Epílogo: Un mismo ocaso.

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Nota: Después de dos años, al fin terminé una etapa de mi vida (?) era algo obvio después de todo. La primera historia larga siempre estará en el corazón. Siempre!
Saludos a las lectoras que amaban, amaran, y amaron el Varxod!

Epílogo:
«un mismo ocaso»

Cuando uno crece, las sensaciones parecen agotarse. Siempre las recordamos nostálgicas, casi palabras susurrantes que se mecen con el viento a través de nuestro rostro, igual que un recuerdo. Viable y escapatorio y por lo general traicionero, entonces surgen las complicaciones y el romanticismo también, surge la atención y el deseo, surge la manera y la forma, surge un éxodo que empieza desde los pies hasta la cabeza y se detiene justo a la mitad de la primera vuelta.
Nicolás sabía las consecuencias de sus actos, como también supo lo que significaba la pérdida, lo supo en el momento en que Cristian lo miró con sus ojos temblorosos y la voz quebrada. El adiós siempre había sido difícil, y siempre lo será a partir de un punto que nunca se sabe para que lado va, pero así es la adolescencia, un cubo de seis caras que nunca marca un mismo lado, continua dando vueltas hasta que llega a un punto y es el resultado, al azar como dirían todos.
Cuando era más joven, creía en el destino, creyó en la fuerza y en el poder. Cuando cristian chocó contra su cuerpo inmóvil e ingenuo, inmediatamente la vida tendría un giro inesperado. Su corazón pequeño y cándido, dió el primer latido, el primer intento para convertirse en uno adulto. Dejar las cosas de niños, dejar el amor de niño, dejar la ilusión de niño, dejar lo que era niño y comenzar esa transición a lo que era hoy como hombre.

Y cuando uno no es más niño, los pensamientos de adulto inundan, se comen el viejo recuerdo, lo tapan e ignoran, lo gobiernan y lo someten Dentro de un fue y será critico y ambustero, soberbio por lo demás.

El hombre se vuelve soberbio.

Comienzan los conflictos, comienza el apaciguamiento y a su vez, su manipulación. Pero Nicolás lo sabia, aquellas dulces palabras que uno deseaba sentirlas cuando la hormona dejara de entrometerse en su cuerpo, cambiando el estímulo de sus neuronas, que el hombre tendría una noción así, parecida, algo en lo cual el no lo quiso obtener jamás, por el amor, por el querer.

Porque aunque no lo quiera reconocer, aun lo ama, igual como si hubiera sido la primera vez que lo vio a esos ojos avellanas, con la mirada melancólica, con la desigualdad en su corazón y el miedo al rechazo y la soledad.

Eso piensa Nicolas cuando visita Santiago, por ejemplo. Cada vez que el viento seco golpea su rostro con suavidad, recuerda lo cálido que fue cuando joven, recuerda la nostalgia como si fuera una foto retratada en ese mismo momento, recuerda que creía en el destino y lo busca con la mirada evocando la alusión de lo que fue. Pero no hay nada, entre las personas, no hay huellas de él, mas que la memoria efímera y dolorosa.

Cuando pisa el suelo de Santiago, como ahora, y como casi siempre desde que cumplió los veinticinco años. Vaga tranquilamente por el centro, cerca del Mall chino, la vieja de los ramen ya no esta, pero siguen los niños jugando marvel versus capcom en el Nintendo viejo y desgastado. Camina observándolos, despacio y calmado, la nostalgia le come otra vez la memoria y de repente quiso tener diezciseis otra vez, de repente quizo volver al colegio y de repente quizo toparse con Cristian. Suspira agotado y cansado, le duele el corazón aceptarlo, pero aunque su mente porfiada y torpe le diga que la esperanza nunca acaba, reconoce que Cristian nunca más volvió a pisar esos al rededores. Siempre que tiene tiempo, cuando Belén lo acompaña junto a los demás, y están aquí entre las construcciones adolescentes lo busca casi con esperanza, pero después de tantos años, años en los que cursa sus veintinueve años, ya no quiere buscar más.

Es doloroso, muy doloroso, le duele el pecho al recordarlo. Pero le gusta torturarse cuando se trata de Cristian, ese sentimiento cálido nunca cambio, aunque pasen los años, su corazón viejo y apretado aun vía hacia la dirección juvenil, y le dice que por más que quiera olvidarlo, jamás podría, ni podrá.

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