Capítulo 2

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Layla

La vida quería hundirme.

Y lo consiguió.

Tras la muerte de mi padre hace dos años conocí a Gema, ella me ayudo y nos hicimos inseparables. Cada vez que tenía algún problema ella estaba allí, bueno, casi siempre. Después de unos meses ella empezó a descuidarme teniendo celos de otras amigas y celos de mi con su novio. A mi no me gustaba para nada su novio, a mi me encantaba un chico llamado Sergio, estábamos en clase juntos y éramos muy buenos amigos. Con el tiempo él y yo nos fuimos encariñando más hasta que sucedió lo inevitable. Yo intentaba prestarles la misma atención a los dos aunque no siempre lo conseguía. Ellos fueron mi salvación aunque también mi ruina.

Al empezar el curso, hace dos semanas, a Sergio y a mi nos cambiaron de clase. Gema y yo nos peleábamos todos los días por minucias hasta que al final me harte y ayer le dije que era mejor que dejásemos de ser mejores amigas porque nuestra relación había empezado a ser explosiva y ya no era lo mismo de hace unos años. No quería malas influencias en mi vida.

El caso es que últimamente empezaba a ver a Sergio muy distante conmigo y eso era extraño ya que siempre estaba pegado a mi. Así que hoy por la mañana me dispuse a hablar con él seriamente. Cosa que no agradecí después pero supongo que es ley de vida.

Ahora estaba sola.

Muy sola.

Me encontraba en mi habitación con dos buenas tabletas de chocolate en la mesilla de noche y llorando a mares. Mis ojos verdes estaban hinchados y mis mejillas manchadas de rímel negro. No soportaba el dolor que se había adherido en mi interior.

Sola.

Esa palabra me volvió a la mente. Ya no me quedaba nada ni nadie.

Nada ni nadie.

No podía pensar con claridad.

Ellos dos me juraron que nunca me fallarían y que siempre íbamos a permanecer juntos.

Mentirosos.

Supongo que los "para siempre" no existían. Ni el amor. Ni las almas gemelas. Ni siquiera una buena amiga que estuviera en lo bueno y en lo malo.

Porque el problema de Gema no es que no estuviera en lo malo, era que no sabía estar en lo bueno. Pongo un ejemplo:

Imagínate que tienes un examen muy importante y te lo preparas con un amigo, los dos estudian por igual. Al darte la nota, ves que tu sacaste un diez y tu amigo un ocho y medio. Éste amigo debería de alegrarse por ti  y de tu buena calificación pero en cambio se molesta contigo y no entiende porque a ti te fue mejor en el examen que a él.

Esto era lo que pasaba con Gema. No sabía alegrarse de mis logros y encima le molestaban. Le molestaban tanto que intentaba que me sintiera mal. Y eso no era de buena persona y mucho menos de buena amiga.

Sola.

Esa palabra volvió a sonar en mi cabeza. Ya no lo soportaba más. Me lave la cara y lo siguiente que hice fue calzarme los tenis que me ponía para entrenar, ponerme un chándal, coger mi mochila, salir de mi casa y no parar de correr.

No me detuve ni para volver a coger aliento. No quería pensar y esa era la única forma de no hacerlo. Hacer ejercicio me despejaba y espero que después de todo esto mi mente solo quiera descansar.

Me paré en un sitio en donde solo había paredes y recordé que en la maleta llevaba los acrílicos que usaba para las clases de pintura en el colegio. Como la pared era blanca cogí un bote morado oscuro, moje el pincel en el bote y escribí en el muro "Gema puta" y una "L" como inicial de mi nombre.

Le saque una foto con el móvil y lo subí a "Instagram" publicando como pie de foto "Para que sepas lo mucho que te quiero", un emoticono con un gesto obsceno y obviamente etiquete a Gema.

Volví corriendo a mi casa y cuando llegué, el móvil sonó.

Me había llegado una notificación de esa misma aplicación en donde Gema había comentado "No me eches tu mierda encima" a lo que yo respondí "No pretendo tirarte algo que no me hayas tirado tu antes zorra".

Fui a beber un vaso de agua a la cocina, vertí agua en el vaso y bebí.

En la otra esquina de la habitación había un cuchillo enorme, me acerqué y lo tomé.

Era grande y afilado. Por mi mente pasaron millones de pensamientos.

Si lo hacía ellos se sentirían culpables, muy culpables. A mi ya no me quedaba nada así que no importaba lo que hiciera.

Coloque el cuchillo por debajo de mi muñeca. Las lágrimas empezaron a deslizarse por mi rostro. Después de esto ya todo se acabaría ya no habría más dolor.

Mi madre me vino a la mente. Para ella sería mejor no tener a una hija como yo. Rota.

Me dispuse a apretar el cuchillo.

Uno, dos y...

A mi móvil le había llegado una notificación.

Sería el último mensaje que respondería.

El último.

Clave con fuerza el cuchillo en el poyo de la cocina. Mi madre me iba a matar en cuanto vea el boquete aunque no creo que eso sea ya posible.

A  2.091,2 kmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora