Presencié cinco muertes aquella tarde. Recordé la audacia de Lena al actuar como sumisa; ahora ese también sería mi plan. Mi padre no se acercó. Visualicé a Franz a quien llamé repetidas veces, pero no volteó a verme. Mi hermano me había dado la espalda desde hace mucho, pero no me había dolido tanto como ahora. Él dejaría que muera.
Recostada en una viga, vi a Thomas abriéndose paso entre la gente. Me encontró, pero no se acercó. Era arriesgado, cerca paseaba Jerik y sabía qué tipo de hombre era; quería un puesto de mayor rango por eso era el perro faldero de mi padre.
–Mara Kähler- gritó entre el bullicio.- El Obersturmbannführer la solicita en su oficina.
Thomas se alarmó. El mismo Jerik vino por mí, conduciéndome a la oficina que ocupaba mi padre. Abrió la pesada puerta de roble pulido dejando ver a mi padre sentado sobre el sillón de cuero y reposando los pies sobre el escritorio mientras fumaba un cigarrillo. Jerik saludó como todos los del partido.
– ¡Heil Hitler!
Mi padre también lo hizo. Ambos entramos. Mi hermano se encontraba sentado en una de las sillas más cercanas.
–Supongo que te preguntarás qué haces aquí.- dijo mi padre con voz áspera.
Necesitaba explicaciones.
– ¿Cómo puedes hacerme esto, padre?
Rió irónico.
–Yo no soy tu padre .Tu madre nunca te dijo que tu padre fue un sucio judío.
¿Judío? No entendía nada.
–Tu madre me fue infiel con un asqueroso judío y de esa maldita relación naciste tú, una maldita y sucia judía que consideré como mi hija por amor a tu madre. Ya tienes veinte años, no necesitas que tu madre te proteja. Te di todo, lo mínimo que puedes hacer es subirte al tren y hacerme feliz. – Sonrió macabro.- Ya me he cansado de oír tus berrinches y oposiciones a todo lo que se te ordena. Ahora cumplirás mis órdenes quieras o no. De lo contrario solo avísame cuando y como quieres desaparecer. Hay muchas técnicas, querida. Y te aseguro que todas son infalibles. Todas esas ratas allá a fuera serán exterminadas tan rápido como abrir y cerrar de ojos.
Me reclama por haber cuidado de mí. Ahora me sentía más judía porque realmente lo era. No practico el judaísmo, pero ante los ojos de mi padre no es una justificación válida. Tal vez mi verdadero padre ya esté muerto, que Dios lo tenga en su gloria.
Fui arrastrada con el resto de pasajeros rumbo a la muerte. Thomas apareció de repente tomándome fuertemente de cuello.
– ¡Levántate, judía!
–Suélteme por favor.- rogué sin darme cuenta quien lo ordenaba.
– ¿Qué está pasando, sargento?- preguntó otro.
–Está causando revuelto entre los pasajeros-. No era cierto. No comprendía.
–Aplique la solución- sonrió macabro.
–Es hija del Obersturmbannführer.
–Le alegrará saber que usted lo libró de matarla.
Thomas me empujó como antes hasta lo más lejano de la estación. Solo había personas que recogían los cuerpos. Colocó un dedo sobre sus labios señalando silencio.
–Este es el plan. El tren se ha retrasado pues viene desde Westerbork. Ya ha empezado a nevar y las vías se han obstruido. Escúchame bien. Armarás alboroto y tratarás de huir, yo dispararé y simularás estar muerta. – cubrí mi boca horrorizada-. Traje ropa manchada de sangre en la espalda. Cámbiate. Mi amigo te recogerá, solo deja que te arrastre. Te llevará donde nos encontraremos.
–Necesito hablar con mi madre. No me despedí de ella.
– ¿Sabes a dónde huirás? –consideré mi plan.
–Al otro lado del Atlántico.
Me cambié tal y como propuso Thomas. Sabía que tenía oportunidad de salir de aquí. Le agradecí tanto como pude. Él decía que no podía dejar que una chica inocente suba al tren.
Me llevó una vez más con el resto, quienes observaban ansiosos de algún descuido para huir. El tren ya estaba ahí. Los soldados ordenaban que suban. Los que se resistían eran baleados en el acto. Cada vez más me aterraba que fuese una de ellos.
Me sentía sucia al usar la ropa de una difunta. Mi espalda estaba manchada de sangre, pero la cubría una chaqueta delgada la cual Thomas me arrancaría mientras trataba de huir.
El golpe en el brazo era la señal. Tendría que ser la mejor actriz. Improvisaría lo mejor que podía.
Trataba de zafarme de las manos de Thomas. Lloraba, lo golpeaba, me aferraba a sus botas. Logró quitarme de encima, era mi oportunidad de correr. Corrí mientras Thomas disparaba a puntos estratégicos.
– ¿A dónde vas mujerzuela?
Estaba perdida. Jerik me tenía sujeta del brazo impidiendo que escape y simule estar muerta. Mi llanto ahogado era aún más desesperado. Sentí el golpe de mi cabeza impactar sobre madera. Instantáneamente, percibí el fétido hedor a sangre y excremento. La puerta se cerró. El pitido del tren en marcha me recordó a la vez que me despedí de Max. Quién sabe dónde esté ahora. Entendía por qué mi padre dijo que él y yo nos encontraríamos. Lo haríamos, pero yo como judía reclusa en un campo de concentración nazi.
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Al otro lado del Atlántico
Historical FictionMara Kahler, hija de un importante Obersturmbannführer, se ve involucrada en el episodio más fatídico de su vida. Se ve obligada a separarse de su madre y seres queridos en plena Segunda Guerra Mundial. Novela histórica que narra los hechos desde el...