Paladí

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En una mañana fresca con sabor a jugo manzana crocante, camino sobre las nubes de cristal que dejó huérfanas la lluvia nocturna, volteo al frente -a ningún lado- y de reojo percibo las espirales de otras ciudades, cuando me vuelvo hacia ellas, sólo veo sombras brillantes, remolinos de polvo o caracolas bailarinas, algún día me gustaría perderme un tiempo en ellas e impregnar de abronias sus pantanos o sus desiertos con nenúfares. Pero... ¿Quién soy yo sino una simple Paladit?

Paladi tiene un aire ligeramente morado y sabe a maracuyá, sus bosques montañosos con aires orientales van de pálidos lavanda a vinos pasionales.

Los árboles tienen ramas de veleta y hojas susurrantes, en el agua transparente del lago; como un reflejo a la inversa, sus raíces se enredan y diluyen en la profundidad de su arquitectura simbólica. Aquí las aves cantan de vez en cuando a los paladits descifrando las partituras de sus almas.

Una vez pasando precisamente por el lago arpa; recuerdo que un polluelo levanto su mirada malaquita hacia mí y yo decidí seguirlo, el murmullo cascabelero de su vuelo se mezcló con el eco monosonoro de una campana, el cual; se sostuvo en mis oídos aún después de haberse disipado.

Esa ave me pareció hechizante, al grado de ni siquiera saber cuántos puentes móviles atravesé persiguiéndola, sin embargo; aún recuerdo ese último hecho con plumas de cuervo, quien me regresó al comienzo bajo la sombra del salita salix que en ese momento llovía su rocío serpentero de cristal, ahí, en las ramas de ése árbol; se posó el polluelo confundido. Fue entonces cuando me senté a escuchar mi melodía, la melodía de mi alma, o al menos eso creía, ahora sé que sólo fue una resonancia del fantasma de lo que en verdad es, jamás será igual a la mía. Porque soy paladit, Paladí es parte de mí, mis pies absorben agua de limón, estoy hecha de sus caracolas empolvadas y de los hermanos puentes que se mueven de un lado a otro, de la luna de hielo y leche que se derrite, de su aroma morado y sus ninfas palo de rosa que tintinean con el viento, mas yo soy errante, viajera, cristal, también lodo, cuchillo de piedra y arena de mar desierto, aunque los puentes móviles son mis compañeros y estoy hecha de barro paladí ¡YO NO SOY PALADÍ!

He recorrido distintos caminos, todos ellos persiguiendo a la bruma de la que al mismo tiempo huía y ya casi me alcanza, lo sé, entre más corra más pronto lo hará.

Es cierto eso que dicen, nadie nunca ha llegado al centro de Paladí, pero a veces, éste se proyecta en los sueños de sus habitantes. No lo sé, yo toda mi vida lo he buscado, pero creo que ya me cansé de hacerlo, estoy tan exhausta que ya no sé ni qué busco y una vez sea bruma tal vez ya no me importe.

Un rumor de campanas sórdidas se acerca ¿Es la bruma? No, es esa ave con plumas de sangre palpitante y ojos malaquita.

Shhh, ya no me cantes, ave viajera, las notas de mi melodía cambiante, se van marcando en el mapa que escurre de tinta con mis pasos.

Así que déjame beber las gotas dulces de tu silencio antes de que mi vela se derrita.

Delirios sonámbulosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora