3. La Memoria del Agua

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Corro a toda prisa hasta la parada del autobus, buscando no mojarme o al menos evitarlo todo lo posible.

Ya bajo el paradero, reparo en el retrato, el cuál he arrugado y destrozado en cuestión de minutos. El ser cuidadosa nunca ha sido una de mis cualidades. Pero a pesar de todo, el rostro del niño conserva los detalles más prominentes.
Decido doblar el papel y guardarlo en mi bolso antes de dañarlo aún más.

Me pregunto si realmente le conozco, porque esta mañana, frente al espejo, tuve una completa visión de él y aunque mayor, no había duda de que se trataba del mismo. Mi pregunta era, porqué lo recordaba.

¿Tendría el muchacho mi misma edad? ¿O quizá era mayor? Cuál había sido mi relación con él y porqué estaba atascado en mis memorias. ¿Había sido su madre, o su amante? Pero porqué en mis memorias huía de él y de todos los demás.

Cómo me hubiese gustado conocerlo y preguntarle todo aquello. Y lo peor de todo es que puede que nunca tuviese la posibilidad de contestar todas aquellas preguntas.

Las gotas se vuelven más insistentes, y la lluvia pronto se transforma en tormenta. Parece irónico, como si el mal tiempo quisiese recordarme que hoy es mi cumpleaños, o quizá solo quiere saludarme.

Mis pensamientos son interrumpidos cuando varias voces, a lo lejos, invaden el ambiente. A mi lado llega un grupo de alumnos que lleva el mismo uniforme de mi escuela, y que debido al tono de sus voces, graves y sonoras, deduzco que al igual que yo, cursan el último año de preparatoria.

Suenan emocionados por comenzar el último-primer día de clases de la manera en que lo han hecho durante los últimos cuatro años.

De alguna manera comparto su emoción, pero me mantengo a parte hasta que se van. Como he mencionado, nunca he sido buena haciendo amigos, y socializar tampoco es un de mis fuertes. Sin embargo, uno de ellos permanece quieto, se despide del resto y se mete bajo la parada techada, acomodándose a mi izquierda. Ahora estamos a menos de treinta centímetros el uno del otro.

Una curiosidad momentánea me invade y no puedo reprimir el deseo de querer observarle de soslayo, anotando en mi cerebro cada detalle que llama la atención. Su camisa empapada por la lluvia, su cabello oscurecido por el agua y el pequeño lunar bajo su ojo derecho Y repentinamente, como el tirar del gatillo acciona la bala, como el deseo de gritar, de reír o de llorar, el impulso de girarme hacia él me invade completamente y yo sucumbo a el.
Entonces, bajo la melena de cabello castaño, le veo.

Por un momento creo que es una ilusión, una mala jugada de mi mente, pero allí está. Parado frente a mi, se encuentra el niño, el muchacho de mis memorias, mirándome con sus ojos castaños y quizá tan extrañado como yo le miro a él.

—Disculpa —me excuso avergonzada—, es solo que me recordaste mucho a alguien que conozco —y no estoy mintiendo—.

El me observa un momento antes de girarse, y soltar una risa fugaz y ligera. Aquella reacción me parece más nostálgica de lo que debería. Es como si nos reencontráramos luego de un largo tiempo, y no como si le viese por primera vez.

Una risa incrédula escapa de mis labios en el momento en que el la lluvia deja de caer.

El autobús llega un instante después, y como no he hecho en mucho tiempo, subo, esta vez, acompañada de alguien diferente a la soledad.

Bruno —murmuro en el momento en que las puertas se cierran, pero demasiado bajo como para que me escuche—.

—¿Te importa si me siento a tu lado? —digo al llegar junto a él. Asintiendo, su respuesta llega nuevamente acompañada de una cálida sonrisa—.

Entonces, al mirar por la ventana las pequeñas gotas de agua que cubren el vidrio y mi reflejo, lo recuerdo todo:

"El día en que me marché, me marché sin tocar nada, sin llevarme nada. El recuerdo quedaría intacto, y para cuando él volviera, yo ya me habría
ido.

Sé que odiaba las despedidas y la mía no sería la excepción, y sinceramente no tenía la fuerza ni la voluntad para contemplar esa mirada perdida y sufrida que me gritaría que volviese. En aquel instante, para mi alma ya era muy tarde, y no tenía el valor de quitarle la suya.

Tan solo creo que me hubiese gustado verle una vez más, para que cuando nos volviésemos a encontrar, la sonrisa que habría de quedar patente, brotara sola de mis recuerdos.

No sé decir cuando, ni mucho menos donde, pero si puedo asegurar que dos almas que se conocen en esta vida, están destinadas a reencontrarse en la siguiente.

Y nosotros lo haremos también, y quizá, solo quizá, si tenemos la mejor de las suertes, seamos lo suficientemente afortunados para llevar como recipiente de nuestras almas, un cuerpo humano; sin que ya nada ni nadie pudiese impedir que te ame."

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La Memoria del Agua (Concurso Literario Elementales, Segunda Edición.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora