III

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El camino a casa había transcurrido en silencio, ninguna palabra salió de la boca de mi madre ni de la mía.

Ella estaciona el auto, ambas nos bajamos. Entramos a la casa.

-Avísame cuando hagas la tarta, ¿Si? Para ayudarte.

-Bien. - Mi madre me sonríe.

Subo las escaleras y entro a mi habitación. Me tiro a la cama.

Lo que sea que tenía en la cabeza, estaba conectado conmigo. Supongo que gracias a eso tengo la telekinesis.

A veces es bastante molesto, aunque no le he dicho a nadie que escucho voces. O bueno, lo que sea que tengo en la cabeza.

Siento que si lo hago... Las cosas podrían terminar muy mal.

Lo harán.

Maldición, tan sólo cállate.

(...)

-Te quedó deliciosa mamá. - Vuelvo a llevarme la cuchara con tarta a la boca.

-Nos quedo deliciosa, como siempre. - Ambas reímos.

También había hecho chocolate caliente, para acompañar. Y le había quedado delicioso.

Este era mi segundo pedazo. Cuando se trataba de algo que me gustaba, tenía que comer más de la cuenta.

-¿Viste a los nuevos vecinos?

-¿Vecinos? - Digo tapando mi boca con una mano, ya que estaba comiendo.

-Sí, aquí al lado. - Dice apuntando a la derecha.

-No. - Digo volviendo a comer otro trozo de tarta.

-Que distraída eres. - Me encogo de hombros.

-No me importa quienes sean. Total, no puedo hacer amigos.

-Ally...

-¡Es cierto! Odio esto.

-Siéntete importante, no eres normal. - Suelto la cuchara y miro a mi madre.

-¡¡Es por eso!! ¡¡No soy normal mamá!!

-No quise decir eso...

-Lo dijiste.

-Pero, si te puedes controlar bien, ¿Qué hay de malo?

-El doctor dijo que no estaba bien.

-Bueno, hace lo que quieras.

-Ya terminé. - Digo limpiando mi boca con una servilleta, para luego arrugarla y dejarla sobre el plato vacío.

Levanto el vaso y la taza, para dirigirme a la cocina y dejar las cosas en el lavaplatos. Hoy le tocaba lavar a mamá.

Subo a mi habitación y me dirijo al baño. Me lavo los dientes. Me miro al espejo para luego lavar mi cara. Había sido un día estresante.

Salgo del baño, quedando en mi habitación. Esta tenía dos ventanas, una al frente que daba para el lado de la calle y otra que daba a la casa vecina. Estaba muy junta esa ventana con la otra.

Ambas ventanas estaban abiertas, con las cortinas corridas, dejando entrar brisa. Últimamente en las tardes comenzaba a haber mucha brisa.

Miro por la ventana. Efectivamente, se estaban mudando. Había un camión de mudanzas.

Cierro esa ventana junto con las cortinas y dejo la otra abierta. Enciendo el equipo de música y lo coloco a un volumen moderado.

En mi habitación, tenía un piano. Mi habitación era lo suficientemente grande como para tener uno. Incluso una cama de dos plazas.

Goodbye, SanityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora