Prólogo

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—¡Vamos no tengo todo el día!—gritó el hombre de negro a los niños esposados los cuales se bajaban de la furgoneta, todos estos eran niños sin hogar y vándalos con mala suerte.

Habían sido raptados para crear drogas, limpiar armas y ser maltratados por personas de la mafia, algunos tenían un hogar sin embargo, escaparon del mismo, por cree que sus vidas eran injustas porque sus padres no cumplían todos sus caprichos.

—¿Hermanita?—llamó la pequeña niña, a su hermana mayor.

—No temas,—respondió, dándole una mirada apacible y sonriendo un poco para convencerla—saldremos de aquí—la niña asintió con tristeza.

El hombre los llevo al sótano de la mansión abandonada, bajo las miradas de sus compañeros, los escalofríos ya no se sentía por el frío de la noche sino por el miedo interno de los críos, casi a empujones fueron adentrados a ese lugar, sorpresivamente extenso. Un hombre se encontraba con un habano entre dedos y sonriendo con satisfacción.

—¿Cuántos son, Michael?— inquirió el hombre del habano al guardia.

—Cuarenta, jefe—él asintió y dio una señal para que lo dejara solo con los niños.

Todos temblaban y lo hicieron mucho más al observar cómo se acercaba de manera tan tranquila pero, a la vez amenazante de forma imponente, él los chequeo a todos, tocó la barbilla de uno de los pequeños con el dedo índice y al ver como su labio inferior tembló, este sonrío mostrando sus dientes amarillos a causa de su consumo al cigarro y otras sustancias, se alejó un poco.

—De ahora en adelante vivirán y trabajaran para mí, me llamaran tío Max—explicó mirando las caras de todos los infantes—todo los que se les ordene lo harán, sin excusas ni, rebeldías—los fulminó con la mirada al decir esto último—¿estamos?—los niños tragaron grueso y asintieron, el hombre se dirigió a las escaleras y antes de llegar al final dijo:—En un momento llegaran sus ordenes, pueden lloriquear ahora.

Dicho y hecho cuando el "tío Max" salió de ahí, unos se pusieron a lamentarse y llorar, la pequeña se aferró a su hermana y lloró, al contrario de la mayor ella debía ser ruda y fuerte, debía proteger a su hermana.

Pasaron los días y su hermana mayor se metía en problemas, cuando se comportaba mal era llevada a una celda putrefacta, llena de ratas y sangre vieja, sin comida por uno o dos días o cuando era muy grave la falta ella era castigada con latigazos menores, hasta que un día, fue llevada a la oficina del "tío Max", al entrar a la misma, no dijo ni una sola palabra sólo miraba al hombre de manera desafiante y fulminante, ella ya no le tenía miedo.

—¿Sabes por qué te mande a llamar?—ella no respondió, él recargo sus codos en el escritorio de cristal juntó sus manos y puso su barbilla encima de estas— Porque quiero que seas parte de mi mafia—a la niña le pareció repugnante y sorprendente que este hombre la reclutara ante eso, gargajeo y escupió la alfombra de terciopelo rojo.

—Ni de chiste—confesó con el ceño fruncido y con ira en sus palabras, él carcajeo.

—Bien,—se giro en su sillón de ruedas- llevala al campo de fusilación—al decir estas palabras el corazón de la niña comenzó a latir desesperadamente, el guardia la tomo de la cadera y ella trató de soltarse de su agarre.

—¡MALDITO!—gritó con dolor e ira.

Le daba rabia que no pudiera ser lo suficientemente fuerte para zafarse del hombre, la planta baja se lleno de gritos desesperados, dolorosos e impotentes, sus ojos parecían cascadas, sus mandíbulas dolían de apretar tan fuerte y sus nudillos se ponían blanquecinos, el guardia se dirigió a un colega.

—Saca a todos los niños al campo de fusil.

Las palabras retumbaron en lo más profundo de su interior. Su hermana, ella contemplaría tal acto de terror ¿Por qué no me comporte? Se preguntaba a sí misma, su llanto se calmó, sabía que nada se arreglaría con eso y al cruzar la puerta trasera de la mansión, su sentencia estaba hecha.

Entre el Amor y la Mafia, te elijo a ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora