Prólogo: La primera Noche

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La oscuridad de la noche inundaba la ciudad. Ni un alma se movía entre las sombras de los sucios callejones. Una extraña figura observaba los edificios, sereno, pareciendo una gárgola amenazante desde el tejado. Un hombre encapuchado apareció sigilosamente por la calle. Caminaba con lentitud hasta que se paró frente al chico que había estado observando desde las tejas y que había bajado de un salto.

- ¿Tienes el dinero? - musitó en tono serio, con una voz profunda que resonaba en los oídos de quien la escuchaba.

El hombre sonrió bajó la capucha y metió una mano bajo la manga. Casi instintivamente, el chico desenfundó ligeramente su espada empujando el puño con el pulgar, dispuesto a desenfundar totalmente si éste osaba atacarle; pero él tan sólo sacó una pequeña bolsa donde las monedas repiqueteaban entre ellas. El chico alargó la mano pero el hombre apartó la bolsa.

- ¿Dónde está?- preguntó con una extraña voz áspera...

- Mi compañero la está escoltando. Sígame.

Él asintió.

No tardaron en llegar a un pequeño edificio donde las letras del cartel ya caían destrozadas y donde sólo podían apreciarse las que quedaban aún en pie formando la palabra Oel, podía identificarse la palabra Hotel pues aún quedaba la marca de la H y la T.

Ambos subieron las pequeñas escaleras y se pararon ante una puerta.

- Está aquí.

El chico abrió la puerta con la roñosa llave que guardaba en el bolsillo y, al abrir el portón y ver el interior de la habitación, deseó no haberlo hecho.

- ¡¿Pero qué cojones?!- gritó el hombre al ver aquel espectáculo.

Los dos jóvenes de la habitación se taparon rápidamente con las sábanas.

- ¡Puedo explicarlo!- dijo la chica, asustada.

Pero el hombre no quiso escuchar ninguna excusa y se marchó enfurecido de aquel lugar llevándose el dinero consigo. Ella corrió tras él, arrancando la sábana de la cama, intentando cubrirse mientras corría desesperada tras el hombre.

El chico fulminó con la mirada al jóven que seguía aún en la cama.

- ¿Otra vez?

Éste se encogió de hombros y sonrió, avergonzado.

- Eres idiota.

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