Capítulo 1

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Imponía ver a la comandante en mitad de la noche, iluminada tan solo por una suave luna. Hacía ya un rato que había detenido su montura, dando la misma orden a sus acompañantes. Pero todos continuaban aun a lomos de sus caballos. Según los exploradores en el interior de ese puesto comercial se encontraba Clarke del pueblo celeste, su Clarke.

Tensó la mandíbula. Elevó la vista al cielo y llenó sus pulmones de aire, solo entonces desmontó. Caminó los pocos pasos que le separaban de la puerta de la tienda. Peor fue incapaz de entrar. Su cerebro decidió que ese era el mejor momento para hacer que recordase cada instante que había vivido con Clarke.

Lexa quería conocerla. Quería saber cómo era aquella que había asesinado a 300 de sus mejores guerreros. Quería mirarla a los ojos y ver que había dentro de ella. Quería todo eso para después matarla con sus propias manos. Debía reconocer que se sorprendió. Nunca hubiera pensado que fuese de aquella forma.

Tenían su ultimátum, o se iban o morían. Y en lugar de rendirse ella apareció en el campamento, sola y desarmada.

-Tú eres la que quemó vivos a 300 de mis guerreros- Esas fueron las primeras palabras que Lexa dirigió a la líder del pueblo celeste. Su respuesta le sorprendió, cualquier otra persona sentía miedo con solo la presencia de la comandante pero ella tuvo el valor de responder- "Y tú la que los envió aquí a matarnos" – Esas fueron sus palabras.

Clarke llevaba una oferta. Se presentó, Clarke del pueblo celeste, no para rendirse sino para ofrecer algo a cambio de una tregua.

Anya, aquella que había sido la mentora de la comandante murió a su lado. Aquella creyó en lo que le dijo, o al menos así decía Clarke que sucedió. Y por alguna extraña razón, ya en aquel su primer encuentro, Lexa creyó en ella. Cada vez que se reunían iba sorprendiéndose más.

Lexa tragó en seco cuando su cerebro le recordó a la perfección el día, o mejor dicho la noche en la que todo comenzó a cambiar. La noche en la que Clarke, su Clarke del pueblo celeste, comenzó a morir.

Para los terrestres la sangre exige sangre. Y querían venganza. Venganza por la muerte de inocentes. Clarke intentó salvar a su hombre. Lo intentó hasta la extenuación. Y aunque fuese de una forma tan cruel para ella, al final logro salvarle.

Los terrestres sólo querían la sangre de aquel al que llamaban Finn. Masacró un pueblo, niños, ancianos. Y esos asesinatos merecían su sangre. Clarke no entendía que no pidiesen la suya, pero es que ella era diferente. Sus actos eran actos de guerra, eran sus vidas o las del enemigo. En cambio su hombre mató a sangre fría, y eso merecía un castigo.

Ella seguía sin entender a la comandante. Intentó convencerla de que todo fue un error, que su hombre creía estar salvando a sus amigos. Y ahí, Lexa lo entendió. Aquel a quien llamaban Finn la amaba y había matado a mis hombres sólo por querer llegar hasta ella.

-Morirá por ti- Le dijo, sus ojos de un intenso azul estaban llenos de lagrimas. Y pensó que en algún momento deberá explicarle que el amor las hace débiles. Eso pensó en aquel momento.

Clarke viendo que no lograría el perdón para Finn pidió permiso para despedirse de él, y Lexa no pudo o no supo negarse. Lo que sucedió después nunca se lo hubiera imaginado. Clarke sacrificó a su amigo para evitarle nuestra tortura. Aquello comenzó a matar a la antigua Clarke del pueblo celeste.

Heda retrocedió unos pasos, le dolía recordar todos aquellos momentos. Porque todos ellos fueron destrozando a la rubia llegada del cielo. Sus ojos se aguaron al recordar que el sufrimiento por la muerte de Finn no terminó con ahí, Clarke tuvo que acompañarles hasta la aldea. El cadáver de Finn ardería al lado de aquellos inocentes a los que había segado la vida. Y Clarke volvió a sorprenderla, fue ella la que prendió fuego a la pira. Ella la que hizo que el cadáver de su amigo ardiese.

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