Libra 0.0

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Los dias llenos de sol, las multitudes, el olor de los perfumes entrando por los poros y fijándose en la mente.

Las calles llenas y sistemáticas, el ir y venir de la ajetreada ciudad, siempre fueron para Libra como una canción de cuna.

Asomada por la ventada, observando la ciudad palpitar, mirando como se desarrollaba la vida.

La pequeña de larga y rubia melena, se levantó temprano esa mañana, y como todos los días, se sentó en la ventana mientras cepillaba su cabello, cuando de pronto, justo en la acera de enfrente, pasó un caballero de buen talente.

Era alto, con una melena rubia perfectamente peinada, y unos ojos ámbar brillantes, acompañados de facciones largas y finas.

El hombre de traje que le sonreía a la vida se detuvo en el café de enfrente, y haciendo uso de la coquetería, hizo sonrojarse a más de una dama.

Libra, tan pequeña y curiosa como era, observó todo con fascinación, muy atenta, hasta que de la nada, el caballero, la miró.

Le sonrió con suficiencia, a la niña casi le da un paro, sus mejillas encendió y la mirada escondió.

Estaba a punto de cerrar la ventana, cuando el hombre, galante, apareció de la nada frente a su cara.

Estaba colgado de un farol, para alcanzar la ventana del segundo piso de la cual la niña se asomaba.

Libra casi se desmaya.

- Para usted, fina dama - Dijo el hombre mostrándole todos los dientes y acercándole una linda margarita - Oh, disculpeme, para la fina damita, - Se rectificó, poniendo la flor entre los cabellos de la niña.

- Gra...gra...gracias.. - Tartamudeó Libra, a quien su madre había dicho que las señoritas debían ser educadas y siempre dar las gracias.

- A ti preciosa niña - Dijo el caballero tocando la naricita de Libra - Por opacar a esa flor - Le dijo, y se soltó del farol, cayó con gracia y de pie, sin perder la sonrisa - ¡Adiós! ¡Princesa mía! - Gritó el hombre.

- ¿Te volveré a ver? - Preguntó la temblorosa libra.

- Claro querida, me volverás a ver, en el amor de tu vida - Dijo el hombre giñándole el ojo - Solo asegurate de que sea un alma vibrante, y que le guste la ropa fina, y que sea tan guapo como yo, por supuesto - Dijo sonriendo a un más de lo que Libra creía posible.

- ¿Y como sabré si es el amor de mi vida? ¿Si es eres tú? ¿Qué tal si no elijo al correcto? - Dijo angustiada la niña.

- Lo sabrás cariño, lo sabrás cuando veas su ego, cuando que lo deje solo por ti, cuando brille, pero brille más si tú estás ahi, lo sabrás pequeña, cuando el pueda estar con cualquiera, pero te elija siempre a ti, ese pequeña indecisa, será el correcto - Se dio media vuelta, y desapareció por la calzada.

Libra era pequeña, pero jamás olvidaría aquellas palabras, incluso cuando su hermano Ofiuco entró para decirle que bajara a desayunar, mucho menos cuando lo escribió en si diario, o se lo contó a sus amigos, por supuesto que tampoco las olvidó cuando se enamoró por primera, por segunda, incluso por tercera vez, menos cuando conoció a Aries, que parecía ser por fin el que cumpliría la profecía de aquel elegante desconocido.

Pero no fue así, y Libra no vio sus sueños infantiles que tanto ocultaba dentro de si, Aries ya tenía alguien que lo hacía dejar su ego, alguien que lo hacía brillar.

Estaba a punto de enterrar aquel sueño en lo más profundo del olvido, cuando un día, sin anuncio, sin invitación o petición, tal como aquel hombre, Leo apareció en su vida de improviso.

Zodiac ZeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora