— ¡Qué idiotez! Calmémonos, Lilith. Ellos nunca serán capaces de superarnos.
— Llevamos años vendiéndoles nuestra tecnología... estamos acabando con nosotros mismos cada vez más rápido.
El mundo en aquel entonces estaba dominado por un poderoso reino cuya influencia y territorio no conocía límites. Sin embargo, hace tan solo una década todo era muy distinto. La mitad del planeta estaba gobernada por el reino Iriyaxi, mientras que la otra mitad se sometía al injusto reino de Hadem. Mientras el reciente mencionado reino estaba consumido por la corrupción y la injuria, el reino Iriyaxi era un reino pacífico cuyo principal precepto era la justicia. Cuentan las crónicas que muchos ciudadanos de Hadem trataban de huir sin éxito a este sereno reino, siendo ejecutados en cuanto fueron atrapados.
Pero la esperanza era el sentimiento más abundante en el aquel entonces.
Era de conocimiento público el hecho de que la tecnología Iriyaxi era superior en todos los sentidos. Desde la calidad de vida hasta el armamento militar: la tecnología era de mayor nivel. Más potente, más duradera, más eficiente. Debido a esto, no pudo evitarse que el reino de Iriyaxi le declarara la guerra al reino de Hadem, la ventaja que tenían sobre ellos les haría salir victoriosos con seguridad y la otra mitad del planeta era una recompensa lo suficientemente buena como para empezar un conflicto. Los habitantes de Hadem lo celebraban en secreto, pues una vez Iriyaxi acabara con su reino, podrían empezar una nueva vida desde cero.
Hasta que la historia tomó el peor de los rumbos.
La A.I.P.A.T (Asociación Iriyaxi de Productos de Alta Tecnología) controlaba toda la fabricación y distribución de productos de la sobresaliente tecnología del reino. Tan importante era dicha tecnología que los directivos de la asociación eran las personas más ricas del planeta en aquel momento. No obstante, la avaricia no conoce límites. La máxima autoridad de la asociación, junto a un grupo de ejecutivos, traicionaron a todo el reino vendiendo tecnología Iriyaxi al reino de Hadem antes de que comenzara la guerra. ¿Por qué hicieron algo así?
La respuesta es sencilla: por dinero.
Por culpa de su traición, el reino de Hadem tomó la ventaja en la guerra: a pesar de su igualdad tecnológica en armas, superaban al ejército Iriyaxi en número. Todo parecía perdido para el reino de la libertad, hasta que entró a participar en el juego su as en la manga. En un pueblo abandonado del reino, de nombre Abedarea, se encontraba el castillo hogar de los soldados de élite del ejército. Equipados con el más novedoso y poderoso material jamás construido, consiguieron transformar la derrota que iban a sufrir en un parcial empate. Un empate que duró años en una devastadora guerra cuyo ganador era aún incierto, y muy arriesgado era para cualquiera de los bandos pensar que su victoria estaba cerca siquiera.
"La unión hace la fuerza", "Divide y vencerás". Son dos frases populares contradictorias. Ambas se hicieron un embuste que causó el último y definitivo error del reino de Iriyaxi. Los soldados corrientes del ejército, hartos y envidiosos de que los soldados de élite les dirigieran y se llevasen todo el mérito, empezaron a actuar por su cuenta, ignorando sus órdenes. Pese a las advertencias de las autoridades del ejército, que ordenaban la obediencia absoluta a la Élite de batalla, los soldados aún decidieron que podrían vencer por su cuenta. Y no podrían haber estado más equivocados. El reino de Iriyaxi empezaba a perder territorios y como consecuencia, la guerra.
Meses después, el reino de Hadem disfrutaba de la posesión de siete octavas partes del planeta bajo sus dominios. La A.I.P.A.T se disolvió, y sus mejores científicos decidieron crear por su cuenta la A.C.M (Alianza Científica Maestra), en la cual trataron de desarrollar a contrarreloj nuevos artilugios por los cuales la Élite pudiese ganar la guerra ella sola, y tan avanzada era la tecnología del reino que fueron capaces de descubrir un nuevo tipo de munición que lo podría cambiar todo: la energía blanca.
La energía blanca era energía obtenida directamente de la mente de las personas y era la última maravilla de la tecnología Iriyaxi, pero tenía sus inconvenientes. Para obtener esta energía, era necesario sacrificar a personas que estuviesen dispuestos a donar su energía para ganar la guerra. La energía blanca era necesaria para el funcionamiento del cerebro y su descubrimiento desencadenó un debate sobre si la victoria en la guerra justificaría su uso. Así pues, la energía blanca sería solo extraída de aquellos voluntarios que ofrecieran su vida a cambio de una muy importante ventaja en el enfrentamiento.
Para sorpresa de los científicos, muchísimas personas se presentaron voluntarias a conceder su energía blanca, siendo adultos y ancianos los más comunes. Todos ellos querían aportar a la victoria del reino Iriyaxi, para que sus hijos pudieran vivir en un mundo libre y justo. Una sola persona era capaz de aportar una gran cantidad de energía blanca que serviría como munición a las innovadoras armas que la utilizarían. La Élite fue imparable desde entonces, al ejército de Hadem le era imposible siquiera acercarse a Abedarea.
Pero ya era demasiado tarde.
Incluso con todos los esfuerzos que la A.C.M y la Élite pusieron para derrotar al ejército de Hadem, cuando la energía blanca fue descubierta y puesta en uso, al reino de Iriyaxi sólo le quedaba una vigésima parte de su territorio, por lo que les fue imposible vencer a un ejército tan numeroso. Atacaban muchos lugares a la vez y la Élite era incapaz de detener tantos ataques por separado. Fueron así cayendo las pocas regiones que en pie quedaban, hasta quedar solo un pequeño pueblo abandonado que el ejército de Hadem era incapaz de conquistar: Abedarea.
El gran poder de la energía blanca hizo que Hadem jamás pudiese derrotar a la Élite, que combinada que con las grandes mentes restantes de la A.C.M, protegió Abedarea día y noche hasta el punto en el que Hadem optó por rendirse.
Ambos reinos firmaron un tratado de paz, y el Reino de Iriyaxi pasó a llamarse reino de Abedarea, pues era el único pueblo que lo componía ahora. Sin embargo, tan poco y tan pobre territorio era insuficiente para la supervivencia del Reino, por lo que tuvo que firmarse un segundo tratado. A cambio de alimentos y otros productos de primera necesidad, Abedarea debía otorgarles información y material sobre su avanzada tecnología. Era un pacto suicida, pero no tenían otra opción. Tenían que aceptarlo, y aun así la situación no estaba pérdida del todo: siempre y cuando mantuvieran en secreto cualquier tipo de información sobre la energía blanca. Mientras así lo consiguieran, estarían a salvo. Pero tienen un detalle en contra: no es infinita.
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La Esperanza de Abedarea
Science FictionNada es capaz, por mucho tiempo que pase, de hacer olvidar el amargo sabor de una derrota humillante. Hace mucho tiempo, la guerra sumió al mundo en la más caótica confusión que su historia pueda contar; y si bien en una guerra siempre ha de haber u...