II

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Tanto él como el conductor cayeron al suelo; el mayor siendo golpeado con el capó de su auto, en su tropiezo. Tsukkishima se resguardó sobre el abdomen de Kuroo dispuesto a defenderle a pesar de haber perdido los anteojos en el impacto. Extendió el dinero con fulminante mirada y le ordenó que se fuera, amenazándole con identificar la placa de su matrícula con la policía.

– No lo harías... – dijo incrédulo, aunque con preocupante mirada.

– Te vi pateándole el brazo y pisoteándole el hombro – advirtió jadeante por la carrera – Coge tu dinero y desaparece antes de que lo reconsidere, mejor – amenazó temblando de furia.

Sus miradas se enfrentaron pero sabían quién de los tres las tenía, más, de perder en ese momento. Pronto algunas luces se encendieron en algunas casas, poniendo nervioso al trío. Kuroo se enderezó detrás de él, manejando lo mejor que podía el punzante dolor en su hombro. Tsukkishima ignoró el movimiento a sus espaldas mientras el taxista cogía el dinero que le correspondía, para luego desaparecer en dirección opuesta en la que ellos regresarían.

– Entonces... – dijo Kuroo, quebrando la estabilidad de Tsukkishima – ¿En tu habitación...? –

Aún seguían sentados sobre el hormigón cuando la tranquilidad regresó al vecindario. El cielo comenzaba a ponerse azul y sólo tenían un lugar en donde refugiarse. Si tan sólo fuera tal fácil... Sin mediar palabra, Tsukkishima levantó a Kuroo del otro brazo, rodeando sus hombros con él; brindándole el apoyo necesario para que pudiera sostenerse de pie hasta llegar a su casa.

El tiempo que les tomó durante el camino de regreso les pareció mucho más corto que el anterior. Al igual que a Tsukkishima, a Kuroo le había parecido infinito el sonido de sus pisadas cuando éste corrió a auxiliarlo. Si no hubiese estado tan ebrio, habría podido defenderse, pensó frustrado; considerando que no estaba lo suficientemente ebrio como para olvidar la golpiza.

Siendo los más silenciosos posibles, Kuroo se mantuvo en pie esperando a que Tsukkishima abriera la puerta de entrada. Las llaves se les resbalaban de las manos en su nerviosismo, al igual que Kuroo quien se inclinó a recogerlas, no pudiendo ocultar el estremecimiento de sus manos.

Un tropiezo frente la habitación de Akiteru alteró los nervios de Tsukkishima cuando Kuroo cayó de rodillas al suelo, mostrándole una paralizante expresión en su rostro. Sin importarles el estruendo que juntos pudieran causar en su carrera, se apresuraron a llegar a la habitación y encerrarse en ella. Se mantuvieron quietos, esperando alguna reacción en el incómodo silencio.

– Creo que no nos escucharon... – susurró Kuroo, pegando un oído sobre la puerta.

– ¿No podías mantenerte de pie por un poco más de tiempo...? – vena latente en su sien.

– ¡Está oscuro allá afuera...! – susurró alto – ¡Y no estoy tan ebrio, estoy despierto...!

– Nunca se puede estar tan seguro. – dijo apartándose de la puerta – Ya olvídalo, lo más probable es que ellos ya sepan que estás aquí adentro. – encendiendo la lámpara.

– ¿A sí...? – enderezándose, sujetando su adolorido hombro con la izquierda – ¿Y por qué no vienen aquí a golpearme en el hombro, eh...? – respirando el nuevo aire de la habitación.

Kuroo se le acercó felinamente desde su espalda, pervirtiendo el cuerpo de Tsukkishima con insaciable mirada. Su cabello rubio, su delgada contextura y su desarrollada estatura; deseaba verlo tan desesperadamente, que le resultaba difícil creer que se encontraba en su habitación. Kuroo temblaba de impaciencia detrás de él, pero no arremetería en su contra como una bestia salvaje... no si Tsukkishima seguía dándole la espalda a pesar de su cercanía.

Haikyuu!! - Seether (KuroTsukki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora