《Ataduras dolorosas》

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Te dolía el dolor.

Válgase la redundancia.

Pero te dolía de un modo diferente, no te dolía tu dolor;
sino el mío.

Te dolía ver como me hacía pedazos ante tus ojos y no te permitía interferir en mi caos.

No sabía si era por protegerte o por mi absurdo orgullo a punto de fallecer, pero simplemente te abandonaba, mirándome queda desde un rincón.

Y eso a mí también me dolía.

¡Te dolía tanto!

Realmente nunca entendí por qué.

Quizá fui una mala hija, un nacimiento sin color.

El cimiento de tu eterno dolor.

Un secuestro de la felicidad.

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