Mascarada

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- No creas que elegiste a mi nieto como una de tus obras de caridad, Bang YongGuk –susurró Nana como una leona protegiendo a su cachorro-. No creas que fuiste tú quien lo eligió.

- Señora, yo...

YongGuk quería hablar con Zelo, quería arreglar las cosas y recuperar a la persona que amaba, pero no estaba preparado para recibir el sermón de su vida porque había permitido que sus prejuicios se interpusieran entre él y la cosa más maravillosa que pudo ocurrirle.

- JunHong quería cambiar antes de conocerte, antes de enamorarse, solo necesitaba una razón para realmente hacerlo y tú fuiste la excusa perfecta –la mujer se veía vieja y cansada, pero en sus ojos ardían las llamas de quien hará todo lo posible por proteger lo que más ama-. Un buen muchacho, con metas claras y firmes ideales. Tú eres todo lo que él quería ser, le recordabas a su abuelo y un poco a mí. Pero fue ingenuo y pensó que tú comprenderías, que le tendrías la paciencia que necesitaba para aprender a andar, pero le fallaste, así como le fallaron sus padres y su hermano, de la misma forma en que yo le voy a fallar. Pero quiero que tengas clara una sola cosa y, si la comprendes de verdad, tal vez tengas la oportunidad de recuperar el amor de mi nieto en el futuro: JunHong va a tomar todos los desprecios que la vida le ha dado y los va a convertir en su fortaleza. Todas las mentiras que ha vivido, todos los engaños que se esforzado por creer se convertirán en verdades y todo su esfuerzo será recompensado. Pero estará solo y, como siempre, tendrá que afrontar las adversidades por su cuenta. Y nosotros solo podremos observarlo de lejos, como a un autor interpretando la obra de su vida o un mimo que no necesita la interacción con el público para terminar su actuación.


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Durante toda su vida, o gran parte de ella, Choi JunHong pensó que la vida se componía de curiosas casualidades con principios y fines determinados. Que el universo y el destino agitaban hilos invisibles que llevan a las personas a estar en el lugar indicado en el momento correcto, lo que viene después de eso, el desarrollo de la obra antes de que las cosas deban acabar estrepitosamente, es decisión de cada uno. La vida es solo el primer paso antes de andar por el camino que nos lleva a la muerte. Sabía que todo acababa, que para comenzar una aventura, otra debía terminar. Como un sueño muriendo para volverse real, siendo una mentira antes de volverse verdad. Y así debían ser los caminos de la vida, como puentes uniendo experiencias, experiencias dejando cicatrices, cicatrices que algún día contarían historias, unas más dolorosas que otras.

Y sabía perfectamente que la vida acaba, que la muerte es el fin último de la existencia terrenal, el paso a dar para entrar a la siguiente etapa espiritual. O tal vez no había nada más allá, vida y muerte sin reencarnación ni la resurrección de la carne en un cuerpo libre de pecado, simplemente el fin de todo, incierto y alguna forma más seguro que cualquier cosa.

Y así de simple, la muerte se mostraba como algo tortuoso y agónico para quienes le sobreviven, pero con los años comprendió que hay cosas peores que la muerte. Dejar ir a Nana fue como desprenderse de una parte de sí mismo, no solo decirle un adiós definitivo a la única mujer que le dio afecto, sino que dejar de ser el niño temeroso que se escondía tras su falda cuando los relámpagos azotaban la tierra en noches de tormenta. Dejar ir a Nana fue convertirse en adulto, comprender los principios de la vida y la muerte para darse cuenta de que era su momento de vivir, pero vivir bien, por él mismo.

Pero aprendió que esa cosa que es peor que la inmutabilidad de la muerte, es ser capaz de dejar ir algo que es tan preciado como el aire mismo. Porque Nana estaba muerta, no había forma de luchar contra eso a no ser que fuera una especie de deidad capaz de enfrentarse a las leyes fundamentales de la existencia, pero haber recurrido a JunHae y haber tomado el primer vuelo a Japón que encontró, sin volver la vista atrás, había sido su propia decisión. Y dolía, tanto o más, porque ahí, en alguna parte de este vasto planeta, estaba él caminando y sonriendo, viviendo lejos de sus brazos. Y debía aceptar que era su culpa, no de algún monstruo mitológico queriendo arrebatarle la alegría.

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