Capítulo 1

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  Primer día

¡Rayos, ¿qué es ese maldito ruido?! Oh, claro, mi despertador... genial, es mi primer día de clases. Más emocionada no puedo encontrarme en este momento, ¿cierto?
Lo apagué y me levanté a duras penas, deseando con todas mis fuerzas no ir a la preparatoria. No por el hecho de que sea completamente tedioso, no, el motivo eran las personas de allí.
Lo único bueno era que este año mi querido hermano gemelo, Brad, me acompañaría en este largo martirio. Agradezco que mi padre por fin se haya percatado de sus obligaciones como tal y se haya dignado a sacar a su hijo del internado al que lo mandó, porque la verdad, no sé que iba a hacer un año más sin él.
Perfecto, al pensar todo esto perdí 10 minutos sentada en mi cama mirando a la nada. Simples efectos del primer día de clases, y de hecho de cada que vez que me levanto.
Empecé a alistarme, pero tan sólo de una manera sencilla. No soy como la mayoría de mis "queridísimas" compañeras que se bañan, se maquillan y se alisan u ondulan el cabello. ¡Joder mujeres! ¿A caso creen que se van a un maldito desfile de modas?
Finalmente, me acomodé el uniforme. Sí, usamos uniforme, gracias a Dios, porque sería lo más fastidioso del mundo tener que ver como esas zorras quieren parecerse aún más a las modelos con sus atuendos que prácticamente no les cubre nada, ¿no les da vergüenza?

Bajé a desayunar y mi hermano ya se encontraba sentado en la mesa.
-Hola idiota -lo saludé dulcemente-, ¿estás preparado para el primer día de clases?
-¡Claro que sí! -contestó Brad emocionado- No te imaginas las ganas que tengo de ir, sí, aunque tú no lo creas. Es que el internado era un asco, y verdaderamente extrañé el instituto hermana.
Oh, ¿olvidé mencionar que Brad es "popular"? Bueno, pues creo que la respuesta es que sí. Él y yo somos muy diferentes a pesar de ser gemelos, la vida de Brad siempre fue más fácil, tranquila y alegre, o por lo menos él la sobrellevó mejor que yo.
-¿Te pasa algo? -preguntó distrayéndome de mis pensamientos-.
-Um... no, sólo estaba pensando algunas cosas -contesté rogando que no me pidiera más detalles ya que no soy muy buena mintiendo-.
-Muy bien -dijo sin dar mucha importancia a mi contestación-. ¿Vamos ya? Yo conduzco.
-Claro -acepté-.
Había olvidado que a partir de ahora podríamos ir los dos juntos a la preparatoria en su auto y ya no tendría que ir más caminando. De hecho yo también hubiese podido aprender a conducir, pero por alguna razón me provoca terror hacerlo.
Entramos a su auto, que por cierto es muy llamativo. Un Lamborghini, ni más ni menos. Creo que cabe mencionar que mi familia es bastante adinerada, pero de hecho eso no importa. Lo único bueno de esto es que mi padre se la pasa trabajando y casi no se encuentra en mi casa, y mientras menos tiempo tenga que convivir con él, mejor.

-¿En que piensas hermana? -la voz de Brad me trajo de vuelta a la realidad-
-En nada -respondí-. Es sólo que... estoy nerviosa, ¿sabes? No quiero estar junto con todos esos idiotas, simplemente creo que no aguantaré. No voy a lograr soportar la soledad y la humillación un año más.
-No te preocupes pequeña -dijo mirándome con un brillo dulce en sus ojos-. Este año estoy yo, y no dejaré que estés sola, y en lo posible tampoco que te humillen.
-Gracias Brad -dije con una sincera sonrisa en mi rostro-. Eres el mejor hermano.
-Lo sé, lo sé -contestó él con superioridad, a lo que yo sólo reí-.

Y... genialmente genial. Llegamos al instituto, y para variar un poco, toda la atención se centró en nosotros.
Sí señoras y señores, ¡volvió Brad Henning! Y con una entrada triunfal en su flamante Lamborghini. Pero, ¿saben cuál era el único problema en esa triunfal entrada? La persona que estaba como acompañante en el asiento del coopiloto: yo.  

Dulce AgoníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora