Aire.

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Y así, con la combinación de marihuana, media botella de tequila, cuatro hombres con muchas ganas de coger y yo, arrasada por el calor de las caricias que ocho manos  me estaban brindando, casi fuera de mi misma, hicieron que se convirtiera en una de nuestras mejores anécdotas como grupo. 

-Puta, me están marcando mis papás desde las 4 am- Siento ese hoyo negro expandirse por mi pecho. Imposible que a mis 18 y con el nivel de autosuficiencia que tengo, mi mamá me siga haciendo sentir como una niña pequeña, asustada, esperando el regaño. 

-No mames Susana ¿De que te preocupas? Trabajas, ganas bien ¿Que te pueden hacer tus papás?- Ignoro a Alejandro. La vida desde su punto de vista suena siempre demasiado sencilla. 

-¿Esta tú papá en tu casa?- Me pregunta Israel, noto la preocupación en su tono de voz. Conoce perfectamente la historia de mi casa, de mi familia.

-El problema no es él, es mi mamá- Si corro con suerte mi mamá no me va a regañar porque esta mi papá, si corro con mala suerte es mi papá quién entonces me va a regañar. 

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Cuando Alejando me dijo esas palabras, sentí molestia. No es que me preocupase el que me corrieran de mi casa, en realidad llevaba un año buscando la forma de salirme de ahí. El problema estaba en que por primera vez en mi vida había llegado a las siete de la mañana, estando mi papá en mi casa. No me conoce, no lo conozco, pero no quería que pensara mal de mi. Que estupidez ¿No?

Quizás la verdadera culpa residía en el engaño, en la mentira. Llevaba una racha de intentar practicar la monogamia, me había salido bastante bien con mi anterior pareja, habíamos llevado las cosas a un nivel más serio, con la oportunidad de comportarnos como una pareja adulta, hasta que lo deje, por mediocre. No me gusta la gente mediocre.

 Después conocí a Abel, por primera vez en mi vida, me había encantado la personalidad de alguien que es por completo diferente a mi, a mis parejas anteriores. Todo iba bien, la practica de la monogamia y la exclusividad parecía que se había convertido en algo sencillo, hasta el primero de enero, que sucumbí a los efectos que Ares, después de tantos meses, de las complicaciones, de X y de Z, sigue provocando en mi. 

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Ares, 1.80 metros, piel morena, ojos negros y profundos, una sonrisa dispuesta a aparecer cuando menos te lo esperas y esa forma de hacer que me tiemblen las piernas, que me de taquicardia y que cause un desorden dentro de mi sistema nervioso. 

Salimos, al rededor de cinco meses, con el único avance de unos cuantos besos, abrazos y dos o tres palabras que quedaron al viento. Conoció a una de mis hermanas, hija del primer matrimonio de mi mamá. Y si, Karen físicamente es todo lo que Susana jamás podrá ser, pero Susana es todo lo emocional e intelectualmente que  Karen jamás podrá ser. Salieron, dos o tres veces. A los cuatro días me entere. Sentí odio, traición y un rencor que ha crecido a lo largo de los meses, sin poder tragármelo. 

Le dije, le dije que sabía y me juro que jamás había pasado nada entre ellos más que las salidas en plan de amigos, que ni siquiera sabia que era mi hermana. Con actitud arrogante, un enojo de los mil demonios me fui, me largue una semana a Guanjuato para el Cervantino y después al festival de cine de Morelia. Sola, en una excursión que yo esperaba fuera diferente, no que yo fuera la única que no conocía a absolutamente nadie mientras todos ellos se conocían entre si. Una de las mejores experiencias de mi vida. 

Ahí conocí a Abel, se sentó a un lado de mi en el autobús. Me vio sola y de la forma más amigable que pudo, me dijo:

-¿No vas a beber?- Me gire para verlo, apartando la mirada de la ventanilla con la cual estaba jugando al cubrirla con el humo de mi cigarro.

-No, gracias- La gentileza no suele ser una de mis virtudes más dominantes.

-¿Segura?- Su intento era tierno, tenia los ojos azules. Nunca me han gustado los ojos azules, me es muy difícil intentar mirar a través de ellos. 

-Bueno ¿Que estas tomando?- Él lo había intentado dos veces, era mi turno.

-Whisky- Levanto la botella al mismo tiempo que la palabra salia por su boca, hice una mueca. No me gusta el whisky.

-No, gracias- Volví a girarme hacia la ventanilla, dándole una calada al cigarro. Suponiendo que había terminado.

-Tengo tequila ¿Gustas?- Esa palabra si me gusta, el tequila es una de las pocas bebidas alcohólicas que mi cuerpo soporta hasta reventar. 

-Vale- Me gire para verle regalandole una sonrisa sincera mientras él llenaba con delicadeza ese vaso rojo tan característico de las fiestas, me acomode sobre las rodillas para mirar a sus amigos que estaban en el asiento de atrás  -Hola, me llamo Susana- Todos sonrieron. 

Durante tres días, rodamos entre drogas, alcohol y uno que otro evento cultural. La química entre nosotros fue instantánea, nunca me había dejado abrazar ni besar tanto, menos por alguien que tenia pocos días de conocer. Regresamos a nuestra ciudad y horas más tarde yo me marche a Morelia, igualmente sola que como había comenzado el viaje. Casi a los cinco días, Abel me estaba esperando en la estación de autobuses para llevarme por unas cervezas y ponernos al tanto de los pocos días en que no nos habíamos visto y ni siquiera, tampoco habíamos dejado de hablar cada hora. 

No se ustedes que opinen, pero yo creo mucho en las casualidades, en las causualidades, en las coincidencias y en todas esas cosas absurdas para muchos, como en los astros. Soy Leo, no se me puede pedir realmente mucho, soy fuego. Abel es Libra, tampoco podemos esperarle mucho, es aire. 

Ya saben lo que dicen, aprende a manejar ambos elementos y causaras el incendio más precioso. 

ÍgneosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora