CAPÍTULO 3 - Resignación

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El comandante Kimura era un hombre de pocas palabras. Alto, fuerte y completamente calvo, no aparentaba los cuarenta y seis años que cargaba sobre sus espaldas. Había alcanzado su puesto y el título de clase especial tras casi treinta años sirviendo al C.C.G, y como miembro de la División II, era el mejor en su trabajo.

Muestra de ello era la enorme cicatriz que le cruzaba la cara.

Sabía guardar la calma en las peores situaciones, y si bien en su larga carrera sólo se había visto en la obligación de dirigir dos ataques a gran escala, tenía fama por la ausencia de bajas entre las tropas.

Su reluciente calva destelló como el Sol de la mañana cuando entró, siempre a paso lento, en la oficina del clase especial asociado Ryu Amada, el cual, al verlo llegar, agachó la cabeza en señal de respeto como era costumbre en él.

-Buenos días, clase especial Kimura- añadió Ryu, manteniéndose serio y frío cuando vio entrar a su superior.

-¿Qué sucede Amada?- dijo el otro, parándose a mirar a su alrededor para asegurarse de si estaban solos en aquella oficina de muebles grises.

-Es sobre el último ataque señor; el "suceso" del Distrito 2 no fue un caso aislado.

Tras su respuesta, Ryu le alcanzó unas fotografías que acababa de imprimir, extendiendo el olor de la tinta por toda la sala.

Kimura las observó, contemplando una serie de horribles imágenes tomadas aquel mismo día que mostraban un cuerpo mutilado, repleto de heridas y agujas que se hundían en la ensangrentada piel de lo que en su día había sido una mujer.

No reaccionó. Se quedó callado para luego mirar por la ventana, a la espera de que el clase especial asociado continuase con su explicación.

-Si recuerda, el mes pasado se encontró en el Distrito 2 el cuerpo sin vida de un hombre de mediana edad, al cual se identificó como un prestamista timador con el que, supuestamente, el asesino decidió arreglar asuntos. Su cuerpo apareció destrozado, con las manos arrancadas y los ojos seccionados. Además, tenía en diferentes zonas 32 agujas en total y en el bolsillo de uno de sus pantalones se encontró un muñeco de trapo. Creímos que se trataba de un caso aparte, de un ajuste de cuentas monetario antes que simple depredación- Ryu hizo una pausa.

Kimura había dejado a un lado las fotografías y ahora miraba el paisaje por la ventana, como si ignorase lo que el investigador le explicaba.

-Sin embargo...- continuó Ryu, haciendo caso omiso de esa actitud que caracterizaba al comandante de la División II- Es evidente que el patrón se ha vuelto a repetir y que, por lo visto, continuará- sentenció- Nos encontramos frente a un asesino cuidadoso comandante. No hay testigos de las noches en las que ambas víctimas murieron y no ha dejado ningún tipo de rastro que podamos seguir, a excepción de esos... Muñecos.

-¿Tienen algo de relevancia en todo esto?- quiso saber Kimura, dando por primera vez señales de que había prestado atención en todo momento.

-Podrían ser únicamente un distintivo del asesino, pero he estado investigando y por los alfileres y el detalle con el que están logrados podrían pertenecer a la cultura del "Vudú".

Al oír esas palabras, Kimura levantó una ceja instintivamente manifestando su escepticismo, otro distintivo del clase especial.

- Ishinomori fue el investigador asignado a último este asesinato- dijo Kimura, tomando las fotografías de nuevo- ¿Qué piensa él de todo esto?

-El primera clase coincide conmigo en que el patrón de actuación se ha repetido, pero no he compartido con él nada de lo que le estoy contando a usted- respondió Ryu, intentando evitar la penetrante mirada que le lanzaba Kimura.

El clase especial guardó silencio, haciendo crujir su cuello de un movimiento seco. Su cara no mostraba ningún pensamiento que le pudiese pasar por la cabeza, pero en ese momento su calculadora mente trabajaba a toda velocidad.

De repente, Kimura se dio la vuelta como si nada y se dispuso a salir de la oficina bajo la fría mirada de Ryu.

-¿Significa esto que el caso queda cerrado, comandante?- se limitó a decir él.

-Negativo- respondió el otro, con una mueca en la que cara que se asemejaba a una sonrisa- Significa que aún no me he tomado el café de la mañana y los minutos corren.

Parando en seco, Kimura miró a Ryu y su calva volvió a brillar.

-Está claro que este "asesino Vudú" es un Ghoul, el enemigo natural de la especie humana, clase especial asociado- afirmó, mirando las fotografías, en concreto la del cadáver que colgaba desde lo alto de una farola- Quedarse de brazos cruzados frente a un "monstruo enfermo" como éste, que actúa a sus anchas sin que el C.C.G pueda hacer nada al respecto sería escupir a nuestros propios principios. Amada, desde hoy el caso "Aguja" le queda asignado; tiene autorización para proceder como usted considere con tal de atrapar a ese asesino, pero recuerde ser cauteloso.

Ryu se limitó a asentir, permaneciendo estático sin saber que pensar. Tal vez, y sólo tal vez, había metido las narices donde no debía y aquel sería su castigo: un caso sin pistas ni ningún tipo de señal por la que empezar.

Kimura se disponía a salir de la puerta cuando, deteniéndose, le habló por última vez diciéndole:

-Ah sí, un último detalle.. El chico le acompañará; ambos serán una buena influencia el uno para el otro. No se preocupe, Amada. Yo me encargaré de informar a Washuu sobre este caso.

Dicho esto, Kimura abandonó la habitación, dejándolo sólo.

Ante aquella última noticia, Ryu apretó los puños, y aunque respiró tan profundo como pudo, esa vez no fue capaz de resistir la necesidad de encender un cigarrillo.

"El chico" al que Kimura se había referido no era otro que la última incorporación al cuerpo de investigadores del C.C.G, un joven de a penas diecinueve años recién llegado de la Academia.

Sabía que tenía buena fama, y que, por lo que tenía entendido, era el mejor de su promoción, pero no podía asimilar la idea de que un novato fuese a ser su compañero durante la investigación.

Ryu Amada flaqueaba en el trabajo en equipo, era consciente. Se lo habían dicho tantas veces a lo largo de su carrera que ya no le sorprendía escuchar aquello, y que alguien no se lo comentara al cabo de un par de días de conocerlo se le hacía muy raro, casi inverosímil.

Aquella vez no sería distinto, estaba seguro, y mucho menos si tenía que tratar con un novato; aquel no era trabajo para un clase especial asociado.

Habiéndose terminado el cigarrillo, recogió sus cosas y se dispuso a salir del despacho, sólo cuarenta y cinco minutos después de haber entrado: la asignación de aquel compañero había sido un duro golpe para el frío e implacable Ryu Amada, hasta tal punto que consideró que ya era hora de volver a casa.

Fue mientras salía en dirección a los ascensores cuando se cruzó con él.

Un joven fornido pero esbelto, de oscura y cobriza cabellera, que caminaba a toda velocidad por el pasillo. En cada oreja y sobre la ceja izquierda lucía pendientes plateados que hacían juego con sus ojos grisáceos.

La inexperiencia que reflejaba era más que patente en cada movimiento que hacía, tanto que a Ryu le dolió pensar que al día siguiente aquel individuo sería su subordinado.

Aquel joven, era Tadashi Tanaka.

- Tokyo Ghoul - SICKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora