Los Taisho.

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Sabado 6:00 am.

Abrió sus ojos lentamente, no a podido conciliar el sueño desde las 8 de la noche.
La oscuridad es tanta, que tiene que extender sus largos brazos para evitar chocar contra cualquier cosa.

Inuyasha se dirije a paso lento hacia la puerta de su habitación, no a querido prender las luces por dos razónes, 1-Su madre tiene el sueño tan ligero, que con cualquier sumbido se despierta alterada, 2- Siempre le ha gustado caminar en la oscuridad, solo y con los misterios que hay en esta.

Continua por el pasillo apoyandose en las paredes blancas hasta divisar su destino...Abre la puerta de la terraza con extremo cuidado y con tan solo tirar de esta, entra una brisa fresca, fria pero es agradable.

Sale y se recarga en la barra. Todo a su alrededor (exeptuando las demás casas y coches) es hermoso. A pesar de que esta oscuro, aun se apresian destellos de azul y amarillo a lo lejos donde el brillante sol se asoma, listo para estar en todo su esplendor.
Cierra los ojos y respira profundo, escuchando los dulces cantos de la aves y el suave viento soplando en su cara hasta recorrerle todo su cabello y alborotarlo ligeramente.

_Hoy llegan_

Pensó resignado. Frunció el ceño, jamás pensó que esto llegaría a pasar, el tan solo pensar en la idea de conocer a la otra familia de su padre, le daba repugnancia. Apretó con fuerza su puño.

Un sonido lo hizo quitarse el pensamiento de la mente, se volteó despacio para encontrar al culpable de aquel ¿ladrido?.
Frente a él se encontraba un cachorro de pelaje azabache, y unos ojos enormes color chocolate que lo miraban con curiosidad.

-¿Un perro?, ¿qué hace un perro aquí?- Inuyasha se acercó a la pequeña criatura la cual corrio hacia una caja de cartón en forma de casa con unas frazadas adentro.

-No temas pequeño, no te haría daño- Habló con su voz dulce y paciente. Se arrodillo un poco alejado de la caja y extendio su brazo haciendo una seña para que acercara.
El perro asomó su pequeña cabeza por la caja, después una patita y al final todo su diminuto cuerpo, se fue acercando poco a poco a Inuyasha.

Cuando llegó frente a él, Inuyasha seguía sonriendo con ternura, no sabía de donde salió el animalito...pero por su aspecto le recordaba mucho a alguien.

Cerro sus ojos, si...ese perro le recordaba a Kagome. Abrió sus ojos de golpe al sentir es suave contacto de sus dedos con el brillante pelaje del cachorro.
Volvió a sonreir, esta vez empezaban una ligeras ventiscas que ocasionaba que le dieran escalofrios a Inuyasha y al parecer al perrito igual por su forma de temblar.

-Esta muy frio para que te quedes aquí afuera, ven conmigo pequeño- Tomo entre sus brazos al pequeño bultito y lo llevo adentro. Una vez en su habitación, Inuyasha lo colocó en su cama y se quedó observandolo como este se daba vueltas sobre sí mismo para al final se hiciera bolita y cerrara sus ojos.

-No sé de donde saliste...pero,-acarició su nariz con la punta de su dedo y esbozó una pequeña sonrisa. -...Bienvenido a casa pequeño-
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8:30 am...

Izayoi se dirijía a la habitación de su hija para avisarle que el desayuno estaba servido...abrio la puerta con el cuidado de no hacer ruido.

Su corazón se encogío ante tal escena: Inuyasha se encontraba arrodillado con su cabeza descansando en sus brazos sobre el colchón y a su lado la pequeña bola de pelos estaba olfateando su mano.
Ella se acercó lentamente a él y lo sacudio suavemente.

-Inuyasha- Sin reaccionar- Inuyasha...-Lo volvió a llamar, esta vez parecía haber reacción ante sus palabras.

-Mmm...- Se movió un poco con el ceño fruncido.-Dejame en paz Miroku, quiero dormir...-Sonrió divertida, ya hace años que no lo encontraba hablando dormido. El perrito se levantó de su sitio y se dirijió a la cara del platinado, empezando a darle pequeños lengüetazos que lo hacian reir hasta que finalmente abrio los ojos.

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