1. Club Inferno

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OLIVIA

Subí las escaleras de la boca del metro con Mía a mi lado. La ciudad apestaba a humo y contaminación. Era asqueroso.

Bueno, para resumir, nos dirigíamos al centro. Ahí hay un montón de clubs y discotecas. Yo llevaba en mi mochila una botella de vodka rojo empezada que encontré en mi casa. La mochila pesaba un porrón. ¡Joder!

Mía y yo llegamos a La Calle de la Fiesta. O así la llamábamos nosotras, porque allí por alguna extraña razón (para nada competencia, nótese la ironía) se encontraban las mejores discotecas de la zona. Las dos nos sentamos en la acera y dejé caer la mochila desganada sin mucho cuidado.

—¡Olivia! ¡¿Sabes cuanto cuestan las copas dentro de los clubs?!—me regañó Mía.

—Tranquila, no se ha roto.—anuncié inspeccionando la botella.—Venga, di un color.

Mía y yo teníamos una especie de juego que hacíamos siempre para decidir a qué club entrar. Consistía en que una de nosotras decía un color y buscábamos una persona que llevase alguna prenda de ese mismo color. En cualquier club al que se metía nuestro elegido, nos metíamos nosotras.

—Rojo

— Pues ponte cómoda. Pasará un rato hasta que veamos a alguien vestido de rojo.

—Tenemos tiempo, es sábado. —dijo Mía, dándole un trago a la botella.

Eran ya cerca de las doce. Habíamos estado allí sentadas media hora. La botella estaba casi vacía. De pronto, divisé a una chica con una gabardina ¡roja! Avisé a Mía y las dos nos quedamos contemplándola atentamente. La chica se paró en la entrada de uno de los clubs y pasó.

Club Inferno.

— ¡Por fin!—exclamé, poniéndome de pie con algo de dificultad por el alcohol.—Oye, Mía, ¿por qué nunca hemos entrado a este club? Parece muy guaaaaay.

—No lo sé. —dijo ella mientras inspeccionaba un cartel pegado en la puerta del Club Inferno.— ¡Mira, va a tocar un grupo a las 12! ¡Vamos!

Ambas entramos. Dentro, había una especie de recibidor, lleno de luces neón rojas. Unos metros más allá, había una puerta con un guardia custodiándola. Me hizo gracia y se me escapó una risilla. De pronto, Mía puso cara de sorpresa.

— ¡Tía Olivia, el portero fue a la boda de mi madre! Espérame aquí.

Pasados unos minutos, Mía me hizo una seña para que me acercara a ella. El portero nos abrió la puerta y pasamos dentro.

—¿Como lo has hecho?—le pregunté.

—Le conté lo de mi madre, lo de que es una pena que se divorciara a los cinco meses y todos esos rollos. Al hombre le he dado pena y nos ha dejado entrar gratis. Y lo mejor de todo, tenemos esto—dijo mostrándome una pequeña libreta de tickets.— ¡Tenemos bebida gratis!

Las dos soltamos una risa. La sala principal del club era espaciosa. Seguía el estilo del recibidor. La sala se inundaba en luces de neón. Las paredes estaban pintadas con distintos graffitis. La gente bailaba en el centro y en el lado izquierdo había un escenario, preparado para que el grupo tocase. Sí, definitivamente me gustaba ese club. Mía y yo nos dirigimos a la pista. Nos mezclamos con la gente y empezamos a bailar. Después de un rato la música paró y subió al escenario lo que supuse que sería la banda de música y una chica de pelo azul y verde. Ésta habló primero.

— ¡Buenas noches Club Infernooo! —la gente vitoreó. Alguien del público gritó "Chloe te quiero" y ella se echó a reír.–Yo también te quiero. Ahora sí, bienvenidos al Club Inferno. Espero que os lo estéis pasando de puta madre. Esta noche tenemos algo muy especial. ¡Haced un poco de ruido para The Invalids!

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