CAPITULO 2

4 0 0
                                    


No podía negar que tenía ganas de matarlo con mis propias manos en ese mismo instante, pero eso no podía ser, primero porque no quería manchar mi sabana con sangre asquerosa y segundo porque si lo mataba de inmediato no sufriría como yo quiero, no tenía derecho a morir sin sentir lo que yo sentí durante mi infancia, en este momento, de camino a la universidad estatal de Washington se me ocurrían un millón de maneras para hacerle pagar la misma moneda, pero eso sí, tenía que pensar dos veces antes de actuar y asegurarme de que nadie sospeche de mí y hacerles creer a todos que soy un ángel incapaz de cometer pecado alguno.

Durante todo el trayecto hacia la universidad me sentí vigilada así que trataba de actuar lo más normal posible hasta que un escalofrió recorrió todo mi cuerpo poniéndome la carne de gallina y segundos después alguien choco contra mi hombro haciendo que me tropiece y caiga al suelo solté un suspiro y murmure con fastidio hacia la persona que hiso que me tropezara.

- Lo siento ¿estás bien? – me pregunto mientras que su mano, que por cierto era muy grande, extendía hacia mí para intentar ayudarme, pero la rechacé al darme cuenta que era el mismo tipo de hacía unos dos días.

- Puedo levantarme sola, gracias – susurre esto último esperando que captara lo que intentaba decirle - ¿A caso me estabas espiando o persiguiendo? Porque te podrá acusar de acoso y créeme que conseguiría que pasaras una buena temporada en la cárcel ¿Eso es lo que quieres?

- No pensé que te molestaría ver mi presencia, pero si ese es el caso podemos empezar de nuevo, por el pie correcto – dijo sin inmutarse por mi advertencia – Soy Desmond y soy el dueño de una prestigiosa empresa entre otras cosas.

Lo que me faltaba un tipo arrogante y presumido que lo único que ha de saber es cuidar de sí mismo y aparte quiere que empecemos nuevamente es que no tiene vergüenza, pero me encargare de borrarle esa sonrisita que me está matando.

- Mira Dermond, Desmos, Desmond, como te llames no me interesa ni quiero conocerte por varias razones así que deja toda esta ridiculez para otra mujer. Adiós y hasta nunca. – me volví en mis talones para continuar el rumbo, pero me detuve en seco al oírlo pronuncias las siguientes palabras.

- Soy el único que te puede ayudar con lo que estás haciendo así que creo que esta vez vas a tener que dejar tu estúpido orgullo de lado y escucharme Meredith.

- ¿Pero qué...? ¿De qué estás hablando? ¿Y cómo sabes mi nombre? – dije algo insegura de querer oír lo que venía a continuación.

- Ya me escuchaste, así que ven, acompáñame a desayunar ¿vale? Y no te atrevas a negarte porque no sabes de lo que soy capaz.

No sentía miedo por su amenaza, pero sin embargo mis pies me traicionaron al caminar hacia donde él se encontraba, sin más remedio lo seguí hasta el Starbucks de enfrente, nos sentamos en una mesa redonda apartada y mientras él iba hacer no sé qué cosa en el baño me quede observando la calle y las diferentes personas con una fascinación increíble preguntándome que era lo que hacia él aquí conmigo y sobre que quería hablar, aunque sabía que no me iba a gustar debía parecer relajada para que no notara lo nerviosa que me ponía y no lo digo solamente por lo que vaya a decir sino porque su físico y esos ojos me perturbaban de manera incontrolable desde el día en que lo vi por primera vez. Una camarera se acercó a pedir la orden y al no saber que pedir por parte de él me decidí por el desayuno especial rogando internamente que regresara pronto. Una vez que hubo regresado se sentó, observo el desayuno que consistía en dos rodajas de beicon un pedazo de baguette con relleno, unos dos huevos en copa, un cappuccino y un jugo de arándanos rojos, y después me miro a mi con el cejo fruncido talvés preguntándose porque elegí algo para él sin su consentimiento. A pesar de que su expresión corporal era relajada podía ver en sus ojos la desesperación y el miedo que estos escondían, dos sentimientos totalmente absurdos ya que en este caso debía de ser yo la que tenga miedo, no él.

NO ERA LO MÍODonde viven las historias. Descúbrelo ahora