Todo tiene un principio

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Todos los días, mientras te bañas enfrentas esa lucha entre lo que eres y lo que no quieres ser, atraviesas por esa linea tan delgada entre tu consciente y subconsciente mientras el agua de la regadera baja desde tu cabeza hasta tus pies, limpiando no solo tu cuerpo sino también tu alma, de todas aquellas cosas por las que pasaste en la noche o el día anterior.

Para mi, bañarme siempre ha sido un ritual, un espacio donde puedo disfrutarme en completa soledad. Donde puedo sentir frió mientras observo como cada milímetro de mi piel se pone tensa y se eriza como respuesta al cambio de temperatura, donde el agua recorre mi cuerpo limpiando cada parte, mientras yo limpio cada recoveco de mi mente.

Salir, secarte con las toallas y envolverte en ellas, sentir el largo de tu cabello y exprimirlo para quitarle el exceso de humedad. Observar el espejo empañado, limpiarlo con las yemas de los dedos y observarte entonces a ti, en la forma más pura, sin maquillaje que cubra tu verdadero rostro, con la cara recién lavada y las ganas renovadas.

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La mayoría de las mujeres -¡Que va!- las mujeres en su totalidad, hemos pasado por esa etapa de la aceptación en donde tiene que pasar demasiado, demasiado para que logremos aceptarnos tal y como somos.

En el principio de mi adolescencia, mientras iba dejando la pubertad, aceptarme a mi misma fue una de las situaciones más difíciles por las que pude atravesar. No estaba contenta con mi cuerpo, con el largo de mis piernas, que me hubiese gustado ser mas bajita, con la escasa delgadez de mis brazos y mi abdomen, mi carencia de busto y de nalgas, mi piel grasa, mi cabello indomable (literalmente). No usaba maquillaje, nunca me ha gustado el maquillaje. No comía, aborrecía el hecho de tener que comer, quería ser delgada, quería ser bonita. La anorexia, acompañada con el exceso de drogas como la cocaína y la heroína, es una de las peores situaciones en las que te puedes envolver. Si encima, le agregas doce años de pura inocencia y falta de atención paternal y maternal, bueno, es una bomba de tiempo.

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En cambio hoy, que los años me han sentado bien, que he madurado y he logrado aceptarme. Me miro en el espejo y me gusta lo que observo, mis piernas largas y torneadas por mi buena genética, mis brazos que a pesar de su tamaño y mi piel casi transparente hace buen juego con el tamaño de mi espalda, mi cintura marcada aunque no pese los 57kg que me hubiese gustado pesar, mis senos pequeños y firmes, mi cabello largo después de tantos años de espera, indomable y al mismo tiempo seductor. Vaya que hemos crecido.

Y ahora, en esta etapa de mi vida, con este intento insaciable de amarme solo a mi misma, aún con todo el caos que conlleva estar conmigo, es donde verdaderamente comienza todo, aquí es donde se marca el principio de esta historia, nuestra historia.

ÍgneosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora