Espectro

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Acercó mas la botella hacia sí. Entre tanto, mas personas se acercaban a darle sus "sentidos" pésames. Otro kilo de perfumes en su ropa.
Hacía un buen rato que no veía a su abuela. De seguro andaba ocupada con la comida y esas cosas. Mientras tanto, el mareo ya se hacia sentir.
Miraba por todos lados buscando entretenerse; divisó a una buena cantidad de tías que le debían muchos regalos de navidad. Entre ellas la tía Amelya, la mas ricachona y su única madrina de bautismo ( La única que conocía). La madre de el fastidioso primo Tomas, que para su mala suerte era obligatoriamente traído a su casa a pasar los fines de semana. Era un Don Juan, creído, mimado, y sin el más mínimo respeto a los sentimientos ajenos. Tenía 17 años y el cabello negro en un corte onda "Zayn Malik" con esos ojos verdes característicos de la familia de su padre. No soportaba a ese chico.
Al parecer, este último se encontró con su próxima oportunidad de ligue y se acercaba lentamente a su presa: Una chica castaña, que traía un vestido ligeramente escotado de mangas largas y largor sobre las rodillas. Sus largas botas negras, al igual que su prenda, le llegaban al ruedo del vestido.
Se distrajo mirando la escena en la que su primo "favorito" era vilmente rechazado. Eso no era algo de todos los días.
No pudo contener una risita.
Dio un gran suspiro. Se le paso por la mente fumarse un cigarro. Nunca lo había hecho, ni siquiera por experimentar. Por alguna razón, en ese momento tenía ganas. Sacudió la cabeza tratando de apartar esa estupidez. No estaba en busca de un jodido cáncer de pulmón.
Otro vaso de alcohol. Así que no buscaba un cáncer de pulmón pero sí uno de hígado. Jake Steward eres un haz del cuidado de la salud. Serías un buen doctor.
Y llegó un paciente: la misma chica que había rechazado a Tomas y ahora quería un cáncer de hígado también.
Pero el problema era que esa chica era "esa" chica.
La niña de las novelas de terror.
Al parecer, le encantaba aparecer cuando estaba bebiendo lo cual lo hacia dudar de su existencia.
- Que mier...?!- se interrumpió antes de decir una grosería frente a ella. La chiquilla se había servido un generoso vaso de ron y estaba apunto de hacer fondo blanco.
Se lo arrebató de inmediato. Que le pasaba a esa niña?! Tendría 15 cuando mucho!. Tomas era un cerdo.
La niña lo observó fijamente enfocando sus ojos de un color gris tormentoso. Podía ver en ellos frustración por lo que acababa de hacer. Se palpó los bolsillos y sacó una tarjeta para posteriormente tendersela.
Era cómo una credencial de biblioteca o algo así. Una identificación de un club más bien.
" Nombre: Adele Alice Summer Peterson.
Edad: 18 años
Rango: Lector experimentado"

- Estas tomándome el pelo?!- exclamó Jake con los ojos como platos. El alcohol le hacía perder la vergüenza completamente. Pero, vamos! Cualquiera pudo haberse llevado esa impresión. La chica rodó los ojos y se apoderó nuevamente del vaso. Luego se fue sin más. Y se perdió entre la gente.
Trató de seguirla, mas su cabeza castaña se escabulló de su vista torpe, gracias, una vez más a la bebida.
No la volvió a ver por lo que quedaba del funeral. Tampoco se le ocurrió preguntarle porqué estaba ahí o qué era de su madre.
Simplemente no la volvió a ver.

Era como un espectro.

Ya le preguntaría todo. Si es que la volvía a ver...

El funeral duró más o menos hasta las 7 de la tarde. Su abuela se veía notoriamente fatigada. Se ocupó de recoger lo que quedaba de la tan "alegre" fiesta acontecida durante el día. Mientras tanto, Jake la observaba desde el sofá de la sala de Star, lugar en donde se había desarrollado dicho acontecimiento.
-Abue-nana, ya déjalo. Me ocuparé yo - dijo el joven. - Necesitas descansar -.
La mujer levantó la vista de los vasos de plástico que recogía del suelo para fijarse en su nieto. Entonces, cuando ella lo miró, pudo reparar en aquellos ojos antes llenos de entusiasmo y emoción joviales se encontraban marchitos ante el dolor de la partida de su única y amada hija, aquella ausente a quien siempre recordaba con el máximo amor con que las madres pueden hablar de sus hijos. Nunca la juzgó por su abandono, ni por sus errores. Siempre esperó, como el padre del hijo pródigo, verla cruzar el umbral de su hogar para volver a ser la familia feliz que habían sido. Se imaginó volver a verla, abrazarla, sentir su calor de nuevo mas, la realidad la azotó con sentimientos de impotencia, abrazos vacíos y un calor ya extinguido.
Esos ojos llenos de pena, solo rogaban que su nieto compartiera aquél dolor con ellos. Pero esté no podía compartir lo que sentía pues, no sentía absolutamente nada.
- Déjalo cielo, quiero acabar con esto ya, para poder descansar tranquila-. Supo entonces que, no solo se refería a la labor de limpieza que protagonizaba. Podía también notar el estado etílico de su nieto, en verdad no estaba en posición de ordenar nada.
- Avísame si necesitas ayuda - sugirió intentando darle sólo un sentido a la oración anterior. Ella asintió con aire distraído, él se dispuso a subir las escaleras con ayuda de los muros debido a su estado. Parecía ya una costumbre embriagarse seguido. Estaba dominando el arte de caminar mareado.
Logró con éxito llegar hasta su habitación. Se deshizo del traje oscuro que su abuela le había pedido usar, de los zapatos formales y se quedó en calcetines y ropa interior. Buscó en su buró su amada gorra de lana negra y se la colocó. Tomó su bata de baño y quiso ir por una aspirina antes de dormir. No cometería el mismo error de despertar con resaca de nuevo, al menos no una tan intensa. Antes de cerrar la puerta del buró, se detuvo a observarse en el espejo. Su aspecto era exactamente a como se sentía.
- Patético- se dijo a si mismo en voz alta.
Salió de su habitación, se dispuso a bajar nuevamente. Era una aventura intentar llegar a salvo mientras el mundo se agitaba a su alrededor. Entonces, antes de llegar a las escaleras, quiso tomarse un descanso apoyándose ligeramente en la puerta del cuarto de huéspedes que se encontraba justo antes de las escaleras. Se quedó ahí tomando fuerzas para seguir resistiendo el mareo. Entonces, justo cuando se impulsaría de su apoyo en la puerta para continuar su trayecto, la puerta se abrió con brutal fuerza. Fuerza que, en tal estado de tan mísero equilibrio, lo tiró de bruces al suelo.
- Rayos y más rayos... -. Se quejó en voz baja el muchacho mientras se sujetaba la cabeza aún en el suelo. La imagen de una chiquilla ofreciendo su mano como apoyo para que se levantara le desconcertó. Su rostro pálido denotaba pena y culpa por el accidente. Vestía un camisón pijama de color gris.
Fue cuando el castaño, sin más, con toda la torpeza y arrastrando palabras preguntó: - ¿Qué rayos haces aquí...?-.
Se apoyó en su pequeña mano para no perder equilibrio mientras volvía a ponerse en pie. Cuanto sus pies estuvieron todo lo firmes que el ron le permitió, ella se colocó bajo su brazo y lo guió hasta su habitación de nuevo.
- Oye iba por una aspirina... - le comentó como si la joven le hubiera preguntado, señalando las escaleras. Sin embargo, ella seguía en su afán de llevarlo a su cuarto. Por algún motivo, solo dejó que hiciera su trabajo sin resistirse demasiado.
Ella lo recostó en su cama, le tapó con el cobertor más caliente que encontró y se fue dejando la puerta abierta.
- Oyeeee...!! La puertaaa...!! - Le reclamó mientras se alejaba. En cuestión de minutos, volvió a aparecer aquel cuerpo diminuto, con una tableta de aspirinas y un vaso con agua, que dejó en su mesita de noche. Le acomodó el cobertor de nuevo y cuando se disponía a marcharse, el de ojos dorados le volvió a llamar.
-¿ Porqué estás aquí?- a lo que ella le respondió con indiferencia, mientras se marchaba y cerraba la puerta detrás de si.

Y no contestó a ninguna de sus preguntas, sólo se fue como un simple expectro.

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