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El cansancio caía en peso sobre mis hombros, había trabajado catorce horas seguidas tratando de arreglar un problema que obviamente no tenía solución, llegue a casa arrastrando los pies sobre el asfalto, saque perezosamente las llaves del bolsillo derecho de mi chamarra y como era lo usual las deje caer sobre la maceta que adornaba engreída mi entrada, como si se tratase de la mejor de las casas que con solo la presencia de una triste y seca maceta con un deprimente sicomoro que jamás había crecido, se arreglaba el problema de que prácticamente la casa estaba siempre sola,  baje a recoger las llaves que antes había tirado y como era de costumbre trate de arreglar un poco ese pequeño espacio que aun tenía vida en la entrada, quitando el exceso de hojas secas, pero  todo quedo exactamente igual que antes sino hasta un poco más tirado, tome las llaves las introduje en la chapa de la puerta mientras las giraba empujaba hacia adentro la puerta, por el defecto que tenía, si no la empujaba no abría así de simple. 

Después de mis insulsos esfuerzos por abrir aquella maldita puerta, surgieron efecto y por fin abrió, al entrar sentí un alivio que recorrió mi cuerpo, como si una fresca ventisca de otoño golpeara el sudoroso cuerpo de un atleta al terminar de correr un maratón, cerré la puerta detrás mío,  en un intento desesperado por llegar cuanto antes a mi cama deje las luces de toda la casa tal cual estaban antes de mi llegada,  corrí escaleras arriba mientras perezosamente arrastraba un cansado pie delante del otro lo mas rápido que me lo permitían, hasta que, sin darme cuenta llegue al final de la escalera.

Mi cuarto no era nada difícil de encontrar, era el último cuarto al subir las escaleras. parado en el primer escalón emprendí mi curso a mano derecha, a solo tres habitaciones se encontraba la mía, jamás había necesitado aquellas tres habitaciones extra, el motivo, nunca tuve a nadie que me hiciera compañía, ni amigos, ni familia, nunca una esposa y mucho menos una novia, no era que no quisiera visitas en casa sino que me encontraba solo en el mundo. mientras todos estos pensamiento abordaban mi mente llegue a mi recamara, encendí la luz, todos los rincones de aquel lúgubre lugar se inundaron de un brillo que me dejo segado unos instantes, sin dar paso alguno me quede en parado en el umbral de la puerta observando el lugar, junta a mi, como siempre aquel ropero de roble viejo de los años 50's un poco enmohecido por la humedad del lugar, junto a este, en la esquina para ser preciso, estaba un hermoso tocador de seis cajones pintado de gris, mientras unas fragancias, talcos y cepillos descansaban sobre él frente al hermoso espejo en forma de una herradura que formaba parte del ostentoso mueble, debajo de este un pequeño banco de madera tallada donde solía pasar horas enteras en las mañanas tratando de despedir el sueño nocturno y comenzar las labores matutinas, del lado opuesto de la habitación estaba un gran sillón de terciopelo rojo donde en las noches de frío me sentaba a descansar los pies y leer uno de los tantos libros que había coleccionado a través de los años, y que, por falta de tiempo jamás había comenzado a leer, mientras el fuego de la chimenea que estaba justo frente a mi cama calentaba el lado derecho de mi cuerpo y me brindada la luz necesaria para practicar ese pasatiempo que ya había mencionado, justo sobre el sillón estaba sujeto a la pared el librero que se extendía a todo lo largo y ancho, con cada una de las repisas repletas, justo en medio de la habitación estaba mi cama esperando mi llegada como todas las noches, junto a ella estaban una pequeñas mesillas por cada lado, con tres cajones para guardar cuanta cosas te imagines, la del lado derecho era mi preferida, en el primer cajón guardaba el arma 45 milímetros que había comprado para mi protección, unas píldoras para el estrés junto con la prescripción medica que me permitía tomarlas, una biblia y mis anteojos de lectura, sobre ella estaba una hermosa lámpara estilo victoriano con unos pequeños detalles en la pantalla que se dejaban notar si la encendía, parecía que un millar de pequeñas estrellas me honraban con su presencia al apagar la luz.  Di el primer paso al frente después de pasar casi media hora contemplando la soledad del lugar, no tenía idea de por qué no podía llegar a mi cama, si el cansancio hacia que mis ojos tomaran la iniciativa de mantenerse cerrados, era como si una fuerza externa me mantuviera de pie junto al ropero, por fin Salí del trance y prácticamente corrí a la cama, ya junto a ella me quite los zapatos y me deje caer, me metí entre las heladas sábanas blancas y cerré los ojos.

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Parálisis del Sueño.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora