cómo podría soportar? ¿Cómo un alma débil como la mía podría estar sin ti?

Pensé que una carta sería suficiente... me equivocaba.

Han pasado dos semanas desde que la escribí, y durante ese tiempo, las palabras que aún me faltaban por decirte se arremolinaban en mi cabeza, negándose a desaparecer, obligándome a que las exprese. No puedo decirlo todo en una sola carta. Me es imposible. Siento demasiado como para escribir tan poco.

Lo que escribí en un principio es solo el comienzo de nuestra historia, y apenas el inicio de todo lo que aún tengo que decirte.

Ese día me salvaste. Me mostraste que no todo estaba perdido, y entonces uniste mi corazón al tuyo por toda la eternidad. Entraste a los baños de mujeres, y yo salí del cubículo, hecha un desastre. La cara roja, los ojos hinchados, el pelo enmarañado, y recuerdo que me preguntaste si quería un abrazo.

Te miré a los ojos y pensé que eras un ángel, un ángel de dulces ojos marrones. Recuerdo asentir con la cabeza y dejarme caer en tu pecho. Ya no estaba llorando, pero aun así, me rodeaste con tus brazos por unos segundos, y supe que serías mi salvación. Me soltaste, y anhelé más contacto. Desee más.

Aún deseo más.

Me sonreíste y te alejaste. Recuerdo quedarme paralizada, como quien presencia un milagro, y luego echar a correr detrás de ti. "¡Detente!" grité. Unos metros más adelante, te diste la vuelta, te agradecí por haberte quedado, y me hiciste señas para que fuera hacia ti. Caminamos juntos hasta la entrada del metro, hablando de trivialidades y riéndonos de lo sucedido.

No me preguntaste qué me había pasado. No te pregunté por qué te habías quedado. Porque, en realidad ¿Qué importancia tenía? ¿De qué me serviría gastar mi tiempo hablando de Daniel, el chico que nunca me amó, cuando había conocido a una persona que realmente valía la pena?

La conversación entre ambos fluyó de manera sorprendente. Jamás me había sentido así de cómoda hablando, ni siquiera con mis amigos más cercanos. Al llegar a casa, le conté a mi madre que mi novio había roto conmigo, y ella, preocupada, me había preguntado cómo me encontraba. "Bien", contesté por costumbre, pero me sorprendí al darme cuenta de que era la verdad.

El haberme encontrado contigo, había transformado uno de los peores días de mi vida, en un día digno de ser recordado, en el comienzo de una historia que desearía hubiera sido eterna.

Durante el resto de la jornada, no pensé ni un poco en Daniel, ni me avergoncé por el ridículo que había hecho. Lo único en lo que podía pensar era en ti, y en lo confortable que era la tela de tu camisa. Estaba segura de que los abrazos de mi primer novio no emanaban la misma calidez, que no eran tan sinceros...

Esa misma noche, supe que estaba irremediablemente enamorada de ti.

Fue algo rápido y contundente. Un sentimiento avasallador, que llenó mi corazón aquel día hace diez años, y del cual me ha sido imposible deshacerme. Quizá, en parte, se deba a que no quiero.

Dejar de amarte sería como tirar al papelero los mejores años de mi vida. Dejar de lado esos recuerdos me transformaría en una persona más infame de lo que ya soy, pues sentiría que te abandono una vez más, y que vuelvo a dejar de lado al gran amor de mi vida.

No sabes cuánto me arrepiento de no haberme dado cuenta antes, de que lo único que siempre necesitaré, es a ti.

Aún te amo, y no sabes cuánto anhelo un abrazo tuyo.

-Luna


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