Lunares.

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Un día llegué a las tres de la mañana a casa, todo estaba en silencio. Ese silencio me hizo muchísima gracia.
Cuando me percaté de ello empecé a reírme descontroladamente, no era feliz, sin embargo la risa se escapaba de mis labios, huía de mi.
Y por un momento sentí celos de ella, mi risa era libre (y yo, ya, no lo era).
Al sentir esos celos, empecé a llorar desconsoladamente, no sabía ciertamente que había pasado, pero sentía que estar con Sam me destruía cada día un poco más que el día anterior, sin embargo la risa y el llanto iban incluidos con el poder de contar sus lunares.

Huyendo, de ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora