Capítulo 3 vida privada

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Era la mañana del lunes... y no uno cualquiera. Era un lunes que llegaba de improviso después de un fin de semana lleno de emociones de todo tipo. Me desperté de golpe viendo que eran las 10 y yo tenía que estar en la universidad a las 11:25, ¡QUÉ HORROR! Grité para mis adentros, levantándome de la cama y corriendo hacia la cocina. Puse el hervidor rápidamente y lavé el termo. Lo dejé a secar y entré en la ducha. Las mañaneras neoyorkinas se habían puesto excesivamente heladas, asique puse el calefactor a una temperatura apta para el día. Creo que me ayudo mucho sentir el agua caliente entrar por mis poros. Salí a trompicones del baño y encendí el televisor. En las noticias mostraban el tiempo, ¡Enhorabuena! Grité feliz, mientras me moría de frío. Decían que el resto del día estaría helado y que para las 4 de la tarde la temperatura ambiental podría subir a 13 o 15 grados. Fui a la cocina con la toalla a punto de caerse y desenchufé el hervidor. El agua estaba caliente y lista para ser servida. La puse en el termo con café en granos y ¡listo! Mi desayuno estaba preparado.

Corrí hacia la habitación y me vestí deprisa. Jeans, polera manga larga roja, zapatillas, y un gran y grueso polerón plomo con botones. Corrí al living y apagué el televisor. Ya eran las 10:45 y no tenía como llegar a la hora. Rebusqué en mi cabeza lo que podía hacer y ¡BAMG! ¡Adrien! Claro, cómo olvidarlo. Tomé mi celular rápidamente y le telefoneé.

- ¿Aló Adrien? Sí sí, soy yo. ¿Puedes venir a recogerme... rápido? Ah, muchas gracias, márcame apenas llegues, ok, adiós.

¡Me salvé! El señor P. Edison era un monstro viviente cuando uno llegaba un minuto tarde a su clase. Además no tenía ganas de escuchar sermones, menos hoy. Fui a buscar mi mochila ya algo gastada y la llevé al sillón, donde me senté y tomé unos sorbos de mi termo caliente. Me acordé de llevar conmigo una bufanda bien gruesa que tenía. Corrí a buscarla y me la coloqué encima. Eran las 10: 57 y sonaba mi celular. Adrien había llegado. Bajé las escaleras para entrar en calor y llegué abajo. Le grité un 'nos vemos' a Will tras cerrar la puerta para no voltear.

Adrien y yo nos saludamos de beso en la mejilla y él hizo una reverencia para abrirme la puerta. Yo agradeciéndole, entré y me senté. Antes de partir vi la cara de desconcierto de Will al verme subir a tal auto con un chofer a tal auto, evidentemente ajeno a mí. Traté de evadir su cara de desconcierto.

El viaje transcurrió tranquilo, la mayor parte del tiempo en silencio. La música era relajante... para cualquier persona excepto yo. Al llegar a la universidad, abrí la puerta muy rápido para que no se viera que tenía chofer personal o algo por el estilo. No soy engreída ni tampoco me jacto de lo que tengo ni lo ando exhibiendo como si fuera algún trofeo o algo de más valor. He aprendido a reservarme mi felicidad, porque muchos no la quieren oír. Adrien se dio cuenta, y me miró sorprendido. Me sonrió y, sin bajarse, cerró la puerta. Me encaminé hacia la puerta, donde entraban más compañeros, pero ninguno conocido. Yo les seguí y saludé al inspector de turno, esta vez era Jared. Apuesto, flaco y de mi porte, pequeño podría decir. Me sonrió y seguí mi camino.

Llegué a mi casillero correspondiente y vi mi agenda de horarios. Leí que me tocaba Biología, lo cual odiaba. Al cerrar la pequeña puerta de metal rojizo, se asomó la cabeza de Michael, la que me asustó tan imprevistamente. Él se asustó también y rió. Michael era un buen muchacho, quitado de bulla y muy alegre, era alguien agradable. Me gustaría haber sido más expresiva, pero me era imposible.

- Oh, perdón... no quería asustarte – Me miró riéndose, haciendo gestos con las manos. Esos que yo solía hacer de manera frecuente frente al... mundo.

- Sonreí débilmente – No hay problema...– Le dije tratando de concentrarme en la pronta charla que íbamos a tener.

- En realidad... vengo a contarte de mi piscina...– Musitó con una mano apoyada en los otros casilleros.

El sueño viene a la vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora