Capítulo 1: Es mi última decisión, Harry.

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Era un hermoso mediodía en Londres, el astro rey se imponía con fuerza sobre las casas del pequeño Valle Godric. Un chico de cabello azabache dormía profundamente, con las sabanas enredadas en su escultural cuerpo. Prendas esparcidas por el suelo eran testigo de la divertida y excitante noche que había tenido; esta vez, con una sexy e intrépida rubia, secretaria del ministerio de magia. Era por supuesto, su chica de turno y no más que eso: la chica de la noche.

Harry Potter, a sus veinte años, era toda una celebridad en el mundo mágico, no tan solo por derrotar a Voldemort—el mago más tenebroso que había atormentado a millones de personas— junto a sus padres con apenas 17 años, sino que también por la vida que había escogido luego de cumplir con su profecía: una vida cargada de excesos. El alcohol, el sexo y las fiestas eran la rutina que llevaba Harry cada fin de semana. Siempre una chica distinta, siempre borracho, y siempre malgastando el dinero de sus padres.

James y Lily, luego de haber tenido que ofrecer su vida por culpa de la profecía, ya no sabían qué hacer con él. Lo habían entrenado para que pudiera enfrentarse a Voldemort y así salvar a toda la comunidad mágica, habían arriesgado a su hijo, le habían quitado su infancia, pero todo por un bien mayor. Luego de terminar con la pesadilla, Harry se había rebelado, y había decidido dar rienda suelta a la juventud que no pudo disfrutar antes.

El problema era... que ya se le había pasado la mano. Aún no sentaba cabeza, y no sabían que hacer con él.

A Harry le llovían las mujeres, y la fama se le había subido a la cabeza... pero nadie podía culparlo; más que mal, era el ''salvador del mundo mágico''.

James Potter estaba ansioso por volver a casa, había acompañado a Kingsley Shacklebolt, ministro de magia, a Estados Unidos en una reunión urgente con el ministro mágico de allá. Un idiota había decidido seguir los pasos de Voldemort y estaba atormentando muggles, y como jefe del cuartel de aurores, era su deber investigar.

Lily había aprovechado la ausencia de su esposo para visitar a su hermana, y aunque ya habían superado sus diferencias, seguía existiendo cierta tensión incómoda.

Apenas se iluminó una lata vacía, la tomó rápidamente. Esperaba llegar a su casa y tomarse una siesta que durara años. La edad ya le pasaba la cuenta: se cansaba con más facilidad y a veces le resultaba tormentoso realizar las tareas más fáciles en el ministerio. Sabía que su retiro estaba cerca, pero la única persona con las capacidades para reemplazarlo era todo un pelmazo, y aún no maduraba. Su jubilación tendría que esperar, y deseaba de todo corazón que su hijo ya recapacitara.

Sintió el habitual tirón en el ombligo y se encontró cara a cara con Sirius. Éste lo esperaba ansioso, pues los nuevos cadetes estaban por llegar y hacerles la entrevista era un proceso tan aburrido como sonaba.

— ¡James querido!— gritó Sirius apenas lo vio y corrió a darle un abrazo...

—No, Sirius, ni se te ocurra. ¡Quiero llegar a la casa! Estoy agotadísimo— lo cortó antes James, dándole un ligero golpe en la espalda—. Lily te invita a comer esta noche, así que por favor no llegues con otra ''amiguita''; entre tú y Harry me sacarán canas verdes. Tomó su bolso y desapareció. Ser el jefe del cuartel de aurores le daba ciertas facultades.

—Solo quería decirte que Harry hizo de las suyas anoche— le murmuró al aire y luego soltó una risita, James iba a querer morirse.

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Inmediatamente deseó haberse quedado con Sirius aunque fuera para dilatar una bomba que en cualquier momento explotaría... Su hijo, su querido único hijo y que ahora deseaba asesinar con todas sus fuerzas había hecho un desastre en la casa.

El ProfesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora