Capítulo 5: La ventana otra vez.

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Pasan los días y sigo sin tener la valentía de llamar a Alice después de aquella madrugada. Le cuento a Paul lo ocurrido y él sólo comenta que de todos modos ambas Alice son lindas.

—Tu plan fue un asco —digo para llamar su atención.

—¡Oye! —frunce el ceño, logré herir su ego—. Mi plan era bueno, tú lo arruinaste, o John fue. No sé quién tiene la culpa, pero yo no.

Paso mis manos por mi rostro.

—Debería llamarla...¿cierto? Y debería olvidarme de la otra Alice, tal vez... Aunque sería feo ocupar a Alice para olvidar a Alice... —suspiro—. Necesito un sándwich.

—Mi plan fue bueno —murmura Paul—, sí, fue bueno, tú eres quien hizo de mi plan un problema. Sí, eso es.

Prefiero no decir nada y asentir, porque quizás él tenga razón. Tal vez yo estoy complicando todo. Me gusta una chica a la que nunca le he dirigido la palabra y que, además, tiene novio. Luego aparece esta hermosa chica con la cual pude charlar por horas, que no tiene novio, y con la que pasé uno de los mejores momentos de mi corta vida. Es Alice con quién debería estar. No Alice "vecina", sino Alice "del pub".

Me levanto, tomo el papel con el número de Alice y me dirijo al teléfono. Estoy dispuesto a discar cuando veo el auto llegar. McCartney se acerca a la ventana. La vemos bajar y acercarse a sus padres.

—Ha regresado.

Suelto el teléfono.

—Necesitaré más de un sándwich —digo mientras un dolor de cabeza me invade.

Paul me mira confundido.

—¿Qué vas a hacer?

—No lo sé... Estaba decidido pero... ¿y si la llegada de Alice es una señal?

McCartney pone los ojos en blanco y me lanza un cojín.

—Necesito pensar.

—Necesitas comer.

—Puedo hacer ambas.

—¿Seguro?

Le doy una mala mirada.

—Que tú no puedas no significa que yo no pueda.

Ríe y toma su guitarra.

—Me tengo que ir.

Asiento, se despide y se marcha.

Recuerdo los ojos de Alice y la dulzura con la que besó mi mejilla, sonrio y tomo nuevamente el teléfono.

—George, necesito que me acompañes—dice mi madre. Hago ademán de pedirle unos segundos pero niega. —Ahora, vamos o se hará tarde —insiste.

Dejo el teléfono y la sigo.

Hacemos un inacabable recorrido, a mi parecer, para hacer la compra. A penas comparto unas palabras con mi madre pues se encuentra con una amiga, en el primer puesto del mercado, que nos acompaña durante el trayecto. Eso me da la oportunidad de pensar y de tratar de aclarar mi cabeza, pero pensar no hace más que revolver mis ideas.

—¿Qué tal la banda, cariño? —pregunta cuando estamos en la puerta de la casa otra vez. Ni si quiera he notado que ya hemos llegado y que llevo dos bolsas en cada mano.

—Bien, bien —digo aterrizando.

Entonces, mi rostro se ilumina y una sonrisa me aparece. Dejo las bolsas, ayudo a mamá a guardar las cosas con rapidez y corro a mi habitación.

Tomo mi guitarra y comienzo a tocar cada vez más rápido, creyendo que eso hará adelantar las horas. De pronto me percato de que no he hecho lo más importante para llevar a cabo mi plan y bajo corriendo las escaleras, aún sonriente, mas me detengo casi de golpe frente a mi gran enemigo: el teléfono. Se borra mi sonrisa, siento que mi frente suda y estiro mi mano temblorosa. Llevo el teléfono a mi oído y doy un suspiro.

—Hola, Alice...soy...George...el del bar, no sé si me recuerdes, bueno, me diste tu número y... yo si te recuerdo bastante bien porque, bueno, me diste tu número  y te estoy llamando...

Cuelgo de golpe y suelto un bufido.

"Idiota,idiota, idiota", me digo a mí mismo.

Tomo de nuevo el teléfono.

—Hola, Alice, soy George, me diste tu número... me preguntaba si... querrías ir el viernes conmigo a una presentación de mi banda, The Quarrymen... O sea, no vamos juntos porque yo estaré en el escenario y tú... bueno... Sí vamos juntos porque puedo ir a recogerte pero...

Cuelgo.

Sigo intentándolo unas diez veces más, y decido que le pediré ayuda a Paul al día siguiente, pues, si era un desastre tan sólo practicando lo que iba a decir, no me imaginaba cómo sería cuando realizara la llamada definitiva.

Subo las escaleras derrotado, más que nada porque me apetecía mucho escuchar las voz de Alice otra vez, estaba seguro de que eso aclararía aún más mis dudas.

Me acerco a la ventana porque necesito algo de aire fresco. Paso las manos por mi cabello y suelto un suspiro agotado mirando al suelo, levanto el rostro y veo que aquel sofá rojo que pasó semanas vacío ya no lo está. Alice está sentada en él, con un libro entre sus manos. Ella sube su rostro, mira hacia la ventana y me quedo congelado por un momento. Me sonríe y no me lo creo. Alice me sonríe y un cosquilleo recorre mi cuerpo.

Alice está en la ventana, otra vez, pero ahora me sonríe y siento que me derrito.

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