d i e z

27 6 0
                                    

—Vamos, no puedes rechazar un trago, es de muy mala educación.
     Ella me extendía un vaso rojo lleno de vodka con una sonrisa pintada en la cara. Yo no sabía que sería peor, si rechazarle un vaso de vodka a la chica que me gusta o ponerme borracho frente a ella. Así que tomé el vaso de vodka y me lo bebí de un trago. Desde luego, el ardor común del alcohol se extendió por mi garganta e incluso, arcadas empezaron a darme, pero tenía que aguantármelas para no lucir como un maldito idiota. Tal vez aceptarlo había sido un error.
     Ambos, Emma y Clarke parecían felices con el trago que me habían dado y pronto comenzaron a ofrecerme más. No los rechacé por miedo de que fueran a dejarme solo, por considerarme aburrido por no embriagarme junto a ellos. Emma y Clarke se veía bastante decididos en emborrachar a todos sus amigos.
     Bailábamos junto a la bocina por donde sonaba la música, yo me balanceaba de lado a lado tratando de aparentar que de hecho sabía bailar. Emma y Clarke bailaban animadamente mientras de rato en rato intercambiaban besos alegres y sonrisas. Un par de amigos más de Clarke nos acompañan, entre ellos Carga ligera, Dominique, que era una chica afroamericana muy bonita y Kim Yeong, quien recién regresaba de su visita a Corea.
    Yo tenía la vista puesta en Emma mientras bailaba junto a Clarke, ella se movía en una manera que no me dejaba apartar la vista. Dios sabe cuanto deseaba ser Clarke en aquel momento y tan solo poder besarla. La deseaba con intensidad, como nunca había deseado a nadie y era meramente extraño. Yo sabía que ella estaba muy fuera de mi liga y aún así, me gustaba soñar despierto.
     No sabía que había con ella que me volvía meramente loco. Tal vez era su piel pálida, casi parecida a la porcelana; o sus labios rosas, pequeños, siempre con una sonrisa maliciosa; o su cabello negro largo, tenía algo en él que me hacía preguntarme si era tan suave como parecía. Me di cuenta de que no podía pasarme la noche envidiando a Clarke y mucho menos deseando a Emma, así que me concentré en la chica más bonita que estaba junto a mi, Dominique.
     A diferencia de Emma, Dom lucía un poco más fuerte y no tan delicada, y de alguna manera hacía que el naranja chillón luciera bien. Ella se movía el ritmo de la música dando tragos largos a su vodka de fresas. Tenía mas o menos mi misma estatura y eso que no usaba tacones. Así que tomando un vaso bien cargado de tequila, me le acerqué.
     Dom me sonrió mientras me preguntaba que hacía y mientras me encogía de hombros como respuesta, ella decidió pasar sus manos por detrás de mi cuello. Ella era una chica bien decidida y con mucha confianza en ella misma, un tanto parecida a Emma. Me encargué en poner mis manos a cada lado de su cadera y pronto comenzamos a tambalearnos juntos mientras pretendíamos bailar. Ella era divertida, intercambiábamos risas casi cada dos segundos riéndonos de las personas a nuestro al redor. Yo tenía muy mente que probablemente tendría que llevarla a casa, besarla o tener la iniciativa para invitarla en una cita después de esta noche y no me importó pensarlo, pues aunque no era Emma, Dom era cool.
      Entre un enredo con la música y nuestra charla, ella me contó que estudiaba biología marina y que estaba por mudarse a Florida. Ella no tenía miedo de arriesgarse y dejar a toda su familia detrás, más bien se veía emocionada. Como si fuera otra de sus aventuras. Aparte, ella era mayor que yo por dos años. Parecía que Emma y yo éramos los más jóvenes en aquella fiesta.
     Dom había conocido a Clarke en la universidad, donde él tenía una beca deportiva por el futbol americano y donde estudiaba ingeniería mecánica. Según ella, tuvo que correr a ayudarlo mientras Clarke hablaba con una chica, pues parecía que estaba a punto de ahogarse con su propia lengua.
      —Nunca fue tan hábil como tú con las chicas,—me comentó a la par mientras me guiñaba un ojo—ni tan maduro.

     La gente solía recordarme lo mismo, ellos decían que era muy maduro para mi edad, pero nunca entendía a lo que se referían.
      —Es bueno saber que le gano en algo por fin a Clarke—le comenté echando una sonrisa—porque parece que él siempre tiene las cosas a su favor.
       Dom echó una carcajada genuina:—Créeme, no siempre fue así. Dudo que el Clarke de antes hubiera podido conseguirse una chica como Emma, quien por cierto sigue muy fuera de su liga.
        —¿De verdad? ¡Pero míralo! Músculos gigantes, cabello brillante y sonrisa de ensueño— hice una voz aguda simulando ser una más de las chicas que estaban enamoradas de él,
       Dom enseguida soltó una carcajada.
      —Hombre, sí te pareces a todas sus últimas novias. Pero créeme cuando te digo esto: Emma es diferente.

       Ella tenía razón en eso. Emma podía bien ser una en un millón. Era completamente única, un misterio. Aún no había tenido la oportunidad de conocerla y no se si alguna vez en vida lo haría, pero sin duda, conocerla había marcado un antes y un después para mi. Y estaba ahí, pensando toda esta clase de idioteces mientras tenía en frente a una chica de hecho increíble. Había perdido mi tren del pensamiento y Dom parecía mirarme como tratando de averiguar qué pasaba por mi cabeza.
      ¿Por qué tenía encasillarme con solo ella? ¡Miles de chicas igual de buenas pueden hacerme igual de feliz! Aunque ninguna se le acercara ni remotamente.
       —Ven Dom, ¿qué dices si me acompañas detrás del aserradero? Escuché que hoy se puede ver una luna llena muy bonita.
       Dominique sonrió de inmediato y tomándome de la mano agregó:
       —No me lo perdería por nada.

Un último verano Donde viven las historias. Descúbrelo ahora