Capítulo 1: El águila, el guepardo, la serpiente y el hada.

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El edificio retumbaba e incluso caía arenilla de los techos por culpa del ruido y los golpes que provenían de la habitación.

- ¡Eres idiota! ¿¡No puedes tener la pistola un poco quieta de vez en cuando!?- gritaba el chico a la vez que aplastaba a su compañero contra la pared. Éste se levantó y lo lanzó contra el suelo.

- ¿¡Qué quieres que le haga!? ¡Todas me quieren violar y yo me dejo!

Ambos se golpeaban contra suelos y paredes a puñetazo limpio mientras gritaban como maníacos. De repente alguien picó a la puerta, el rubio se levantó, vistiendo sólo unos calzoncillos, y abrió la puerta.

Una chica de unos trece años tembló desde el otro lado de la puerta al ver al fornido joven, poniéndose totalmente colorada.

- ¿Qué quieres?- le dijo el chico, muy serio.

- Eh... B-bueno... Que yo...- tartamudeaba intimidada por aquel hombre.

Él sonrió y se agachó para ponerse a su altura.

-Tranquila.- le puso una mano sobre la cabeza.- Dime, ¿qué ocurre?

- M-mis padres di-dicen que si podéis bajar el volumen y no dar golpes... Q-qué... Bueno. Son las diez de la noche y...

- ¡Diosa mía!- rió.- ¡Ni que fuera tan tarde!

Ella tembló y el rubor de sus mejillas se volvió más intenso. Él le sacudió el pelo.

- No te preocupes, lo tendremos en cuenta.

Ella sonrió y bajó las escaleras, aún intimidada. Él cerró la puerta lentamente y miró al otro joven.

- Me han dicho que te calles.

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En una ciudad lejos de aquella, cuando el día amanecía y los mercaderes salían a vender sus productos como cada mañana, una joven rubia de esbelta figura y facciones angulosas era objeto de las miradas de los pueblerinos. Ella, sin mostrar ningún tipo de gesto más que una cara seria, caminaba ignorando completamente a la gente; acompañada por un pequeño hombre, encorvado y de extraño físico.

- Mi señora, ¿Creéis que éste es el lugar?

La chica no contestó, tan sólo le clavó la mirada morada a modo de respuesta. Él, intimidado, dio un bote. 

Podrían haber seguido caminando de no ser porque la joven cayó al suelo tras chocarse con alguien. Ella, enfurecida, mató con la mirada a la jovencita de cabello rosado que había osado tocarla.

- Vigila por dónde andas. - le dijo, enfadada.

Ella se levantó y le ofreció la mano para levantarse, a lo que la rubia rechazó, intentando levantarse por su propio pie.

- L-Lo siento mucho. ¿Puedo hacer algo para compensarla?- musitó con voz dulce, avergonzada.

- Desaparece de mi vista, niñata.

Ella hizo una pequeña reverencia y se fue corriendo.

- ¿No habéis sido algo dura, mi señora?

Ésta volvió a mirarlo con frialdad, asustando de nuevo.

- No tengo tiempo para estupideces, el jefe nos ha ordenado buscar al guepardo, al águila y a la serpiente.- escupió la chica.

- ¿Creéis que lo encontraremos a tiempo?

- Más te vale. Llevo tres días buscándolos.

La joven de cabello rosado miró atrás, viendo marchar a la muchacha rubia y a su acompañante.

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