Ben Jusuf entró precipitadamente en la estancia. Le acompañaba Ajofaf, la criada que les había abierto la puerta, llevando ropa en un cesto. Jusuf habló con prisa dirigiéndose a Alicia y a Toño.
−Muchachos, poneos estas ropas para no llamar la atención. Ahora iremos todos a reunirnos con los que nos son fieles. Al enterarse de la llegada de la princesa han recuperado los ánimos para enfrentarse con los traidores.
Alicia y Toño se vistieron con sendas túnicas que tapaban sus ropas y cubrieron sus cabezas, ella con un bonito velo de color azul, él con un turbante negro que hubo de ponerse con la ayuda de la criada. A continuación salieron de la casa.
−¿Estoy guapa? –comentó por lo bajo Alicia a Toño−. Tu estás muy interesante con el turbante.
−¡Calla, tonta! ¿Has visto?, continuamos entendiendo el árabe y ellos nos entienden a nosotros.
−La magia continúa...
Jusuf les guiaba rápidamente atravesando calles repletas de gente y de puestos que ofrecían los más diversos productos: frutos, collares y pulseras, telas y vestidos... Aunque caminaban de prisa no dejaron de admirarse con los colores que aquellas calles ofrecían y con los aromas que emanaban de los puestos de especias y de perfumes. Nunca podían haber sospechado que la historia pasada de su tierra iba a ser vivida por ellos de tal manera.
Llegaron a una plaza amplia, con una fuente situada en medio; alrededor de ella pedían numerosos mendigos, todos ellos ataviados con viejas túnicas grises que, coronadas con una capucha, también tapaban sus cabezas. Jusuf hizo un gesto a Dalal para que apartase levemente su velo y enseñase la cara; en ese momento todos los mendigos hicieron gestos de asentimiento a Jusuf y este se encaminó hacia una de las calles que partían de la plaza.
Alicia tomó conciencia de lo que estaba sucediendo: Jusuf, seguido de cerca por los tres jóvenes, parecía un padre caminando con sus hijos; los mendigos les seguían discretamente, incluso se habían unido algunos más tras salir de la plaza, guardando distancias y aparentando pedir recorriendo las calles. A nadie extrañaba su presencia, pues desde la toma del poder por el tirano usurpador, la pobreza en la ciudad había aumentado notablemente debido a los impuestos injustos con los que había esquilmado a casi todo el mundo.
Llegaron cerca del palacio y lo bordearon hasta acercarse a un portón situado en un pequeño patio posterior, poco visible y por el que se accedía a almacenes y zonas de trabajo delos criados. Jusuf golpeó dos veces sobre la madera del portón y este se abrió dándoles paso; tras ellos, de forma escalonada, comenzaron a entrar los mendigos que les habían seguido. Una vez dentro, el hombre que les había franqueado el paso saludó reverencialmente a la princesa y les hizo pasar a un amplio almacén utilizado para guardar ropa. Allí los mendigos se desembarazaron de las túnicas apareciendo con su verdadera indumentaria: cotas de malla y espadas en la cintura. Jusuf se dirigió a Dalal, Alicia y Toño.
−Nosotros vamos hacia las mazmorras para liberar a nuestro Emir. Contamos con la sorpresa para vencer a los carceleros. Después, con el Emir y la princesa libres, la guardia abandonará al tirano y volverá a rendir fidelidad a sus verdaderos gobernantes. Vosotros ocultaos aquí y no salgáis bajo ningún concepto hasta que volvamos a buscaros.
Todos fueron saliendo, espada en mano y haciendo reverencias a su princesa. Alicia contemplaba aquello y no podía reprimir un gesto de sana envidia. Ver a los soldados rendir homenaje a Dalal le parecía una situación de lo más maravillosa.
Los minutos de espera se hacían eternos; encerrados en aquella sala paseaban como fieras enjauladas intentando relajar los nervios y matar el tiempo.
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UN BAÚL EN EL DESVÁN
Mystery / ThrillerToño se ve obligado a cambiar de ciudad y, por lo tanto, de colegio y de amigos. Conoce a Alicia, su vecina, una chica inteligente y simpática que comparte con él su secreto: un viejo baúl en el desván de su casa que la tiene intrigada. Juntos lo ab...