Mi infancia

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Erase una vez, hace mucho tiempo, en un lugar muy lejano, existía un castillo y donde vivía una joven princesa.

Ok. Tal vez, no fue hace mucho tiempo, y tampoco en un lugar muy lejano; fue en el valle de San Francisco y se ve muy lejano por la contaminación. Sin embargo la princesa sería yo, la princesa del restaurante de mi padre.

Tal vez, el ser criada por un hombre no me ponga al último grito de la moda, pero me consideraba la chica más feliz el mundo.
Tenía todo lo que quería, un buen padre, buenos amigos, mucho amor y lo mejor de las personas que me rodeaban. ¿Que más podría pedir?
Pero sin duda mi padre pensó que necesitaba algo mas; y fue ahí estaba ella, Fiona, la mujer que pronto se convirtió en su esposa; y junto con ella vinieron sus pesadas hijas, mis hermanastras, Briana y Gabriela.

x x.x.x.x......

-Y el príncipe la tomó de la mano y la subió a su caballo, y vivieron felices para siempre.- dijo mi padre al estar acostados en mi cama, cuando me contaba un cuento para dormir.

-Papà, ¿ los cuentos se hacen realidad?

-No, pero los sueños si. Pero ¿sabes? Los cuentos no hablan solamente de príncipes apuestos. Hablan de cumplir lo que deseas y luchar por lo que quieres.
Además, yo deseo que estudies y busques tu propio principe y vivas feliz para siempre. - dijo mi padre mientras me abrazaba y me daba un beso en la frente.

-¿Y las princesas donde tienen que estudiar? -pregunte inocentemente.

-Bueno, ellas deben estudiar donde el príncipe estudia. En Prinston.
Pero deseo que seas feliz, y recuerda lo que yo siempre digo: No por miedo a errar, vas a dejar de jugar.

En ese preciso momento un terremoto atacó nuestra cuidad y todo era temor, grito y mucha atención.Fiona grito desde la otra habitación y mi padre recurrió a su llamado; en ese momento mi padre murió en el suceso.
Mi vida se torno gris y vulnerable, dejándome a mi muy triste. Como mi padre no dejó testamento, Fiona se quedó con la casa, el restaurante y para su mala suerte, conmigo.

Y ahí estaba yo, viviendo con mi madrastra y mis dos hermanastras; en un ático como habitación. Y sin más preámbulo como, por decirlo así, la sirvienta de la casa.

Que horror, yo sufría un infierno en esa casa cuando mi padre murió.

Una Cenicienta ModernaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora