Continuación

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En esta carta te he de escribir acerca de tu vida y la mía, del pasado y del porvenir, de unas dulzuras convertidas en amargas, y de unas amargas que quizá lleguen a convertirse en alegrías, habrá seguramente muchas cosas que herirán tu vanidad. Si sucediera así, lee y relee hasta que esta vanidad tuya quede muerta. Si encuentras en ella algo que creas te acusa injustamente, no olvides que se deben agradecer aquellas culpas por las cuales uno puede ser injustamente acusado. Y si algún párrafo te llena los ojos de lágrimas, llora cual lloramos aquí en la cárcel, en donde ni el día ni la noche se ahorran las lágrimas.

Esto es lo único que puede salvarte. Pero si vas a quejarte con tu madre -como lo hiciste en otro tiempo- del desprecio que manifestaba por ti en mi carta a Robbie², para que tu madre te mime y te arrulle, para satisfacción de tu propio orgullo, entonces estás perdido sin remedio. Si encuentras una disculpa a tu conducta, encontrarás cientos, y volverás a ser el mismo de antes.

²Robbie: Robert Ross.

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