Capitulo 10

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[Ashley]

El sonido del cortacésped me despertó. Gimiendo, me di la vuelta y miré a mi reloj de mesilla con ojos legañosos. ¿7:13 a.m.? ¿Quién en su sano juicio cortaría la hierba tan temprano un sábado por la mañana? ¿Acaso no habían oído hablar de algo llamado dormir hasta tarde?

De alguna manera me las arreglé para salir de la cama sin tropezar con las sábanas.

El sol brilló en mi habitación y frente a mi ventana, las persianas de Harry estaban subidas. Confiaba en que sería capaz de dormir con todo este ruido.

Me dirigí por el pasillo y eché un vistazo por la ventana que daba a nuestro jardín delantero, esperando ver al molesto vecino que había perturbado mi sueño. Mi boca cayó abierta y vi que nuestra hierba estaba siendo cortada… por alguien absolutamente hermoso. Estaba de espaldas a mí, así que lo único que podía ver era el cabello castaño oscuro y una espalda bronceada y musculosa, pero santo infierno esta era una forma maravillosa para despertarse un sábado. Mamá debió haber contratado a alguien finalmente para cortar el césped, ¿pero realmente tenía que ser a esta hora tan intempestiva?

―¡Mamá! ―grité mientras bajaba maldiciendo al mundo.

Mamá estaba sentada en la mesa con una taza de café. Me miró por encima del periódico y chasqueó la lengua.

―¿Ash, puedes hablar más bajo? Acabo de meter a tu hermano a la cama hace una hora. Ha estado despierto toda la noche con un dolor en el oído.

―Yo también estaba intentando dormir, pero ese ruido me ha despertado.

―Gesticulé salvajemente con mis manos―. Quiero decir, ¡el chico es bastante guapo, pero aun así!

Mamá levantó una ceja.

―¿Le has visto realmente?

―Sólo por la espalda y qué espalda más bonita.

Se formó una sonrisa en los labios de mamá lo cual me confundió. ¿Por qué estaba tan contenta? No es que me quejara. Era agradable conseguir una sonrisa sincera de ella después de toda la debacle de Elly. Supongo que lo empeoré peleando con ella y culpándola de todos mis problemas, pero realmente quería superarlo.

―¿Por qué no le llevas una jarra de limonada? ―sugirió mamá―. Estoy segura de que él debe tener sed.

―¿Por qué no? ―Me encogí de hombros―. No es como si no pueda volver a dormir.

Agarrando una jarra de limonada de la nevera y un vaso del armario, me puse mis chancletas y abrí la puerta principal. La luz del sol inundó directamente mi visión y entorné los ojos, haciendo sombra con una mano.

Los septiembres en Statlen normalmente variaban en temperatura. Algunos días hacía frío y otros días, como hoy, se sentía como si estuviéramos en la mitad del verano.

Mis ojos vagaron alrededor del jardín y vi que la mayor parte de la hierba había sido cortada y solo quedaban los bordes alrededor de la valla. El chico estaba agachado sobre el cortacésped y no me había visto, pero yo me di cuenta de algo sobre él. Algo que me inquietó.

Tenía una manga de tatuajes en su brazo izquierdo.

No podía ser. No había manera de que fuera él.

―¿H-hola? ―le llamé tentativamente, todavía sin estar segura de lo que estaba viendo.

Él se levantó y mi boca cayó abierta. Oh, dulce bebé Jesús. Era él. Harry Saenz estaba de pie sin camisa en mi jardín delantero con gotas de sudor chorreando por sus abdominales duros como una piedra. Quiero decir, parecían duros como una piedra. No es como si los hubiera tocado antes pero, chico, quería hacerlo. Lo que era todavía más extraño era que se veía, bueno, normal.

Pretend With MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora