Virgo, Aries, piscis 0.0

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La pequeña agitó las manos por la brisa helada del mar, todo estaba congelado, a lo lejos, una gran mansión llena de adultos celebraba el la pronta llegada de la nueva integrante (deseada) de la familia.

Por su parte, la pequeña de rizos largos y cobrizos se sentó en la nieve, contemplando, como más allá, a un par de kilómetros, se encontraba el imponente mar.

Deseó, como otras tantas veces en su vida, caminar hasta el borde del acantilado, y lanzarse al vacío, para así poder fundirse con el cielo crudo y grisáceo, así como lo hacía el mar, ahí, a lo lejos, justo en el horizonte.

Por mero instinto, se levantó del suelo y caminó hasta el borde, miró como las holas golpeaban las rocas, el aire hizo sus rizos revolotear.

- Alejate del borde - Escuchó una voz que era demasiado profunda para la edad de su dueño, la pequeña volteó a ver a su primo, sabiendo que no compartían sangre alguna, miró como los rubios cabellos del chico se revolvían con el viento, igual que los de ella, lo miró con sus ojos cafés, inexpresivos, justo a los suyos verdes y furibundos - Hablo en serio, aléjate del borde, ahora - Le dijo el chico rechinando los dientes.

La pequeña despegó sus ojos inmutables que al chico tanto exasperaban de él y de nuevo miró al borde.

No era algo difícil, solo tenía que dar el paso, y todo terminaría, apenas estaba pensando en cuanto tardaría en llegar al cielo, cuando la nieve a su alrededor comenzó a desprenderse del risco.

No fue más que un segundo en el que la niña sintió que caería, pero la adrenalina se disparó por todo su cuerpo, haciendo que se lanzara hacia atrás, en un vano intento por no caer, pero de cualquier forma no hubiera caído, pues el chico, la había sujetado por debajo de los brazos y se había echado hacia atrás con ella encima.

Ambos terminaron tumbados en la nieve, la pequeña podía sentir su corazón latir tan fuertemente que le asustaba que el chico lo escuchara.

Por su parte, el chico estaba más concentrado en sujetarla lo más fuerte posible, el susto de ver como se tambaleaba al filo del abismo le había provocado tal terror que se sentía incapaz de soltarla por el momento.

La pequeña, miro directo a los ojos de su primo.

- Te dije que te alejaras del borde ¿Quieres morir acaso? - Le preguntó, la pequeña solo asintió, la idea de morir no le parecía tan mala, estaría en un lugar pacífico y tranquilo, no más golpes, no más llanto, no más problemas - Eres demasiado pequeña para entender la muerte Virgo, tienes solo 4 años, ¿sabes que si mueres no podrás verme más? Tampoco podrás conocer a tu hermana - Le dijo, la pequeña se tornó confundida, no había pensado en ello, quería mucho a Aries, era el único que la defendía y cuidaba, tenía muy mal carácter, pero con ella era suave, además, a pesar de todo, quería conocer a su hermana - Además, tampoco podrás ver a tu madre de nuevo - Esa idea le desagradó a un más, y su cara lo demostró - ¿Ves? - Le dijo Aries - la muerte no es la solución, eso es de débiles Virgo, hay que luchar siempre, no darse nunca por vencido - Le dijo esbozando una pequeña sonrisa.

- Luchar...hasta el fin... - Susurró la pequeña concentrada en sus pensamientos, el corazón de Aries dio un brinco, era la primera vez que Virgo le dirigía la palabra, miró como las cejas de esta se fruncian muy concentrada en sus pensamientos, sintió un leve sonrojo cubrir sus mejillas, recordó que aun tenía sujeta a Virgo.

- Bien - Dijo la pequeña, sus ojos se tornaron decididos - Nunca voy a rendirme, voy a luchar, por ti - Dijo Virgo, a Aries casi le da un infarto - Y por mi hermana - Dijo, Aries se sintió un poco decepcionado, pero a la vez inmensamente feliz, esas eran las dos emociones que Virgo le hacia sentir continuamente, pero, cuando la pequeña, le sonrió, y dijo "luchemos juntos siempre" y le ofreció su pequeño meñique para formar una promesa, Aries sintió tal satisfacción que se olvidó de cualquier residuo de tristeza.

Unió su dedo al de ella.

- Prometo luchar siempre contigo - Juró Aries, "y estar ahi siempre para salvarte" pensó al recordar como Virgo casi caía por el acantilado de no ser por él.

- Prometido - Dijo la pequeña, con una sonrisa, tan vibrante y pura que Aries aun después de años no olvidó nunca.

- Yo puedo ser tu caballero - Dijo Aries sin pensar.

- No soy una princesa Aries, no quiero ser salvada, podemos ser los dos caballeros - Dijo Virgo, Aries pensó que sin duda Virgo era una princesa, y que necesitaba ser salvada.

- Digas lo que digas, si me necesitas yo te salvaré - Respondió el chico - Siempre.

- No si yo te salvo primero - Dijo la chica en una risita - Simplemente, podemos salvarnos el uno al otro, y a mi hermana también.

Aries asintió y sonrió mientras se levantaba y ayudaba a Virgo a ponerse de pie, la miró sacudirse la nieve con delicadeza, y se preguntó por millonésima vez como era posible que ella tuviera 4 años, mientras Virgo pensaba en que pasara lo que pasara de ese momento en más, ella iba a luchar.

Ese fue un momento simple en la inocente vida de un niño, lo que ellos no sabían, era que ese simple momento marcaría sus vidas para siempre, y que esa pequeña promesa, sería decisiva para el futuro de Virgo.

Más la ignorancia no duró para siempre, y cinco años después, cuando Virgo tenía a penas 9, fue diagnosticada con una extraña enfermedad, sin causa aparente ni cura posible.

Esclerosis pulmonar ideopática, un extraño padecimiento en que los pulmones se endurecen y la capacidad de expandirse, y cuyo único tratamiento eran medicamentos pare detener el avance o en el peor de los casos, un trasplante de pulmones.

Aries de 14 años en ese entonces, destrozado lloró por un mes entero y Piscis de apenas 5 años en ese entonces, permaneció ajena al problema, y Virgo, Virgo cobró fuerzas, ella tenía una hermana que cuidar, y una promesa que cumplir.

Aries, nunca la dejó darse por vencida, siempre estuvo ahí para cuidar de ella, en buenas y malas, pero no fue hasta cumplir 16, que se dio cuenta de que no podía vivir sin ella.

Virgo, por su parte, nunca quiso ser una carga, y más de una vez quiso darse por vencida, pero Aries estaba ahi para darle aliento, y su hermana, su hermosa, soñadora, explosiva, talentosa y distraída hermana, se había convertido en su razón de ser, sin importar cuanto pelearan, o cuan distintas fueran.

Virgo tenía 15 años cuando Piscis se enteró de su enfermedad.

Al igual que Aries, lloró por un mes.

Al igual que Aries, Piscis apoyó a su hermana, incluso, contra la voluntad de su madre.

Pero la lucha se tornó incluso más intensa, y estos tres corazones, acabaron dispersos y alejados, pero ni un dia, dejaron de amarse.

Zodiac ZeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora