Ls.. ¿Qué?

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Entonces ahí estaba, esperando, las personas iban y venían, se despedían, se saludaban, el calor insoportable, algunos como costumbre con audífonos mandando a la mierda todo, otros hipnotizados por sus pensamientos. Caminaban con o sin rumbo, no lo sé.
Llegaron los tres. Mi amigo Fausto, su pareja Keila, y Samara la chica con la que cogeria yo.
Las dejamos en la casa, Fausto y yo salimos por unas cheves frías un par de cigarros para romper un poco el hielo entre todos y empezar lo que habíamos planeado.
Durante el trayecto nos gritábamos de ansiedad, nos reíamos de nuestra locura.
- Si vinieron we, jaja
- Te dije, esas viejas son así de zorras, ¿En dónde me dejaste los condones?
- No los he separado, cuando me vaya al cuarto de mi hermana te los dejo... ¿Traes la hierba?
- Claro que si amigo. Mira lo que me meteré <le dije con mirada asechadora y sacando un cuadro de lsd>
- No mames we. Disfrútalo.
Caminamos un pedazo de esa calle agrietada, cruda, grisácea y nos metimos en la casa simple de Fausto. Nos servimos las cheves, los cigarrillos son siempre después del sexo. Fui a la cocina, eran las 3:30 pm, me metí debajo de la lengua aquella baratija de droga. Pensé que iba a funcionar me decía a mí mismo, mientras me acercaba a la chica con cabello largo color castaño, ojos regateadores, piel adecuada, de estatura normal, los jeans le quedaban bien. Acercándome al son de Tame Impala, moviéndome ridículamente. Nos costó trabajo adaptarnos porque en esta ocasión le era infiel a su novio, claro no era la primera.
Decidme a mí mismo que era una pendejada eso del cuadro, nos metimos en el cuarto, se rió ansiosamente, la abrace por atrás, nos pegamos, la bese en el cuello, mi lengua recorrió toda bajada y subida de ese terreno  y con mi mano le recogí su cabello, nos excitamos, poco a poco se desbordó toda aquella ropa que nos estorbaba para que me tuviera dentro suyo. Nos acostamos, el ácido tomo el efecto. Sonidos candentes, desborde de colores por mis ojos, sentía los colores y veía la música. Me elevaba con turbaciones en el despeje, todo se movía de un lado a otro rápido, de colores neón, morados, amarillos, azules, rojos, verdes. Eventually de Tame la veía, veía como se iba conformando frente de mi, se volvió penumbra todo lo que había en el cuarto incluso me olvide que Samara estaba ahí y de todo lo que teníamos que hacer. Tomaba forma la canción, como un pedazo de tierra que se eleva con miles de rascacielos en su epicentro del sismo que la hacía flotar, con un fondo de arcoiris  cambiante, el sol salía, yo me acercaba volando como ave hacia allá. Enloquecí. El ácido se contagió un poco en la boca de ella, sintió mucho adormecimiento, tal vez por lo que el condón guardo como testigo de aquella reconquista... Mis ojos veían confusamente la cobija rayada, que se convirtió en un pavo real plasmado, inmóvil, la besé, y me perdí en el viaje.
Regreso de aquella ciudad como las que describe Calvino en Ciudades invisibles, inverosímiles con opulencia de arte. Abro los ojos. Se escuchaban jadeos fuertes, era Fausto empeñado en hacer sentir en la gloria a aquella mujer de estatura baja.
Fui al baño, me mire inmensamente, desconociendo la imagen de mi rostro. Dios, mis ojos se desvanecían. Me encontré a Fausto regresando de su azotea, fue a fumar la hierba. Nos topamos, nos dijimos unas palabras con tono  agresivo, o cuando estás demasiado drogado todas las cosas se sienten así. Nos alejamos, cada quien a su cuarto.
La mariguana te hace sentir como en un sueño, te hace sentir como en aquella parte onírica antes de dormir, tus pensamientos pasan de a uno por uno, hace que te des cuenta de tu "yo vulnerable", hace que te des cuenta que has estado viviendo en medio de grandes cambios a cada segundo, te das cuenta que te has estado hablando a ti mismo desde siempre.
El ácido te empuja, es como si pudieras controlar ese sueño. Es adrupto, al principio se comporta como un día caluroso en verano y poco a poco se transforma en un huracán que te lleva a su centro, te maltrata, te acaricia, te vuelve a maltratar y al final tú decides que es lo que quieres como despedida, una cachetada o una caricia.
Ahí estaba tirado, sin sentido, sintiendo cada partícula, sintiendo como me quitaba mi piel, mi cáscara para vivir en un mundo más real, más pegajoso, sin penumbras por palabras bonitas o por mirada acostumbrada. Renacían los objetos, su textura era más nítida, parecía milagro cada estructura. Anochecía, bailaba sin parar, solo, la chica quería coger de nuevo, la verdad no quise hacerlo de nuevo porque no lo hace salvaje, es estática y me aburrió, no deja que le apriete sus tetas, todo oculto. Aburrimiento.
Me mando al coño, pero no me importó, andaba como al 200%, era tanta la adrenalina en mi ser que se desbordaba en gritos y movimientos como los que hay en el baile de Pulp Fiction.
Se fue la chica, mi amigo drogado la fue a dejar a una parada de autobuses, yo me quedé solo, conectado al internet. Es lo único que podía hacer para que no me venciera el viaje. El internet no es más que la mente, la conciencia general del ser humano, de toda la humanidad. Eso me dije mientras decía que la vida no es nada sin planes a futuro, que no valía la pena estar triste por cosas del pasado. Lo que fue, ya fue.
Mi estado era al punto de paranoia, sentía que me quedaba en el viaje, en esa sensación de despreocupación por todo. Sentía que me alejaba de todo aquello real que había, parecía como si todo fuera de plastilina.
Salimos por hamburguesa, el ambiente era frío, color tronado, una sensación de una película de suspenso. Mis pies se movían frente de mi, moría de frío, no podía hablar. Mi amigo estaba drogado y yo también, sentía angustia de que unos puercos (policías) nos cacharan.
¿Por qué debemos de ocultar que estamos drogados? Supuestamente es insano, pero en realidad cuando uno está drogado tiene más miedo de lo normal. Por eso en ocasiones son agresivos los sujetos, se intentan defender de toda aquella malicia que perciben, la realidad es cruel. Estábamos en el comedor de Fausto, todo parecía normal, sentía que ya se me había bajado el efecto. Comía y comía, a cada bocado sentía la hamburguesa pesada, minuciosamente percibía la sensación de tierra de la grasa de cada salchicha, el refrescante jugo de aquel jitomate, de aquella lechuga, la mostaza le da un toque salado. No quería mirar la hamburguesa, mi instinto, mi estomago que ya estaba lleno, mi cabeza daba vueltas, me obligó a mirar hacia abajo, vi ese mantel blanco tristón, el desechable barato, el perfil de un vaso con refresco, las papas fritas, y el cúmulo de carne, veía claramente cómo se movía la carne, como si solo fuera un conjunto de lombrices, inmediatamente mi mente se fue a la empresa donde las máquinas cortan y mezclan la carne, de ahí se fue más atrás, hasta llegar al rastro, carne llena de moscas negras, y de ahí corrió hasta la vida aburrida que tuvo la res en su establo o campo de criadero.
Iba y venía, otra idea vaga que tuve fue la de humanidad y su historia como un árbol enorme, cada quien hace su camino que se asemeja a la rama que se va extendiendo hacia el cielo. Algún día estaremos tan lejos de la raíz que el árbol se marchitara, se quemara la vida en fulminante esplendor y poco a poco nos ahogaremos con el humo  de toda la sin salida que hemos hecho.
Demasiada nostalgia produce en pensar un final y mucho más la de mi existencia, entonces recordé que mis padres estarían en casa esperándome y eso me alteraba, me ponía en pánico el saber que yo estaba drogado y tenía que recorrer una gran cantidad de distancia desde la casa de Fausto a la mía entre toda esa gente que aparentaba estar normal. Y cuando llega el pánico la droga te maltrata, te golpea con látigos de cuero haciendo que te retuerzas de dolor al golpe que recibes en tu psique.
Salimos, como truenos vagando entre esas calles semi-oscuras que tiene el barrio semi-pobre arrastrando nuestras semi-existencias pensando en cosas semi-estúpidas y riendo de nuestro completo pasado.
La parada estaba, los humanos se parecen mucho a las hormigas, que susto hemos de dar, porque no somos una plaga de insectos, somos una plaga de humanos y eso es mucho peor para este hermoso planeta hediondo.
Tomé el camión, me senté rápido y calmado, pensaba que me hacía falta unas gafas de color negro para cubrir mis ojos y no preocuparme por captar las miradas de forma directa de los demás, pero nunca me han gustado así que aguante la mirada de una chica rechoncha, robusta, asquerosa en su forma de devorar las papas fritas que comía con su dedo todo puerco tras agarrar ese celular que no suelta ni cuando caga, estoy seguro, la otra mirada fue de un joven que iba con su novia, el muy estúpido pensaba que miraba a su chica, he visto pompis idiota y aseguró que las de ella no están chidas como las que he golpeado con mi pelvis ya que está toda delgada, le hacen falta vitaminas y un par de tetas, pensé y luego me calmé. La otra mirada intrigada era la de un hombre de cuarenta años aprox,  tenía bigote con canas, demasiado acabado, le hace falta sexo pensé ya que su mano estaba por su sexo, así, sin discreción, el muy hijo de puta después de que cachó que lo descubrí que miraba a esa regordeta me retaba la mirada, así que mejor cerré los ojos para no lidiar con todas esas apariencias falsas-pervertidas que tienes que soportar porque el Universo las dirigió hacia ti en tu regreso a casa.
Cierras los ojos y es diferente, es tu mundo, donde guardas las cosas más importantes o las mejores, ahí dentro tienes la oportunidad de acomodar todo o de tener un desmadre como es mi caso en esta vez, ya saben, la droga es, también, un terremoto que te sacude y te saca los escombros bien guardados de tu misteriosa y penumbrosa mente. En fin, empecé a organizar y retomar lo verdadero o algo parecido.
Corrí, sudoroso, agitado, no controlaba mi respiración, por fin en casa. No había nadie, subí las escaleras, mi cuarto, me vi en ese espejo de cuerpo completo, me insulte un par de veces y después me halague, leí, reí, lloré, camine en círculos, el dormitorio siempre gritando la personalidad de cada persona, en este caso aburrido, me emocioné, llegaron mis padres, hice el que leía, porque al hacer esas pendejadas sabía que aún estaba drogado... Dormí.

HostilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora