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Desperté porque escuche un grito, ya era casi medio día, pude notarlo por la posición del sol. Todos estaban afuera jugando y Martha los observaba, el que gritaba era Dennis, al parecer le habían ganado un partido de canicas y le parecía injusto, recordé todo lo que sucedió y decidí que era el momento perfecto para hacer algo. Salí de mi habitación y camine por el pasillo y ví que la Sra. Cole estaba dormida sobre su escritorio con una vaso en la mano y una botella a su lado. Di por sentado que el señor Wool no estaría como casi siempre así que me dirigí a la habitación de Dennis y comencé a buscar entre sus cosas hasta que encontré su yo-yo favorito dentro de una caja y lo tome. Me dirigí apresurado hacia la habitación de Billy y comencé a buscar entre sus cosas pero no encontraba nada significativo, solo ropa, hasta que vi algo resplandeciente bajo unas hojas sobre su mesa, moví las hojas y al final la vi. Era su armónica, esa que le encantaba tocar desde que se la regalaron en navidad, quise tomarla rápidamente y en un mal movimiento se me resbalo de la mano y fue a parar bajo su cama, me agache y buscaba con la mano pero no podía encontrarla, tuve que enfocar mi vista lo mas agudamente que pude para poder distinguirla entre el polvo y la oscuridad, cuando la vi oí algo detrás de mi, alguien estaba allí a punto de encontrarme. Tomé la armónica la metí en mi bolsillo y me di la vuelta rápidamente, mire hacia donde se había producido el sonido y no había nada o eso creí hasta que mire abajo y allí estaba. Era el estúpido conejo de Billy, una pareja que vino en busca de un hijo adoptivo hace una semana se lo había dado como presente y prometieron regresar a por ambos luego de las vacaciones.
El estúpido conejo me miraba fijamente y yo a el, maldición, me había dado un susto de muerte. Muerte...
Mire al conejo fijamente sin parpadear, pensé en el, pensé en Dennis y en Billy, en todo el odio que sentía hacia ellos, mi cabeza comenzaba a doler y mi corazón se aceleraba, pude notar como la luz del techo comenzaba a hacer corto e imagine el cuello del maldito conejo quebrándose y la sangre brotando de el, por un momento creí que me desmayaría, oí un chillido seguido de un sordo crack, me deje caer en la cama agobiado por el dolor, pero no podía quedarme allí mucho tiempo así que me levante y vi a el conejo yacía muerto en suelo, la sangre brotaba por sus ojos y boca. Me esforze casi a mi limite impulsado por la ira e hice que el conejo flotara hasta la viga del techo y allí quedo posado mientras la sangre caía lentamente en forma de gotas hasta el suelo.
Corrí hasta mi habitación y oculte la armónica y el yo-yo debajo de mi cama y los cubrí con la funda de la almohada. Me dirigí a el comedor y me senté como todos a comer normalmente, parecía ser un día normal, nadie sabia que algo había sucedido hasta ahora. Billy fue el primero en terminar de comer y se dirigió hasta su habitación. No pude evitar demostrar mi cara de jubilo mientras me imaginaba la suya cuando viera el charco de sangre y su estúpido conejo colgado y muerto allí arriba.
Unos minutos después de que el saliera del comedor se oyó un grito y Martha nos pidió que nos quedáramos tranquilos dentro del comedor hasta que regresara, todos estaban muy asustados y hablaban muy rápido y casi gritando entre ellos preocupados, preguntándose que pudo haber pasado.
Al rededor de unos cinco minutos pasaron cuando Martha regreso y nos dijo que nos retiráramos a nuestras habitaciones sin hacer escándalo y nos acostáramos a dormir. Dijo que mañana habría una charla.

Así me dirigí a mi habitación y sin ningún tipo de remordimiento me acosté en mi cama y dormí suavemente...

El Diario de Tom RyddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora