Capítulo 3: La sala del cielo

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Narra Nick Odysea

Justo después de que nos fuéramos el jefe nos dio un diario de viaje en el que debíamos ir explicando el día a día con tal de registrar pistas y demás.

Al marcharnos de su despacho, Syriea nos llevó a una especie de habitaciones que había en la base, donde pasaríamos la noche para partir al día siguiente.

Como me esperaba, me tocó compartir habitación con mi compañero mientras que ambas chicas tenían una habitación para ellas solitas. No me desagradaba la idea de compartirla con Leo, pero le veía demasiado la cara diariamente.

- ¿No crees que nos ocultan algo? - le pregunté a mi amigo.

- ¿Por qué crees eso? - dijo levantando la mirada de su espada, que había estado afilando.

- No lo sé... Me da un algo que no sé explicar.

- ¿Mala vibración?

- Seh...

- Entiendo... - dijo volviendo a su espada.

Me levanté y me dirigí a la puerta.

- ¿Adónde vas? - preguntó sin apartar la mirada de su arma.

- A ver a Claya.

- ¿A Claya? - me miró extrañado -. ¿Te la quieres tirar?

- ¿¡Qué dices!? - resoplé. Él me miró seriamente -. No la conozco de nada.

- Como si te importara eso...

- Simplemente voy a ver cómo está... Es nuestra compañera de viaje y me preocupa que tenga bien el pie y que no sea una carga para nosotros.

- Ah, entonces bien.

Él reanudó su trabajo, y yo volví a resoplar y salí de la habitación.

¿Tanto le preocupaba si me la quería tirar o no? Desde luego la chica era muy guapa y muy mona... Pero estaba en una misión muy importante y no quería cagarla otra vez por haberme acostado con una mujer. Supongo que era eso lo que preocupaba a Leo... Muchas de las misiones que nos habían encargado se habían ido al traste por mi culpa, como la última que habíamos hecho, y Leo se había enfadado mucho... Suspiré. No. Aquella vez sería distinta, estábamos hablando de una misión que ponía en peligro la vida de todos los habitantes de Artenia. No podía dejarme llevar.

Cuando me di cuenta ya había llegado a la habitación de la pelirrosa. Llamé a la puerta, y una voz dulce me dijo que pasara.

Abrí, y ahí estaba, sentada a un lado de la cama.

Su expresión cambió al verme, se puso más seria y desvió su mirada al suelo. Me acerqué y me acomodé en un sillón frente a ella.

- Sí que te alegras de verme - ironicé con una sonrisa.

- ¿A qué has venido? - me clavó la mirada, azul e intensa.

- Quería saber cómo te encontrabas. ¿Qué te ha dicho el médico?

- Me tratas como si fuéramos amigos.

- Lo somos, ¿no?

- Yo no tengo amigos - dijo con voz grave.

- ¿Es que los de la Luna Negra no sois amigos?

- No - escupió, seca -. No necesito amigos.

Me erguí y sonreí, lo que pareció ponerla nerviosa.

- Creo que no nos han presentado bien.

- Vete de aquí.

La ignoré totalmente y le tendí mi mano.

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⏰ Última actualización: Mar 26, 2016 ⏰

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