Capítulo 2

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Hace un tiempo, Mr. Johnson, el señor de


arriba, llamó a mi puerta. Vestía con sobria elegan-


cia de gentleman, pero llevaba los zapatos desata-


dos, el dobladillo del pantalón descosido y los cal-


cetines de distinto color.


-Vivo en el piso de arriba -dijo-. Soy su


vecino.


-Ya lo sé. Nuestro edificio no ha sido con-


cebido para que no nos cruzáramos.


Tenía algo urgente que pedirme: si por favor


podía regarle las plantas, porque él tocaba el violín


en barcos de crucero, se iba de viaje y a su mujer le


gustaban mucho las flores, sobre todo las rosas y las


plantas de guisantes rojos, y se habría disgustado si


al regresar llegaba a encontrárselas secas.


-No existen los guisantes rojos, Mr. John-


son, seguramente serán bayas.


Hace unos días, al volver del crucero, lla-


mó otra vez a mi puerta para darme las gracias, se


había encontrado las rosas y los guisantes rojos en


plena forma, pero no era ése el propósito de su vi-


sita. Me preguntó un tanto cohibido si entre mis


amigas estudiantes no podía buscarle a alguna


que fuera competente y pudiera trabajar de ama


de llaves a cambio de alojamiento y comida, por-


que su mujer se había marchado, tal vez para siempre pre, y ahora ya no necesitaba una asistenta y pun-


to, sino alguien que se ocupara de toda la casa y


no sólo de la limpieza. Como me veía siempre con


muchos libros estaba seguro de poder fiarse de


mí.

AliceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora