Me alejo de casa. El transporte es rutinario, es monótono. El hedor de la gente hace que mi nariz se irrite. La gran ciudad, de lejos se ve calmada como si no hubiera nadie, pero minuciosamente cuando caminas entre sus calles te das cuenta que se consolidan muchas vidas, idas de un lugar a otro.
La gran voz que nunca me abandonará hasta la muerte venía dándome una charla acerca de lo ridícula y extraña que es la raza humana. Somos seres curiosos en un lugar lleno de misterios. Esa fue la conclusión de todo aquel pensamiento que como árbol crecía hasta dar aquel fruto.
Camine de una estación del metro hacia mi destino, fueron como 2km, muy poquito, mis piernas se han acostumbrado a un desgaste más fuerte.
Unos tipos estaban parados en una esquina de las calles que tenía que cruzar para llegar al lugar de la fiesta. De lejos noto que están conviviendo, pero su forma de vestir es maleante, con descuido a su cuerpo. Estaba en un lugar que no conocía bien, por lo tanto cuando pase a lado de ellos, me sentí débil, vulnerable a que me agredieran y me quitaran mis bienes materiales. Los pase de lleno con sudor en las manos y con mirada al asecho. Me sentí aliviado.
Me abrieron la puerta, subí las escaleras para llegar al departamento. Entro, en la penumbra veo a chicos de mi edad tomando en una mesa... Saludo a todos, y como cuando siempre eres el último en llegar te sientes algo desconectado de todo lo que han hecho y lo que están a punto de realizar.
Tomé, tomé y comí frituras. Entable una conversación con el chico que se veía con mejor estilo. Jugamos botella, bebía whisky solo. El panorama cambió de ser nítido a ser un poco borroso, perdí la cuenta de cuantas copas tenía en mi sangre. Calculo como 15.
Todos nos divertimos, el whisky abusa de mi, me adormece, bailo con la chica más bonita del lugar, me mareo, le pido disculpas por no seguir la pieza.
¡Oh! Aquella chica es súper hermosa, tiene facciones de una princesa, de una dama, caderas que todo hombre quisiera tener arriba de sus muslos, con senos adecuados a la figura de su tronco, como palomas blancas, de esas que se echan en las bodas, rendodez sublime.
Hay una gran laguna blanca, no recuerdo nada. La fiesta empeoró, cambio de ambiente, dejo de ser juvenil, atrevida o loca, para convertirse en una blasfemia, llena de sonidos que no le gustan a tus oídos.
Me dormí, no lo recuerdo.Abrí los ojos, me dijeron que ya había llegado, la chica con la que estaba texteando, su nombre es Marina. Es de estatura baja, cuerpo detallado, una belleza sútil, un comportamiento medio nostálgico, le gusta extenderse con un "Mmm" en cada respuesta a preguntas, sabe cómo acariciar el rostro, sus labios son excitantes.
La vi, traía un suéter amarillo que combinaba con sus botas café, haciéndola ver cómo si vistiera para aquella época del año donde se desprenden las hojas de los árboles.
Nuestro juego de miradas dio una chispa a las almas que conectaba. Empecé a aludir su gran llegada y la espera trágica que tuve ante su falta de presencia. Nos sentamos, poco nos dijimos, sonreímos, tal vez nos besamos. La miro, le digo lo que siento.
-¿Sabes?, es extraño, nunca había sentido nauseas en mi estomago por alguien.
- Ah, ¿te causo asco?
- No, solamente que ese mito de las mariposas en la panza es verdad, lo he comprobado contigo. <Se sonroja y me mira tiernamente>
El sol caía en el oeste. La invite a ver el atardecer, no lo dudó. Nos paramos, subimos más escaleras, caminamos por un pasillo y estábamos en los cuartos de lavado. El viento golpeaba nuestros rostros, hacia un poco de frío. El cielo con su hermoso arrebol nos sonreía. Me sentía satisfecho teniendo a una chica que me agrada a lado mío, escuchando las ideas estúpidas de ésta cabeza vacía que escupe una boca sucia que dice groserías.
Nos acurrucamos en un extremo de todo ese gran espacio, nos besamos. El asunto se puso horny, mi mano delineaba terreno de aquel universo entero. Delineaba curvas, mis labios invadían su cuello, ella se retorcía, le gustaba, sonreía. Jadeos. La recorro completamente. Andamos bien. Y aunque estábamos solos, no llegamos a más.
Cuando nuestros labios se desprenden de todo aquel vocablo que el cuerpo protestaba, nuestros ojos se conocían, se aceptaban dando un amanecer a un romance.
El cielo se hizo oscuro, ahora nuestro planeta nos daba la cara de todo el Universo, o lo que alcanzamos a ver. Subimos a la azotea del cuarto de lavado, la aflicción de nuestros corazones quebrados por amores antiguos fue la guía de aquel destino para quizás curarnos mutuamente. Con besos ligeros, caricias delicadas y miradas perspicaces disfrutamos de aquel cielo que estaba despejado, no había ningún cúmulo de gases, sólo la bella nocturna vista, estrellas, disfrutamos de aquel cinturón de Orion, de su galaxia, de Andromeda a miles de años luz con esa mancha opaca que conspira, que abarca.
Brillan esos astros, algunos ya no existen, sólo vemos su pasado, ese viaje de luz, tal vez para otro sistema nosotros ya no existamos y sólo somos ese viaje de luz. Y todo lo que va a pasar en un futuro lejano o cercano, ya pasó, ya no existimos, somos esos fotones a la velocidad infinita.
De pronto, apareció aquel movimiento de esa estrella fugaz, me encanto compartir esa vista, ese ser que desapareció en un par de segundos esperanzando a nosotros de que su belleza durara más. Anteriormente le había dicho que ella era como una estrella fugaz, hermosa, con brillo azulado, y no me importaba cuanto se tardará en atravesar este cielo inerte, le dije que la disfrutaría mucho porque había estado anhelando un milagro, un deseo. Y nada mejor que ella.
La acompañe a la estación del Metrobús. Se quitó mi chamarra, que guarda su dulce olor, y me la dio. Nos despedimos con un beso entre el labio y la mejilla. Nos dimos media vuelta, ella caminó al andén, yo al cruce de la avenida, entre pasos moribundos, con una sonrisa como la luna menguante, con un aburrido y fastidioso trayecto de regreso a casa. Y sin más nos fundimos entre todo el vulgo de aquella ciudad.Tal vez todo este sentir lo hizo el alcohol y no ella.
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Hostil
Genç KurguRelatos de aventuras. Jóvenes desdichadas con un incrédulo e inexperto chico. La cita era a las 4 y él siempre llegaba 4:20.