Capítulo 2: Eres un completo idiota, Potter.

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  Eran las diez de la mañana en Londres, las tiendas comenzaban a llenarse de gente mientras que poco a poco el ajetreo en los centros comerciales iba creciendo. A mitad de la muchedumbre algo llamaba poderosamente la atención: seis cabezas pelirrojas caminaban apuradas; cinco hombres y una chica. Los varones se notaban algo molestos, pero la pequeña irradiaba energía y positivismo por donde se le mirara.

— Esto es increíble... — decía el mayor de los Weasley con varias bolsas en sus brazos. — No puedo creer que tu primera petición sea que te compremos ropa.

— Lo siento, pero realmente no tenía que ponerme y además gasté casi todo mi salario de dos años para pagar la academia...

— Academia que yo, o alguno de mis hermanos podría haberte pagado sin problemas— acusó Ron enojado, intentando que las muchas bolsas no se le cayeran.

— Ron tiene razón, enana— Fred la miró con ternura — pero eres más terca que una mula.

Todos rieron dándole la razón al gemelo, mientras Ginny lo miraba enojada.

— ¿Qué hora es?— preguntó la pelirroja mientras salían del centro comercial bastante cargados

— Eh, son las once menos cuarto. ¡Vaya! Te demoraste poquísimo en escoger tanta ropa— contestó Charlie, que sin duda era el que tenía más bolsas en sus brazos.

— ¡Mierda!— gritaron Ron y Ginny a la vez. Ron tenía práctica con su equipo hacía quince minutos, y Ginny entraba en menos de media hora a la academia.

— Tengo que irme... los veo en la cena— intentó como pudo pasarle las bolsas a Fred y George y corrió a desaparecerse a una esquina.

— Será mejor que nos vayamos— dijo la pelirroja y junto con sus hermanos desaparecieron tras Ron.

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Poco a poco el recinto se comenzaba a llenar, un preocupado Remus Lupin se paseaba de un lado a otro intentado en vano calmar sus nervios. Era el director de la prestigiosa Academia de Aurores y tenía que estar feliz, pues hoy recibían a los nuevos alumnos, pero no... Remus estaba nervioso y mientras ajustaba el cuello de su saco italiano pensaba en lo malo que había sido aceptar la sugerencia de su amigo de la infancia, James Potter.

Jamás debió si quiera considerar la propuesta, porque, aunque quería mucho a Harry, sabía que era apenas un adolescente y además era uno problemático. No dudaba de sus capacidades en la defensa de las artes oscuras, más bien dudaba de su responsabilidad. En ese sentido Harry era demasiado parecido a James y Sirius en su adolescencia.

— Si te sigues arrugando así romperás tu cara, amor— una hermosa chica le tocó el hombro con cariño. Era menuda y tenía la cara en forma de corazón, pero realmente eso pasaba inadvertido porque su pelo llamaba completamente la atención: era de un color fucsia casi fluorescente.

— Harry aún no llega y no tardan en aparecer los novatos

— Tranquilo, cariño. No tarda en llegar...

Y justamente un apurado Harry entraba en el recinto. Era un lugar espacioso, lleno de butacas y con un podio al centro, en el cual se podía observar hasta la última hilera de asientos.

— Llegas tarde— Remus lo miró con el ceño fruncido

— Mi madre no me dejaba venir sin tomar desayuno, Wolfi. Además, todavía no llegan los novicios

— Novatos, Harry... novatos— Tonks corrigió con una sonrisa

— Como sea— hizo un ademán despectivo con la mano y se alborotó el cabello. Remus lo seguía mirando ceñudo... era tan parecido a James.

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