III

34 4 8
                                    

No le veo el sentido a lo que haces, ¿porque debo sufrir las consecuencias de tu castigo?

No me dejarás solo, eso lo tengo claro.

Pero por favor, déjame tranquilo.

~~~~~~~~~~~~~~~

Miré mi auto y luego al cielo, preguntándole a cualquier ser superior existente (o inexistente) sobre el porqué éstas cosas solo me ocurrían a mí.

Escuché el ring ring de mi celular, que a su vez destellaba junto con el apodo 'mamá' en su pantalla. Lo que faltaba.

-Cariño... -Dijo con tono suave, como nunca lo hacía.-¿¡DÓNDE DEMONIOS ESTÁS, HIJO DE DIOS!?- Sip, esa si es mi dulce madre.

-Acabo de chocar con...-Me quedé pensativo acerca de que demonios debía decirle, ya que ni siquiera yo mismo sabía de que se trataba la abolladura en mi vehículo.- Un perro.

-Pues intenta llegar pronto, tu hermana se siente mal.- Dijo ya más tranquila.

Y colgó, de nuevo. Porque era su hobbie, colgarme el teléfono y colmar mi paciencia, le divertía, le encantaba.

A regañadientes, como quien dice, subí a mi auto ya cansado de tanta... Basura. Traté de encenderlo y luego de rezar 10 Avemarías y tres Padres Nuestros, logré que éste resucitara, afortunadamente tardó menos de tres días.

En mi aventura a la farmacia encendí la radio, cantando Chandelier, de Sia, como niña prepuberta, ¿dónde habían quedado los 20 años (casi 21) que llevaba encima? No lo sé.

Precipitadamente intenté subir la velocidad de mi auto, el cuál con una falla más en el tablero me anunció, casi diciendo "No cariño, ya estuvo".

Gracias a los astros llegué a la farmacia, dónde luego de media hora en la fila y 3 llamadas colgadas de mi respectiva y por supuesto molesta madre, logré comprar un jarabe de Atamel para mi también molesta hermana. Sí, cariños míos, un jarabe, porque la ¡burra vieja! de 15 años no tragaba pastillas, las vomitaba de inmediato.

Me adentré entonces a la travesía de ir a la Fantabulostastica, divertida, encantadora y enorme mansión de mi madre. Noten por favor el sarcasmo, por favor. Sí, hablaba de la putrefacta casucha otorgada por el gobierno a mi madre y mi hermana. Cuántos recuerdos.

Pues así debería ser, únicamente deberían quedar recuerdos de aquella vieja y desgastada casa. Que se supone debí haber dejado atrás aquel julio de 2010.

Una casa color blanco con rejas negras, la definición de una casa trágica. Con tan sólo un par de ventanas a los lados... Tres habitaciones, una cocina, un baño, un enorme patio en la parte de atrás, evidentemente.

*Tuc, tuc, tuc* El sonido hueco de la puerta al ser suavemente tocada por los nudillos de mis dedos. Juntándose con el rechinido de ésta al abrirse en respuesta.

-¿Trajiste el jarabe?- Dijo mi madre mirando entre mis manos, expectante y con mirada curiosa con respecto al contenido en mi bolsa de papel marrón.

-También me alegro de verte, mamá. Que encantadora.- Le dije con tono sarcástico y sin previo aviso me adentré a la sala de la casa, es decir, la primera habitación de ésta.

No llores más.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora