Historias De Un Viajero

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Despierto. Lo primero que ven mis ojos, todos los días, desde aquél cumpleaños número siete, en el que mi padre pintó el techo de color azul y manchas blancas, como queriendo hacerme pensar que miraba al cielo. Lo primero que mis ojos ven al despertar.

Hoy es uno de los días más importantes para la vida de mis padres, y sería políticamente correcto decir que para mi también, pero en realidad no siento que haya logrado algo hoy, que es mi graduación universitaria.
Por fin dejaré de tener que estar al tanto de la vida de todos mis hipócritas compañeros de clase; o el patético sistema dictador con el cual intentaban controlarnos, haciéndonos creer que todo lo que hacían era para nuestro bien; y ni se hable de la comida, que pareciera que pagaba para que me alimentaran como reo en una prisión de máxima seguridad.
Aunque no siento la necesidad de extrañar nada de esto, sé que en algún punto de mi vida, lo haré.

Hoy es el día más importante para la vida de mis padres, a quienes admiro y respeto por dar la cara y sustentar mis estudios por más de veinte años; el premio, las ovaciones y los aplausos son para ellos por lograr terminar de pagar la inversión más basta de sus deudas.

En realidad nunca fui un mal estudiante. Siempre me he caracterizado por salir adelante en cuestión de liderazgo y asuntos sociales. Aunque las matemáticas nunca se me dieron, era muy bueno haciendole creer a todos que sí lo era.
Ahora, con el título universitario en la carrera de Relaciones Internacionales, podré demostrale a mi familia, que no soy tan idiota como pensaban.

-¡Apurale Adrián!, ya nos tenemos que ir-
-Sí ma, solo necesito una corbata...-

Odio las corbatas.
Nunca aprendí, ni pretendo aprender a hacer el nudo en mi cuello, que en realidad, parece más una gran cuerda a punto de cumplir mi sentencia en la horca.

Subo al auto. Aquél pedazo de chatarra que tenemos desde que la empresa de mi padre quedó en banca rota. Me hace sentir que ni siquiera deberíamos estar vestidos de esta manera, me parece una vil mentira pensar que estaremos rodeados de familias opulentas, y nosotros querremos pasar desapercibidos con perfumes baratos y trajes de segunda mano. Sin reloj y corbatas de tela gruesa.
Odio las corbatas.

Al fin estamos aquí.
La primera persona que veo a lo lejos es a Fernanda, la chica de la que he estado enamorado desde aquél cumpleaños número siete.
Nunca me acerqué a ella en ese plan, porque en realidad no tenía idea de cómo hacer feliz a la persona de mis sueños.
Así que solo lo dejé como estaba, como un sueño.

- Hola Adrián, ¿Listo para lanzar los birretes al cielo? -
- Listísimo mi Fer -

Carajo, es tan hermosa que podría comermela, literalmente.

Nunca me llevé muy bien con nadie más en mi grupo, todos siempre fuimos muy distantes; supongo que eso ayudó a que hoy esté aquí parado, esperando un diploma que simplemente no merezco.

- ¡Una... dos... tres! -
Todos los birretes salieron volando, casualmente, el mío quedó atorado en uno de los candiles del techo del salón
- Mierda... - pensé - tengo que regresar esto a la lugar donde lo alquilé -

- Hola bobo... - era Fernanda, con esa mirada tan viva, y esa hermosa sonrisa. -Veo que serás el último en salir de este salón -
- Supongo que sí, ese birrete no se puede quedar ahí...-
- Verás, haré una fiesta en mi casa, hoy por la noche, y pensaba invitarte a tomar unos tragos conmigo y mis amigos -
- ¡Oh! Amm, claro... - cada que me mira de esa manera, comienzo a titubear - ...en cuanto baje ese birrete de ahí, iré a ponerme mis mejores trapos -
-Excelente bobito, suerte con eso. Te veo más tarde. ¡No te vayas a caer eh! -

Y así fue. Me caí de una altura de más de tres metros.

Casi siempre me he dado a notar por mi agilidad y mi cuerpo delgado, pero también por mis movimientos torpes e indefinidos.
A la edad de 9 años, me rompí a la mitad el hueso de mi brazo derecho, después de intentar trepar un arbol de 6 metros de altura, con el pretexto de demostrarle a mis vecinos, que yo era mucho mejor que Spider-Man.
Dos días antes de cumplir mis quince años, me fracturé la muñeca jugando volleyball en el colegio, lanzándome al suelo para rescatar el balón, que de cualquier manera, caería afuera de mi area.

Pero hoy, una esguince en un dedo no me detuvo a ir a la fiesta de Fernanda.

- Hola bobito, creí que no vendrías - era Fernanda. Se veía espectacular.
- Sí, bueno... - y yo, tan patético como siempre, intentando ocultar mi mano lastimada.
- ¡¿Qué te pasó?! -
- Me... me corté, cocinando... -
- Un recién licenciado que sabe cocinar, ¡que atractivo eh! -
- Ja. Bueno, no es nada... -
- Ven, vamos adentro. -

Pocas veces había entrado a su casa. Nunca para una fiesta de esta magnitud.
Pude detectar el cigarro a penas puse el pié adentro. La esencia de la marihuana iba y regresaba a ratos. Había gente tan borracha que dormía, y otros cuantos simplemente conversaban o bailaban.
Las únicas personas que conocía eran a Fernanda y Jorge, un ex compañero de clase en la preparatoria. Él nunca me cayó bien; incluso, alguna vez tuvimos una discusión tan fuerte, que terminó en golpiza. Mi cara estaba tan ensangrentada, que ni siquiera podía ver claramente. Obviamente eso provocó que lo expulsaran del colegio.

- Toma Adrián, la preparé especialmente para ti - era Fernanda, entregándome un vaso helado de Ron en las rocas.
- Gracias Fer. -
- Y, ¿Qué le depara el futuro al licenciado Adrián González? -
- Supongo que ayudaré a mis padres en el negocio -
- ¿En la carnicería? -
- Afirmativo pareja. - respondí justo despues de un largo trago a mi vaso. - ¿Qué harás tú, Fer? -
- Estoy trabajando en la empresa de mi novio, Jorge. ¿Lo conoces? -
Hijo de puta, sabía que algo no andaba bien. Ahora tendré que lidiar con eso también. Pero algún día le daré lo que se mere... - Adrián, ¿Estás bien? -
-¿Eh? Sí, sí lo conozco. Es un buen tipo...-

La fiesta fue un asco despues de eso. Odio pasar por ello, tener que hacer acto de presencia, y luego largarme de ahí, como si fuera tan divertido.
- Bueno, a fin de cuentas, tomé gratis ... - pensé mientras caminaba de regreso a casa en la oscuridad de las calles.
La mano lastimada, el corazón roto, frustrado y borracho.

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