Capítulo 3: Me debes una, Potter.

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Ginny entró en su cuarto rápidamente y se tiró en la cama, se sentía exhausta. Harry había decidido comenzar a entrenar físicamente y aunque eso sonó genial al principio, ahora le pasaba la cuenta. No sentía sus piernas, tenía los brazos entumecidos y respiraba con dificultad... habían corrido dos kilómetros, seguidos de varias series de abdominales, dorsales y todos los ''ales'' que habían. Ella no sabía para que podía servir todo ese entrenamiento físico, pero Harry le había insistido en que era de vida o muerte. Si fuera por ella, solo aprendería hechizos complicados. Pero no... Harry estaba, desde hacía un par de semanas, todos los días a las seis de la mañana para que fueran a correr e hicieran la rutina de ejercicios. Ahora eran las siete y media y solo tenía quince minutos para ducharse y comenzar sus clases. Bufó exasperada y se paró para ir al baño.

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— Amor, ¿has sabido algo de Harry?— un sonriente James Potter entraba a su cuarto recién duchado, con la toalla amarrada en la cintura escuetamente, dejando entre ver un físico de envidia para cualquier cuarentón. Él estaba contento, pese al escape de Bellatrix, el trabajo marchaba de maravilla.

— Eh, no— contestó ella revolviéndose entre las sábanas — ¿Crees que le pasó algo?

— No lo creo, amor— dijo él dejando caer la toalla, le sonrió a Lily con picardía y le guiñó un ojo — es solo que hace tiempo que no sabemos nada de él.

— Dijo Remus que le había dado un trabajo especial en la academia— Lily se levantó ignorando deliberadamente a su esposo y se encerró en el cuarto de baño

— Sí, escuché eso. Pero creo que las palabras de Lunático fueron exactamente:Harry tiene un trabajo complejo, tanto mental como físico— James quedó pensativo y comenzó a vestirse para trabajar — ¿Crees que lo está explotando?

— No seas idiota, James— gritó Lily desde el baño, donde se podía oír el sonido de la ducha —Al fin Harry está trabajando, deberías alegrarte por eso

— Lo hago, es solo que me preocupa eso de ''tanto mental como físico''.

— Seguramente Remus lo tiene haciendo horas extras

— Excelente— se alegró James — Al fin se dará cuenta lo que cuesta ganarse el dinero.

— ¡Tú jamás trabajaste tanto para tener todo el dinero que tienes! ¡Fue una herencia!— le gritó Lily y James maldijo, a veces odiaba a su esposa.

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Ginny cerró la puerta del baño con cuidado, le molestaba tener el cuarto en la sección de profesores, porque todos compartían un solo baño y ducha. Bufó como siempre, se quitó la bata y entró a la ducha fría, para intentar relajar sus músculos y articulaciones doloridas por el ejercicio de la mañana.

Mientras se jabonaba el cuerpo pensaba en Harry... era un excelente maestro, de eso no había duda. Pero la estaba explotando, literalmente. No solo con sus clases, sino también con su actuar. Se pasaba casi todo el día molestándola para que pelearan y para que ella sacara su característica furia Weasley y lo insultara de la peor manera, ganándose varios castigos así. Ella intentaba ignorarlo, pero le resultaba imposible... había algo en Harry que la obligaba a estar siempre pendiente de él, no sabía lo que era y tampoco quería averiguarlo; de hecho, quería asfixiar a esas estúpidas mariposas que le revolvían el estómago cada vez que lo miraba.

Salió de la ducha y se cambió rápidamente, pero ya eran las ocho. Llegaría tarde a clases, cosa que jamás hacía y además, para su mala suerte, era la clase de Potter.

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